Opinión | Competitividad

La deuda soberana devora el futuro de hijos, nietos y bisnietos

El elevado endeudamiento español

Para tener una perspectiva racional de la situación, consideremos, que Argentina quebrada, con una población similar a la de España, tiene una deuda de medio billón de euros (un 80% de su PIB). Mientras, la deuda pública acumulada en España alcanza la mayestática cifra de 2,1 billones de euros que incluye los pasivos de todas las administraciones españolas: un dogal económico al cuello. La deuda no aparece por arte de magia, sino como consecuencia de decisiones erróneas, como la de masificar de personal la administración pública, en la era de la tecnología digital, mientras que el personal del sector privado baja año a año.

Las partidas burocráticas ineficaces se propagan como los virus: miles de millones en subvenciones ideológicas, cinco mil millones en la Agenda 2030, diez mil millones en transición tecnológica, desajustes mil millonarios en las autonomías, cantidades astronómicas para las regalías políticas y privilegios autonómicos. La deuda pública crece a una velocidad de endeudamiento de 3.100 euros al segundo, algo descabellado e insostenible. Somos el país con la segunda exposición crediticia más grande del mundo y con una renta per-cápita ajustada por poder adquisitivo un 15% más baja que la media europea. El dinero que corre es deuda, dinero flotante. Préstamos que repercuten un 3% del PIB en intereses. Pero el drama es que parte de la población no capta la repercusión de estos datos con consecuencias fatales, debido, por una parte, a falta de cultura económica y, por otra, a la ocultación mediática. Es común oír que la deuda del Estado no es problema porque se refinancia constantemente y, además, no deja de ser más que reservas para el sector privado. Y esto no es así.

La deuda se refinancia contrayendo nueva deuda y, cuanta más deuda el coste de los intereses que hay que pagar por ella se disparan. Dentro de los argumentos de los tertulios garbanceros se traslada la idea de que las consecuencias de una deuda elevada es un tema propio de los "agoreros", pues "nunca pasa nada", siempre aparece el dinero. El "hombre torvo" vestido de negro no llegará a España a bajar drásticamente el gasto público, no es más que una retórica apocalíptica de tristes y pesimistas.

Asimismo se traslada que hay países con más deuda, por ejemplo, Francia, Estados Unidos o Japón, es por eso que España tiene margen para endeudarse. Pues no es así, y me explico. Cuando se habla que otros países tienen más deuda, hay que considerar que España tiene un par de diferencias sustanciales que hacen que nuestra deuda sea verdaderamente peligrosa. La primera, es que España tiene concentrado su débito público con tenedores externos, mientras los países poderosos, disponen de una deuda mayoritariamente interna, con sus empresas, con sus bancos y, en parte, fagocitada en los planes de pensiones privados de sus ciudadanos. Y la segunda es que esos países están altamente tecnificados, por lo que tienen una capacidad de repago positiva ya que el principal aval de deuda-países es su propia productividad, dos o tres veces mayor que la de nuestro país, lo que les permite ahorrar masivamente en reservas.

El efecto aspirador del pinchazo de una deuda global pondría a los españoles al pie de los caballos como avalistas con sus propios ahorros, propiedades y salarios presentes y futuros. Algunos eruditos apuntan que los acreedores tienen como principal aval "los territorios con sus recursos naturales". Lo que sí está claro es que la repercusión inmediata de una deuda desmesurada es hacia el ciudadano: menor crecimiento, menor poder adquisitivo a través de una mecánica de altos registros impositivos, inflación estructural y salarios bajos por no poder competir con otros países competitivos y con valor añadido: un ecosistema social de "empobrecimiento mantenido". La deuda pública, es un dinero que debemos todos en conjunto, es un pasivo que prevalece y se proyecta a nuestros sucesores. En contra de lo que hicieron nuestros padres y abuelos (trabajar muy duro para dejar un futuro sin deudas, mejor), nuestras generaciones dejan una deuda insostenible que pesa como el plomo en las alas de las generaciones futuras: Saturno devora a sus hijos.

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