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Susana Fernández

Que sea un día cualquiera

El mejor 8 de marzo no será el siguiente en el que la pandemia nos deje convocar manifestaciones multitudinarias, sino el primero en el que no tengamos que hacerlas. El feminismo es uno de los movimientos sociales más importantes del último siglo y, aunque aún le queda camino por recorrer, en este tiempo ha cosechado éxitos y avances notables. Ser feminista es luchar por la igualdad de la mujer, pero ni todas las mujeres son feministas, ni todas las feministas son mujeres. Afortunadamente, cada vez hay más hombres feministas y esto es muy relevante porque ellos pueden y deben hacer más por la igualdad que las propias mujeres.

No necesitamos reclamar un tratamiento especial. Ni cupos ni ventajas. Eso es tanto como reconocer que somos inferiores y no lo somos. Solo ansiamos que nos permitan competir desde la misma casilla de salida. Es un objetivo ambicioso, pero solo se conseguirá de forma colectiva. Patrimonializar la lucha por la igualdad y repartir carnés de feminista solo provoca división y rechazo.

La pandemia ha evidenciado aún más los éxitos y fracasos de nuestra sociedad, entre ellos la desigualdad. La mayor presencia de la mujer en los sectores económicos más golpeados ha hecho un daño superior a su mercado laboral. El confinamiento ha intensificado la convivencia y ha sido una experiencia terrible en los hogares en los que ya imperaban el machismo o la violencia, pero también ha favorecido una mayor igualdad en los que había un buen clima anterior. Y esto es muy importante, porque la igualdad se enseña en casa y se refuerza en la escuela. Los lemas deben aplicarse en la convivencia diaria, antes de sacarlos a la calle o ponerlos en una pancarta.

La mejor manifestación es la que no es necesaria. Por eso, el mejor 8 de marzo será el próximo que sea un día cualquiera.

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