Futuro Europa

Tarde y mal contra la tripledemia

Una crítica a la respuesta de las administraciones públicas a la ola gripal

Susana Solís

Susana Solís

Tripledemia: una palabra más para enriquecer nuestro vocabulario… y sufrir sus consecuencias. Estamos –seguro que muchos de ustedes lo conocen de primera mano– en plena ola gripal. Los casos se han multiplicado debido a las reuniones familiares navideñas, y los centros sanitarios de muchas ciudades están desbordados.

¿Todo esto ha ocurrido de repente, por sorpresa?

En absoluto. Estábamos avisados. Hace casi un mes, a mediados de diciembre, lo advirtió el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC) pidiendo a los gobiernos de los Estados miembros medidas de salud pública "para mitigar el impacto de los patógenos respiratorios" del invierno en Europa.

Sus recomendaciones fueron las obvias: el refuerzo de las campañas de vacunación, la adopción de medidas para aumentar la capacidad de los servicios de urgencias y las UCIs, y tratar de garantizar la reducción del impacto de los patógenos respiratorios.

La señal de alarma fue recogida inmediatamente por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que destacó, también a mediados de diciembre, el crecimiento importante de los contagios de enfermedades respiratorias en Europa.

Pero la ministra Mónica García estaba de vacaciones. Al ministerio de Sanidad no pareció urgirle esta cuestión hasta el 8 de enero, cuando –por fin– convocó de forma extraordinaria el pleno del Consejo Interterritorial de Salud. Por seguir la tónica sanchista de hacer todo rápido y mal, este pleno se convoca por supuesto sin haber celebrado previamente las debidas reuniones técnicas.

Ahora, España es uno de los países más afectados por la tripledemia, como confirman los datos del Instituto Carlos III. Ahora, tres semanas y media después de las alertas del ECDC y de la OMS, es cuando difunde García las recomendaciones para hacer frente a la oleada de contagios.

Dos cosas están claras. La primera, que la fatal combinación de la tripledemia, la llegada del frío y la endeble campaña oficial de vacunaciones nos están colocando en una situación difícil. La segunda, que esto ocurre en todas partes. Desde luego, en Asturias se está sufriendo ahora mismo el colapso del sistema sanitario.

La crisis sanitaria en el Principado, especialmente de la asistencia primaria y por lo que se refiere a enfermedades respiratorias, se pone cruelmente de manifiesto en estas semanas. Durante todo el año pasado, como se ha recogido en estas páginas, ha habido protestas y manifestaciones en territorio astur para denunciar los escalofriantes datos: 25.000 personas a la espera de ser operadas, 40.000 más en las listas de pruebas diagnósticas y decenas de miles pendientes de primeras citas con especialistas, según fuentes sindicales. Este "tsunami asistencial", como algunos califican, no es algo de lo que hablo porque he leído o me hayan contado, es algo que vivo en primera persona por familiares afectados.

El desinterés, la negligencia o la pérdida de energía y concentración en batallas ajenas a la salud tienen consecuencias. Las campañas de mínimos en cuanto a la vacunación tienen consecuencias.

¿Esta pasividad frente a la tripledemia, en un contexto de desbordamiento del sistema, será la tónica de 2024? Si es así, que Dios nos pille confesados. O más bien vacunados.

Ojalá este mal estreno de la ministra sirva para que rectifique. Para que preste más atención a la Unión Europea y para no echar en saco roto las dolorosas lecciones aprendidas durante la pandemia global sobre planificación, prevención y coordinación de las políticas de salud.

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