Opinión

Agricultoras del oxígeno que respiramos

Tras el último avistamiento de una ballena jorobada frente a Tapia

Cuando hablamos de ballenas, seguramente nos vienen a la cabeza imágenes de inmensos animales que surcan los océanos recorriendo miles de kilómetros. También es posible que muchas personas se acuerden de Moby Dick, el famoso cachalote demonizado de la novela de Herman Melville, que destruía y hundía barcos y que llevó al capitán Ahab a una obsesiva y autodestructiva persecución, novela en la que realmente se expone con detalle y extensas descripciones la caza de las ballenas en el siglo XIX.

Los cetáceos oceánicos aparecen hace alrededor de 40 millones de años y han conquistado todos los océanos de nuestro planeta. En la actualidad conocemos dos grupos diferenciados: por un lado, los cetáceos misticetos, es decir, ballenas barbadas, como la ballena azul, la ballena gris o la ballena jorobada y, por el otro, los cetáceos odontocetos, poseedores de dientes, como los delfines, las orcas o los cachalotes.

Varias de estas especies realizan migraciones estacionales, como es el caso de la ballena jorobada. Este animal, que puede llegar a medir 16 metros y pesar 40 toneladas, pasa varios meses en latitudes altas, tanto norte como sur, donde la temperatura del agua es baja y el alimento es abundante para, meses previos a dar a la luz, comenzar un largo viaje de miles de kilómetros hacia latitudes más bajas, es decir, más cercanas al ecuador. Allí, en aguas con temperaturas más elevadas, se reproducen y dan a luz a sus crías. Las dos hipótesis sugeridas para la migración a lugares de reproducción y parto en latitudes bajas se centran en las crías recién nacidas. Por un lado, está la hipótesis de que estas pueden tener dificultades para termorregularse en aguas frías de latitudes altas, pero existen varios científicos que discrepan y argumentan que las crías de ballena barbada "están teóricamente lo suficientemente aisladas para nacer en los mares más fríos". Otra hipótesis para la migración a latitudes bajas se centra en la seguridad de los ballenatos, ya que las densidades de orcas (depredadoras de ballenas) son mucho menores en latitudes más bajas, y sugieren que las ballenas hembra preñadas pueden migrar a estas latitudes para reducir el riesgo de depredación de sus crías recién nacidas.

Pero ¿qué tienen que ver las ballenas con la producción de oxígeno?

En la Tierra todo se mueve con una conexión armoniosa, cualquier pieza es importante, aunque su tamaño sea diminuto. Así sucede con el fitoplancton, organismos microscópicos de origen vegetal que habitan en los océanos. Su gran importancia reside en que se alimentan de dióxido de carbono para luego liberar oxígeno a la atmósfera. Pues bien, son los mayores productores de oxígeno en la Tierra o, mejor dicho, más de la mitad de todo el oxígeno que habita en la atmósfera es producido en los océanos y mares a cargo del fitoplancton.

Muy bien, pero ¿cuándo aparecen las ballenas en esta conexión armoniosa?

Las ballenas y el resto de los cetáceos, a través de sus migraciones estacionales y movimientos constantes, contribuyen al transporte de nutrientes a través de los océanos. En estas migraciones y movimientos, liberan heces que contienen exactamente las sustancias que necesita el fitoplancton para crecer, ayudando a fertilizar las aguas y promoviendo, además del crecimiento de este, su distribución. Las ballenas tienen pues un efecto multiplicador de fitoplancton.

El pasado octubre este periódico daba la noticia del avistamiento de una ballena jorobada en la costa asturiana, frente a Tapia de Casariego, no siendo el único encuentro registrado por aquellas fechas. Estas ballenas, procedentes de aguas atlánticas, comienzan a verse afectadas por la crisis climática. El aumento de la temperatura y los posibles cambios en las corrientes oceánicas pueden ser los motivos principales por los que llegan a nuestras costas.

Es fundamental implantar herramientas efectivas para su protección, como el establecimiento y plan de manejo de áreas marinas protegidas, la más eficaz para la conservación de nuestros océanos. Mientras tanto y, en el caso de encontrarnos con alguno de estos mamíferos marinos, disfrutar de ellos sin molestarles, dejando que continúen su camino para que puedan seguir participando activamente en la cadena de producción del oxígeno que respiramos.

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