Otra vez a vueltas con la definición de España

Los independentistas suben su precio ante Sánchez

Semántica difusa para un acuerdo

La financiación autonómica, la verdadera clave más allá de las palabras

Vicente Montes

Vicente Montes

Cerrado el capítulo de la investidura fallida del presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, la política nacional afronta un periodo que habrá de conducir, bien a un gobierno ajustado de Pedro Sánchez y condicionado por los nacionalistas, bien a una repetición de las elecciones. El PSOE no dudará en aprovechar todos los resquicios posibles de negociación para evitar una vuelta a las urnas, pero el independentismo catalán no deja de elevar el precio de su apoyo. Ante toda negociación, es habitual exigir de partida más de lo que se va a conseguir, pero también es conveniente medir la bravuconada.

Estas semanas, la derecha que no ha obtenido apoyos para gobernar intensificará la presión sobre los socialistas y mirará con lupa cualquier cesión, pero también en el PSOE las diferencias internas podrían hacer hervir el partido si Sánchez se pasa de frenada.

Todo parece indicar que asistiremos a un ejercicio de lingüística vacía, buscando expresiones que resulten lo bastante ambiguas como para dejar en el aire lo que se ata, y lo suficiente difusas como para alimentar las sospechas de los detractores. El debate y la negociación fina se moverán en el pantanoso terreno de la semántica imprecisa.

Pedro Sánchez ya colocó en el ideario del PSOE aquel concepto de España como "Estado plurinacional" que tanto resquemó internamente a ciertos sectores del partido socialista, que consideraban que una España nación de naciones, con soberanías repartidas, era incompatible con la Constitución. El PSOE finalmente suprimió aquella expresión en su 40 Congreso, cambiándola por la de "España multinivel moderna", lo que sea que signifique eso. Precisamente el lehendakari vasco, Iñigo Urkullu, así como otras formaciones nacionalistas, ya han rescatado la idea de aquella "España plurinacional" olvidada para forzar a los socialistas a abrir un debate del modelo territorial si estos consiguen mantenerse en la Moncloa.

Como quiera que acabe esta cuestión (los nacionalistas catalanes saben que tensar demasiado la negociación puede llevar a unas terceras elecciones, con el riesgo de acabar aún más menguados), lo cierto es que el verdadero debate territorial está en ese melón que periódicamente se palpa pero no termina de afrontarse con cuchillo y tenedor, que es la financiación autonómica.

Todas las voces reconocen que el actual modelo está agotado y que urge una reforma en profundidad, y ahí los intereses de cada territorio van a lo importante, que es el dinero, más allá de marcos teórico–políticos. Mismamente Cataluña o la Comunidad Valenciana, tendrán que abordar el problema de su elevada deuda, mayoritariamente con el Estado. Pero el endeudamiento con el Estado afecta también a otros territorios, como Murcia, Castilla–La Mancha o Baleares, que tienen una deuda superior al 25% de su PIB. Será ahí donde vendrá la letra pequeña de los posibles acuerdos con Cataluña, que difícilmente aceptará el País Vasco sin exigir contraprestaciones, máxime siendo esta una de las comunidades menos endeudadas.

De abordarse una reforma de la financiación autonómica, la madre del cordero estará en cuánto del "café para todos" queda sobre la mesa. Porque no bastará con evaluarse cada uno y decir que le toca lo suficiente para llenarse la barriga, sino que será inevitable mirar al resto de la mesa y ver si hay asimetría en esas mejoras de la financiación.

El nuevo consejero de Hacienda del Principado, Guillermo Peláez, haría bien en empaparse de la posición que se ha mantenido desde Asturias al respecto (pactada no solo entre los partidos de casa, sino también con otros gobiernos regionales) para evitar reacciones y malestares como los que ocasionó su referencia, el pasado domingo en una entrevista en LA NUEVA ESPAÑA, al impuesto de sucesiones.

Entretanto se concreta la negociación de la investidura de Sánchez, el gobierno de Adrián Barbón tendrá el caramelo de la inminente inauguración de la Variante de Pajares. Pero bien haría el Ejecutivo en empezar a poner ya sobre la mesa sus planes para la llegada del AVE, porque probablemente sea la única alegría que el Gobierno regional pueda llevarse a la boca a corto plazo. Y el riesgo de que algunas expectativas en otros ámbitos se atraganten no es menor, máxime con un gobierno en interinidad y con una amenaza de repetición electoral en el horizonte.

Suscríbete para seguir leyendo