Opinión

Enemigo mío

Las raíces de la violencia contra nuestros semejantes en el último libro de Enrique Baca, un experto de referencia en este ámbito

Juan José Martínez Jambrina es psiquiatra

"La vaquilla", la película que Luis G. Berlanga filmó en 1984 con guión de Rafel Azcona, sigue siendo uno de los mejores documentos culturales sobre nuestra Guerra Civil y uno de los mejores escaparates para captar lo que Umberto Eco llamó, en un opúsculo del año 2011, "La construcción del enemigo".

En "La vaquilla" hay numerosas secuencias que muestran cómo se edifica la rivalidad entre nuestra identidad personal y la identidad del grupo social al que pertenecemos y la alteridad, o sea, la identidad de los otros, del "otro" que se nos confronta e impide que sea nuestro criterio, nuestro deseo y, sobre todo, nuestra ambición, la que domine el mundo en el que vivimos.

Hay una secuencia especialmente relevante a este respecto, tan simple como cargada de potencia epistemológica: el baño en el río, en que todos los soldados aparecen desnudos, sin uniformes ni galones, exhibiendo su simple humanidad, desconociendo la identidad del otro, se muestran como seres humanos alejados de los estereotipos de heroicidad y mucho más interesados en vivir que en morir. Y con la percepción de que, lo expresa Alfredo Landa, "en pelotas, todos somos iguales".

Pero "La vaquilla" es una buena película de ficción. La realidad es que aquella Guerra Civil dejó cerca de un millón de muertos y una fractura social en nuestro país que, casi un siglo después, aún perdura.

¿Cómo se llega a odiar a un semejante? ¿Cómo se llega a aniquilarlo mentalmente? ¿Qué debe suceder para que le consideremos nuestro enemigo o alguien capaz de hacer daño a nuestro grupo social, el único pleno de virtudes, lógicamente? Y sobre todo, ¿qué debe suceder para que podamos llegar a destruirlo físicamente, a torturarlo o a matarlo?

Recuerdo que en los manuales de Filosofía de Bachillerato, allá por los primeros años 80, solía aparecer un imagen de un hombre disparando con una pistola a otro y con un pie de foto inolvidable: "matar a otro configura mi ethos". La imagen y el texto se quedaron tan cerca de mi memoria como lejos de mi comprensión adolescente. Aún no sé con certeza quién fue el autor de la frase, pero años después, gracias a las lecturas de los textos del psiquiatra y escritor Enrique Baca, he podido comprenderla en toda su extensión. Matar a alguien genera una víctima, pero cambia la estructura mental del victimario, lo reconozca o no.

Hace muchos años que Enrique Baca Baldomero trabaja sobre victimología, sobre las relaciones entre víctimas y verdugos. Fruto de su larga experiencia clínica y lectora es el libro que acaba de publicar y que recoge su pensamiento sobre un tema tan complejo y de tan amplia representación en la literatura ficcional y técnica. "La construcción del enemigo: identidad, alteridad y su eliminación" (Colegio Libre de Eméritos, 2024).

Enrique Baca ha sido Jefe de Servicio del Hospital Puerta de Hierro (Madrid), Catedrático de psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y codirector de la sección de Ética de la Asociación Mundial de Psiquiatría, entre otros cargos de relevancia científica nacional e internacional. Hay temas que solo pueden analizados con solvencia si quienes se adentran a mirar a los ojos de la esfinge llevan consigo un bagaje amplio y específico de experiencias sobre el tema. Enrique Baca, el profesor Baca Baldomero, fue uno de los pioneros en poner en marcha, años noventa del siglo pasado, un dispositivo de atención específica a las víctimas del terrorismo etarra. De aquellos años quedan numerosos e interesantes artículos sobre el tema. Esto fue lo que el espoleó al psiquiatra de origen granadino a dedicar innumerables horas a buscar una explicación a un fenómeno que tiene más que ver con la conducta de los animales que la de los seres humanos. Explica el autor que la violencia y la agresividad son dos conductas innatas a los seres vivos pero que la etología ha hecho pensar que también eran adaptativas e inevitables para los seres humanos. De hecho, hasta el juicio de Nuremberg a los jerarcas nazis responsables de las atrocidades cometidas en la Segunda Guerra Mundial, no se comienza a pensar estos temas de una forma distinta a la habitual hasta entonces, que consistía en antropomorfizar conductas animales para justificarlas mediante el odio o la venganza. Enrique Baca dedica este formidable texto a demostrar que los seres humanos, a diferencia de los animales, disponemos de pensamiento y lenguajes, de sentimientos, memoria y conciencia de nuestros actos. Y que la violencia contra el semejante no es adaptativa cuando sucede entre los seres humanos. Y para crear mecanismos que la corrijan o la eviten es necesario saber en qué consiste la identidad que nos vertebra y sobre todo, que hay "un otro" a nuestro lado, o sea, la alteridad, con el que hemos de convivir en armonía aunque tengamos objetivos o culturas diferentes.

El libro de Enrique Baca recoge las principales teorías al respecto y revisa desde los crímenes nazis, a las atrocidades de Sendero Luminoso o al camino errado de los fundamentalismos judíos o árabes, tan actuales. No hay barbarie reciente sobre la que Enrique Baca no pase la lupa y el cepillo en busca de pruebas.

Es un texto diseñado para leer con calma y para deliberar sobre puntos que el propio autor reconoce que necesitan más luz científica y menos opinantes. El pensamiento de Enrique Baca crece sobre el rigor conceptual, en el sentido ruselliano, casi más cercano a la lógica formal que al concepto contextual devenido en relativismo desde el triunfo foucaltiano en la posmodernidad.

Es un texto imprescindible en el tema.

Por mi parte, seguiré cuestionando al autor su fascinación por el concepto de "banalidad del mal" de Hanna Arendt. Echo en falta una referencia al testimonio que el judío Murmelstein expresa en la cinta "El último de los injustos" (Lanzmann, 2013) donde afirma crudamente y con datos personales que Eichmann, antes que obediente y gris, era un redomado canalla.

Y creo que las referencias al aprendizaje social de Bandura, en este tema, resultan irrelevantes si tenemos en cuenta la génesis de la xenofobia en los Estados Unidos explicada por George Makari.

Es lo que tienen los ríos caudales y los autores colosales. Suele ser un placer visitarlos y revisitarlos.

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