Alma de Oviedo

Ángeles Solís, el latido de la vida dulce

La periodista ovetense deja la oficina de congresos municipal tras una vida laboral volcada en su ciudad

Ángeles Solís, fotografiada esta semana en la calle Pérez de la Sala, con la Catedral al fondo.

Ángeles Solís, fotografiada esta semana en la calle Pérez de la Sala, con la Catedral al fondo. / Miki López

Chus Neira

Chus Neira

Ángeles Solís Sánchez (Oviedo, 69 años) es periodista por la Universidad de Pamplona y comenzó a ejercer en Bilbao, en la «Gaceta del Norte» y en el «Diario Vasco», hasta que logró regresar de forma definitiva a Oviedo. En la prensa local encontró su lugar en LA NUEVA ESPAÑA. En 2005 el Ayuntamiento la fichó para desplegar el área de Turismo y Congresos, gestionada entonces desde el edificio del Auditorio Príncipe Felipe. Directora de la «convention bureau» de Oviedo, pasó luego a coordinar las actividades en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Buenavista. Ahora, jubilada desde diciembre, su lujo es el tiempo y lo aprovecha para leer, escuchar, caminar y cuidar un pequeño huerto.

Cuando Ángeles Solís dice que ha sido dos veces ovetense, una de nación y otra de convicción y empeño por regresar y quedarse aquí, uno sabe que lo hubiera sido también tres, cuatro, cinco, seis y hasta siete veces. Y que cuando se recita a sí misma ese mantra –"siempre aspiré a vivir en Oviedo"– no se puede ignorar que la cuarta hija del pediatra José Luis Solís Cajigal nació bajo el signo de Santa Eulalia de Mérida, patrona de la diócesis, un 10 de diciembre, y que su madre, Pilar Sánchez Atienza, le impuso al nacer, en la misma cama del Sanatorio Blanco, los óleos locales como solía con todos sus hijos: "Los niños que vienen al mundo en Oviedo tienen que probar un bombón de Peñalba al nacer para que conozcan las cosas dulces de la vida".

De toda esa pasión y tradición carbayona le brotaron a Ángeles Solís un gusto acentuado en el decoro –flores y más flores, la gama cromática de sus bolsos–, una memoria de inteligencia nada artificial y muy local que los suyos aprovechan para saber en todo momento el aforo de la Catedral o la altitud del lugar cuando llegan las nieves y una capacidad que contradice a su impulso de arranque para pararse a escuchar las calles y reconocer la ciudad como uno de los muchos médicos de la familia harían con sus pacientes.

Le pasa en el Campo San Francisco: "Te sientas con tiempo en un banco y ves cómo respira la ciudad, notas sus latidos, todo el mundo atraviesa por allí de una u otra forma, las horas te explican lo que va sucediendo en Oviedo". O cuando el fotógrafo le pide que pose al final de Pérez de la Sala y al divisarla allá al fondo de la calle, más allá del Rosal, te pregunta si te has parado estos días a presenciar cómo se enciende la luz ornamental de la torre de la Catedral, y te imaginas que en medio de los días rígidos, reincidentes, Ángeles Solís ha descubierto esa epifanía en el poema romántico en piedra del que hablaba Clarín, al descubrir una tea que empieza a arder en el atardecer del invierno carbayón.

Esa capacidad de éxtasis cotidiano no es algo nuevo, aunque ahora que su lujo es el tiempo puede hacerlo con mayor frecuencia y más intensidad. El 10 de diciembre del mes pasado Ángeles Solís celebró el cumpleaños colgando los trastos en la dirección del área de congresos de la ciudad. Dejó su despacho en el Palacio de Exposiciones de Buenavista después de 18 años en el Ayuntamiento de Oviedo y 45 cotizados al sumar los que pasó en las redacciones de Bilbao y Oviedo.

Sale contenta porque hizo mucho, en oficinas y maletas, por contar las virtudes de Oviedo en ferias internacionales y gestionar edificios como el Auditorio Príncipe Felipe y el Calatrava. Nunca dejó de ser periodista y lo prueba ahora, al echar la vista atrás y lanzar un puñado de titulares: Que al Palacio de Congresos le falta mantenimiento y personal pero el trabajo sale, gracias, sobre todo, al personal de las contratas. Que rompe una lanza por todas esas áreas que siempre están para solucionar la vida municipal diaria: Patrimonio, Servicios básicos, Parques y Jardines, Informática... Que en el turismo se hizo muy bien apoyando hostelería y hotelería pero que faltan algunos básicos: adelantar las programaciones para que los visitantes puedan planificar su visita a Oviedo, diversificar la oferta, más turismo familiar y de naturaleza y menos letreros. "No podemos vivir de los selfies". Otras letras, a pocos metros del café en que balancea estas últimas experiencias vitales, fueron las que, quizá, le metieron el gusanillo de tinta.

Salía de la casa familiar de Cabo Noval, donde hoy vuelve a residir, camino de las Teresianas y su hermana Pilar siempre tenía que tirar de ella al llegar al escaparate de Dirsa. Todo ese despliegue de rótulos, los tipos gráficos, los carteles, las placas que los profesionales contrataban para anunciarse en los portales, llamaban su atención y despertaban su voracidad lectora. Allí aprendió a leer y poco después supo que sería periodista, aunque tuviera que atragantarse antes un año con el Derecho Romano en el Caserón de San Francisco, hasta que los hermanos intercedieron y los padres concedieron en que fuera a Pamplona, con la única condición de aprobarlo todo. O estudias o trabajas. No tuvo problema. Fue de las mejores de la tercera promoción de periodistas de Pamplona y la primera en encontrar trabajo. Su mayor satisfacción llegó tras el examen de fin de carrera y la llamada de la Gaceta del Norte de Bilbao, donde había hecho prácticas. Telefoneó a casa: "Tengo un contrato, no necesito más dinero".

Desde entonces, Ángeles Solís vivió por la información local y por regresar a Oviedo. Lo consiguió a la segunda. Si hubieran hecho falta cinco, también se habría salido con la suya. "Yo lo elegí, tengo pasión por esta ciudad".

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