Tiene una visión distinta de la realidad. Tal vez mágica, sin duda propia. Y por fortuna la comparte a través de su trabajo. Los que conocen a la persona y lo que hace y ha hecho en los últimos 30 años dicen que aún habrán de pasar otras tres décadas para que Oviedo, Asturias y España se den cuenta de la talla de la figura de Luis Antonio Suárez. Cuando alguien estudie su obra y la plasme en un trabajo serio, tal vez una tesis doctoral, muchos quedarán sorprendidos al ver lo que ha salido de la cabeza de aquel hombre que en los primeros 80 pinchaba en La Santa Sebe con alzacuellos y el pelo teñido de rubio platino.

Ahora anda metido en el musical «El alma de la melodía», que este fin de semana inició en Oviedo su gira nacional, pero hasta llegar aquí, Luis Antonio ha sido el alma de muchas otras cosas. Nació en Ranón en 1950 y sigue vinculado de manera férrea a su tierra, tanto que pese a haberse formado fuera de Asturias nunca ha querido abandonar el Principado en busca de la fama y el reconocimiento. Si hubiese roto fronteras hubiese tenido ese reconocimiento, el mismo que su amigo y compañero de tantas batallas Emilio Sagi.

La primera vez que Suárez y Sagi removieron conciencias en Oviedo fue con «Los sapos de Vetusta», una adaptación de La Regenta en la que Luis Antonio era El Magistral y en la que participaban Ángeles Caso y Nacho Martínez, entre otros. Aquel montaje fue uno de los primeros del recordado Laboratorio de Danza surgido en el seno de la Universidad de Oviedo y del que Luis Antonio era bailarín principal.

El estreno de aquellos sapos clarinianos se produjo un año antes de que Luis Antonio, Javier Escobar, María José Olay, Ángel Varela, Teresa Meana y Doni cambiasen para siempre la noche ovetense con la apertura de La Santa Sebe. Decir local de referencia de la movida es quizás quedarse corto porque era más bien otro laboratorio. De aquella se abrió en el bar un intenso debate cuando Luis Antonio se empeñó en poner televisores y pasar vídeos musicales que traía directamente de Londres. Olay era una apasionada de la imagen y lo entendía pero hubo discrepancias por lo novedoso. Al final se hizo, se disfrutó y se aprendió, lo suficiente para que él y Olay fuesen una vez más pioneros en el mundo audiovisual asturiano y tal vez español. En 1986 Luis Antonio Suárez dirigió esa obra de arte que es el videoclip de la canción «El Dios Escorpión» de «La Raza del ático». No habían pasado tres años del estreno mundial, con todo lo que supuso, el 2 de diciembre de 1983, del vídeo de la canción «Thriller» de Michael Jackson.

El camino había comenzado estudiando Arquitectura en la Universidad de Sevilla en 1969. Estuvo dos años pero asimiló suficiente aquellos conceptos a medio camino entre lo matemático y lo artístico. Regresó a Asturias y aterrizó en la Facultad de Filosofía y Letras para estudiar Historia del Arte. Al poco decidió irse y en 1972 viajó a Viena con la intención de estudiar alemán pero le subyugó la ópera y se centró en la escenografía. Arquitectura, historia, arte, escenarios... son los mimbres con los que luego tejió una trayectoria que han disfrutado miles de asturianos. Luis Antonio es el artífice de la mayor parte de la iconografía de las fiestas ovetenses. Es el responsable de la cabalgata de Reyes, del desfile del Día de América en Asturias y hasta de el remozado espacio de prensa del Ayuntamiento de Oviedo.

Un cráneo privilegiado que diría Valle, pero con una cabeza muy bien amueblada. Sí es cierto que es un tipo muy de Luces de Bohemia, clarividente, muy sarcástico y que tiende a un sentido del humor tan repentino como sorprendente. Es de esas personas con la que parece difícil quedar para comer o tomar una copa, que siempre «anda a su bola» pero que luego siempre aparece, que mantiene, pese al carácter solitario, una intensa vida social debido al interés que despierta. Divertido, tremendamente culto, ocurrente, inteligente y con una capacidad excepcional para ver cosas que a los demás les pueden pasar desapercibidas.

Un hombre con buena planta y con buen trato en la segunda vuelta, en la primera puede resultar un poco alejado, guapo, por qué no decirlo, y que atesora una impresionante trayectoria personal, profesional y artística.

Luis Antonio es un hombre discreto, poco dado a figurar, al que le gusta el espectáculo pero no la farándula.