Sonatina para una Princesa

Francisco García

Francisco García

En esta semana ya casi conclusa de la exaltación de la monarquía y de incitación al contubernio sanchista; de princesas serenas que tal vez nunca reinen y de políticos que indultan a políticos por un puñado de votos para una vergonzante investidura, vienen a la memoria los versos de la sonatina de Rubén Darío: “La princesa está triste, qué tendrá la princesa”. Si bien la mirada de melancolía se dibujaba con mayor franqueza en las pupilas de la Reina, que como no le corre tila por las venas, disfraza peor que la saga borbónica sus sentimientos y sus emociones.

Como en la métrica modernista del poeta decimonónico, contemplamos en el Congreso “el triunfo de los pavos reales” que venden el paño de la túnica de España en almoneda. Hemos visto también, en estos siete días impensables, cómo “piruetea el bufón” que huyo de los jueces emboscado en un maletero, como el cadáver siniestro de una película de serie B. Cómo también “parlanchina, la dueña dice cosas vanales”, una vicepresidenta del Gobierno que añora la luna de Marte de los ricos riquísimos, escoltada en la sombra por ministras a las que encantaría restaurar la república de infausto recuerdo en el cadalso de los Borbones.

En esta España que se rompe en el afán reprochable de indultar y condonar ya no queda sitio para princesas de cuentos de hadas ni de versos alejandrinos. El sumo hacedor de esta lamentable conchabanza que perdona delitos graves y deudas multimillonarias acabará también con la monarquía si así lo reclama la aritmética parlamentaria.

En semejante tesitura, ¿cómo no va a asomar la tristeza en las mejillas pálidas de Leonor? ¿Cómo no va a perseguir “la libélula vaga de una vaga ilusión” quien está llamada a rubricar, como su padre, los desmanes de semejante gandalla? ¡Pobrecita princesa de los ojos azules!, presa en sus oros y en sus tules, “en la jaula de mármol del palacio real”.