El alma de Oviedo

Una ciudad que recibe con versos a sus visitantes

Bancos con forma de libro en la plaza de la Poesía de Oviedo.

Bancos con forma de libro en la plaza de la Poesía de Oviedo. / Miki López

Graciano García

Graciano García

Todas las ciudades tienen puertas, más o menos simbólicas. Oviedo llegó a tener cinco o seis en la muralla medieval que la delimitaba y la protegía. De ella solo han llegado hasta nuestros días muy escasos vestigios. Al interior de la urbe, que de aquella aún no era vetusta, se podía acceder por la puerta de Socastiello, también por la de Gascona y la de la Noceda, por la de la Soledad o la de Cimadevilla.

Las puertas de una ciudad sirven para franquear tanto sus límites físicos como metafóricos. Físicamente, permiten la entrada y salida al lugar. Metafóricamente, dan la bienvenida o excluyen al extranjero, brindan seguridad o restringen el paso. Todo depende del contexto cultural e histórico de ese espacio y ese tiempo concretos. Se abren a la posibilidad de un encuentro enriquecedor, a nuevas oportunidades, a nuevas personas y experiencias. Son acogedoras y ponen en evidencia una disposición favorable a recibir lo bueno que llega de fuera, la confianza en un futuro mejor. Son, en definitiva, una invitación a compartir y construir juntos ese futuro.

En el transcurso de los siglos Oviedo ha ido perdiendo su muralla y con ella las puertas que la conectaban con su entorno geográfico, con otras gentes, con otras vidas, y que ayudaban a regular el tráfico humano, económico y cultural. Oviedo es, desde hace mucho tiempo, una ciudad abierta al mundo.

La cultura combate las peores lacras de la humanidad: la ignorancia y su hija mayor, el sectarismo

Las entradas a Oviedo son ahora anchas y despejadas. Por una de ellas, ahora en pleno proceso de remodelación urbanística, convertida en bulevar, se desemboca directamente en la plaza de la Poesía. Un bulevar es una amplia avenida o calle, generalmente con un diseño paisajístico que incluye áreas verdes, aceras amplias y a veces, zonas para peatones. Es común encontrar bulevares en áreas urbanas, diseñados para proporcionar un entorno agradable y estético para residentes y visitantes. Oviedo ha construido uno rematado por esta plaza llena de versos, una feliz iniciativa del alcalde Canteli. Oviedo es tal vez la única ciudad del mundo que recibe con versos a sus visitantes. Pocas maneras mejores habrá de dar la bienvenida a quien se acerca a conocernos.

Hay en la plaza versos escritos en los bancos en los que los vecinos se sientan y se recrean con el trasiego de gentes, vehículos y mascotas. En uno de ellos se pueden leer los que yo dediqué a mi madre el mismo día de su muerte, y que el periodista y académico Luis María Anson incluyó en su "Antología de las mejores poesías de amor en lengua castellana". Hay además una escultura de Herminio, dominando la explanada, que es pura poesía, una obra magnífica, como un verso que sostiene una ventana desde la que Oviedo mira al cielo. Cerca de la plaza, un edificio rehabilitado exhibe un homenaje a la Poesía, en la que el pintor Pelayo Ortega ha dejado sus originales trazos, un magnífico testimonio artístico que me recuerda la idea de un gran poeta de la ciudad, Javier Almuzara: "El Arte es necesario porque la vida no es suficiente". Los dibujos de Pelayo no solo singularizan el edificio, sino que iluminan una parte de la ciudad que se renueva y se embellece.

La poesía, con su capacidad única para expresar emociones y experiencias de manera evocadora, nos conecta con la esencia humana. Ilumina la belleza en lo cotidiano y nos invita a reflexionar sobre la vida con una profundidad que nos permite ir algo más allá de la prosa. La poesía es un faro que guía el alma a través de la complejidad del mundo, es esencial en la conformación del alma humana. Un mundo sin poesía es como un mar sin olas, un bosque sin árboles o como una noche de invierno sin estrellas. Oviedo, con su larga historia, su singular patrimonio, su papel en la construcción de Europa como origen del Camino de Santiago, su rico y diverso acervo cultural, y su pasión por el arte, la música, la literatura y la poesía, bien puede ser también un luminoso faro para la humanidad.

No dejes que tus miedos venzan tus sueños, hay que ver oportunidades donde otros solo ven muros

La capital de los asturianos siempre ha alentado el saber y la cultura, claves en la formación intelectual, estética y moral del hombre. Ahí es donde encuentran la mayor dignidad nuestras vidas y es así cómo se combaten las peores lacras de la humanidad: la ignorancia y su hija mayor, el sectarismo.

Las plazas siempre fueron, y lo siguen siendo pese a la expansión de los nuevos modelos relacionales virtuales, lugares de encuentro en los que los habitantes de un pueblo o de una ciudad se frecuentan, se conocen y se relacionan, cooperan y crean comunidad. La sabiduría de los griegos antiguos ya advirtió de lo difícil que era mantener unidos a los habitantes de la ciudad y por eso, para ellos, el ágora, la plaza pública, era el recinto en el que se intercambiaban bienes e ideas. En las plazas se fraguaba la cohesión social de un pueblo, de una ciudad y de una nación. En definitiva, las plazas eran y son un espacio de democracia.

En el mundo actual se suceden, uno tras otro, incesantemente, los avances tecnológicos, cada vez más impresionantes, pero también se multiplican los desafíos: la desigualdad, el cambio climático y los conflictos armados. Explorar un equilibrio entre progreso y responsabilidad es esencial para abordar las luces y las sombras de nuestro tiempo, y de ese modo conducir a la civilización humana hacia horizontes cada vez más lejanos. Una nueva ola de tecnología se abre paso, una ola imparable de inteligencia y de vida. La inteligencia artificial y la biología sintética van en cabeza. Juntas auguran un nuevo amanecer para la humanidad. El mundo cambiará, sin duda, pero seguirá necesitando versos y alguien que cada mañana cante a los vibrantes colores del alba.

En este contexto, yo me pregunto: ¿para qué sirven los poetas? El deber de los poetas es cantar con sus pueblos y dar al hombre, como escribió Neruda, lo que es del hombre: sueño y amor, luz y noche, razón y desvarío. Poesía es lo que ennoblece, dignifica y hace de la vida una esperanza. Es por eso que pienso que los mejores versos de mi infancia los escribieron los mineros de Moreda de Aller, mi pueblo, y lo hicieron al exigir escuelas, maestros y libros para sus hijos.

Yo creo firmemente que ningún pueblo puede vivir con dignidad y esperanza al margen de la cultura y del compromiso con la paz, el conocimiento y la belleza, y de ella la poesía es una de las más sublimes manifestaciones. Solo de esa forma, dicho con las palabras del poeta, se vive sin cadenas, con alegría, libertad y un pensamiento noble y diáfano.

A mi edad don Quijote había regresado a su casa y había mandado a Sancho a la suya. Había recobrado la lucidez, abandonado con pena a Rocinante, ya no tenía entuertos que enderezar, serpientes que descabezar, malandrines y gigantes que vencer, encantamientos que frustrar, molinos o ejércitos que desbaratar. Ya no se enamoraba de oídas, como él mismo decía.

Yo, sin embargo, sigo. Porque como dice un hermoso verso, cuando todo está hecho, los amaneceres son tristes. Ahora estoy dedicando la mayor parte de mi tiempo este maravilloso proyecto que es "Asturias, Capital Mundial de la Poesía". Llegará el tiempo en el que cada año, en el Día Mundial de la Poesía, los asturianos regalarán a sus seres más queridos un libro de poesía y los niños escribirán versos y los leerán en las escuelas. Aprenderán así a ser guías de esperanza, que es lo que son los poetas: guías de esperanza, sobre todo para aquellos que han renunciado a encontrarla.

Con acierto un gran poeta se refirió a la poesía como al "otro nombre de la libertad" y con ella, como se lee en el Quijote, se puede caminar "dando pasos más allá de las montañas y contemplar la hermosura del cielo". Dice el gran poeta Antonio Colinas que, si lo conseguimos, si Asturias llega, por fin, a ostentar la capitalidad de la poesía, estará en la cima de la cultura y seremos admirados en todo el mundo.

Este año celebraremos de nuevo el Día Mundial de la Poesía el 21 de marzo, y así seguiremos haciéndolo en adelante. Hay miles de formas de conmemorar este gran día, cada uno a su manera, desde el repique de las campanas de las iglesias, los recitales, concursos, lecturas al aire libre, desde cada ayuntamiento, colegio, instituto, empresa y como cada uno quiera y le parezca mejor. Somos inspiradores, animadores, nunca organizadores. Queremos que brillen la imaginación y la libertad. Durante esa semana, celebraremos más de cien actos en honor a ese llamamiento mundial de las Naciones Unidas. Sembraremos Asturias de versos, como le gusta decir a mi querido amigo y colega de profesión Ramón Sánchez-Ocaña, y lo haremos a los pies de la Santina, y por todo su territorio, hasta las raíces del centenario Texu de Bermiego y hasta el pueblín de Coya, en Piloña, donde los niños y sus abuelos leerán poemas desde las primeras luces de la mañana hasta el anochecer. Habrá versos en los pueblos y en las ciudades, en Tapia de Casariego, tal vez el pueblo de Asturias más comprometido con el proyecto, y en Villaviciosa, que inaugurará una plaza de la Poesía; se leerán incluso en un popular centro comercial, en recuerdo al gran emprendedor asturiano, Isidoro Álvarez, que fue presidente de El Corte Inglés.

Daremos un paso más, y muy firme, para que la poesía sea una seña de identidad más, y muy significativa, de nuestra querida Asturias. En este empeño no vamos solos. La iniciativa Asturias, Capital Mundial de la Poesía cuenta en la actualidad con la adhesión de dieciocho mil personas, como fundadoras, que pasarán a la historia porque pusieron su nombre al frente de una iniciativa cuando solo era una idea de incierto futuro. Están encabezadas por los Reyes de España y sus hijas, Leonor, la Princesa de Asturias, y la infanta Sofía. Nos apoya también el Parlamento europeo y cincuenta de sus miembros, el Parlamento asturiano por unanimidad de sus diputados, el Gobierno del Principado –y de manera muy temprana la del presidente Barbón–, los principales ayuntamientos de la región y personas como Antonio Suárez y Carlos Casanueva, asturianos de raíz, mexicanos de corazón y de generosidad extraordinaria. Quiero también mencionar a María Gloria García Fernández, que defendió el proyecto ante la Junta General del Principado y logró brillantemente apoyo de una mayoría absoluta. Me acompañan cada día en esta maravillosa aventura mis hijos Pelayo y David y los directivos de la Asociación que legalmente la ampara: Ignacio Martínez, José Antonio Caicoya, Pilar Rubiera, Antonio Palicio, Juan García, Sai Ruiz, Julia Álvarez, Iván Alonso, Rodrigo Cepeda, Galo Mateos y Carlos Suárez Cue.

No quiero olvidar que esta iniciativa fue presentada en el Club Prensa Asturiana de este periódico. Aún resuenan en mi corazón las palabras de Ángeles Rivero, su directora entonces: "un proyecto que es un éxito desde el minuto cero". También en su columna habitual, Carlos Fernández Llaneza se anticipó con muy bellas palabras a augurar un futuro espléndido al proyecto.

Antes de acabar aún tengo otra pregunta: ¿todo esto, para qué? Pues también, y sobre todo, para que el mundo no olvide que hay un gran pueblo que está comprometido con esos valores, un gran pueblo que en un momento crucial de la historia defendió su libertad y la libertad de todos. Un bravo pueblo que influyó en la historia del mundo. Y ese pueblo es el pueblo astur. Es decir, nosotros.

Asturias será la Capital Mundial de la Poesía gracias a una iniciativa cultural única y de vocación profundamente europea, que nos ayudará a vivir en armonía, alejarnos del fanatismo, de la división, de la inútil vanidad, del enfrentamiento y para acercarnos a la concordia, la belleza y la cultura. El nuestro, un pueblo que llevará la poesía como emblema, y como tal será –y de hecho ya lo es– un pueblo noble, justo, libre y con un futuro prometedor. Un remanso de paz en medio de tanta discordia.

Este, en el que me he empeñado, es un proyecto único en el mundo, de un pueblo que no teme al futuro. Hay que atreverse a hacer los caminos que otros no hacen. No dejes que tus miedos venzan tus sueños. Hay que ver oportunidades donde otros solo ven muros e inconvenientes, hacer nuevo el sol de cada día y de la vida, una creación continua. Qué orgullosos debemos sentirnos de ello. Hay primaveras que llegan y no se van nunca.

Asturias ama la poesía y la poesía ama a Asturias.

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