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En La Corredoria prefieren la fesoria

Los adjudicatarios de los huertos urbanos empiezan a sembrar y forman una comunidad para "repartir las tareas de mantenimiento"

Francisco Pouso rastrilla la tierra de su parcela. A la derecha, José Navarro (agachado) y su nieto Marcos Álvarez trabajan en su huerto. LUISMA MURIAS

José Navarro lleva la delantera a setenta y tres personas gracias a unos cuantos ajos y repollos, y a una decena de lechugas. Este vecino de La Carisa es uno de los adjudicatarios de los primeros huertos urbanos de Oviedo, en La Corredoria. La parcela de 50 metros cuadrados en la que trabaja le viene como anillo al dedo porque acaba de jubilarse como operario de la construcción. Desde hace cuatro días llega como un reloj a las nueve de la mañana al recinto vallado y saluda a David del Valle, el oficial de Parques y Jardines que velará por un tiempo por el buen funcionamiento de los huertos. Carga con sus propios aperos de labranza, aunque también utiliza la carretilla y el compost que le ha facilitado gratuitamente el Ayuntamiento para preparar la tierra. "Nunca me dediqué a la huerta, pero siempre me gustó, así que esta es la mía para llevar a la mesa lo que plante con el sudor de mi frente", explica el agricultor urbano, que no está solo en su parcela. Ha logrado convencer a parte de su familia para que le ayude en la tarea. Esta vez le acompaña una de sus hijas, Sonia, y uno de sus nietos, Marcos Álvarez. Los tres van de aquí para allá con semillas, brotes y cubos de agua en la mano.

El huerto de los Navarro es el más cuidado por el momento, aunque ya hay quien se le acerca. Germán Portal y Rosa López se afanan en labrar el terreno. La pareja está encantada ante la posibilidad de comer sus propias escarolas, berzas, repollos o coliflores durante tres años (el tiempo máximo de la adjudicación). Los dos solicitaron un huerto, pero la suerte sólo le favoreció a él. Este cubano de 67 años, e ingeniero industrial de formación, se jubiló hace dos tras recorrer las fiestas de prao de media España como músico de orquesta: "Vivo hace veinte años en Oviedo y jamás me hubiese imaginado tener un huerto aquí, pero ya ve, todo es posible". Portal y López forman parte de la lista agricultores noveles más madrugadores y tienen la parcela en la parte alta del recinto vallado. Aún no se conocen todos en persona, pero ya se han puesto de acuerdo para formar una comunidad de vecinos "que facilite el reparto de las tareas de mantenimiento". Así lo confirma el oficial de jardinería, que ya les ha dado los primeros consejos para que no haya roces. La limpieza del recinto, de los baños, de las taquillas o de los vestuarios tendrá que hacerse por turnos.

Unos metros más abajo, le da al rastrillo Francisco Pouso, el padre de otro adjudicatario. "Vine a las once menos veinte de la mañana para echar abono porque la tierra está muy dura". Pouso habla sin apartar la vista de la faena, como solo los veteranos del campo saben hacer. Con raíces en Cangas del Narcea, está acostumbrado a usar la fesoria y "a evitar que el mildiu -un hongo- destroce la cosecha". Además, tiene muy claro lo que quiere recoger: lechugas, arbeyos, fréjoles, ajos, cebollas, pimientos, tomates y brócoli, entre otros productos. Padre e hijo han decidido ponerse el mono siempre que puedan y el tiempo lo permita.

Algo menos preparado, el matrimonio formado por Mercedes Cuervo y Miguel Sánchez aprende de forma autodidacta a abonar la tierra. "Traemos pala y rastrillo y buena voluntad, a ver qué nos sale", dice la esposa como si de un embarazo se tratara.

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