Pasión en la madrugá

Sobre la floreciente Semana Santa ovetense

En este Jueves de Amor, después de haber vivido con tremenda emoción los gestos proféticos que nos hablan de amor entregado, de amor extremo que se hacía humillación y entrega hasta la locura. Llegó la noche en la que todo es posible, una noche de sentimientos apasionados, algo que nunca podremos entender, emociones a flor de piel, de lágrimas y aplausos espontáneos, de tímidas oraciones y vociferantes saetas, "la madrugada más profunda de nuestra vetusta ciudad".

Pocas celebraciones, rituales y símbolos inspiran tanta poesía, tanta profundidad vivida a flor de piel, tantas preguntas que se hacen gritos buscando respuesta, como la Semana Santa, y en el caso concreto de nuestra Madrugá ovetense, su capacidad para atraer la mirada y los corazones, los ojos cargados de lágrimas, y los labios silenciados por tantas oraciones, es tan poderosa como el hechizo de esas imágenes que se pasean por la noche de nuestra vetusta engalanada cargadas de realismo de pasión, de sentencias sin sentido, de entregas que nunca llegaremos a comprender, pero que presurosos acudimos a recoger. Y es que en la noche que precede a la Pascua, bajo una luna blanca de pasión, con rostro de madre dolorida, parece que todos queremos acompañar para festejar la vida, al tiempo que evocamos la muerte, que cambiará su máscara de lo absurdo por la luminosidad de la vida.

Con la Hermandad de los Estudiantes, con todas las hermandades de nuestra floreciente y apasionada ciudad, incluso con la naciente hermandad del Resucitado y Nuestra Señora de Covadonga, hemos salpicado las calles de nuestro centro histórico con silencios bulliciosos, con "ayes" de complicidad, con arrodillados y sufrientes costaleros, con revirás y levantás, pero sobre todo con la mirada de un Cristo que sufriendo en lágrimas de sangres y miserias humanas, acepta el silencio y la complicidad, todo para decirnos en cada callejuela, que su corazón ni sangra ni sufre, y si lo hace es solo por lo apasionado de su amor por cada uno de los que salimos a acompañarle y a sentirle agradecidos.

Al igual que el Domingo de Ramos, decir Madrugá ya es decir Semana Santa de Oviedo. Una frase que, aunque suena a tópico, es una sentencia tan verdadera como nuestra propia pasión por el Crucificado. Como le decía Jesús a Pedro, "tu no lo entiendes ahora, lo comprenderás más tarde", no hay que buscarle una explicación, más bien sentirla en nuestra piel y nuestra alma, lanzándonos a la calle para rezar ante Jesús Nazareno, sentir escalofríos frente al Señor de la sentencia o trasladarnos a la Jerusalén del siglo primero con el Cristo del Calvario. Estampas que se complementan con los atardeceres cristalinos de Nazarenos, Silencios, Vírgenes de Angustias y Esperanzas, de Resucitados. Escenas pasionales de nuestra memoria que alimentarán la fe en nuestros barrios, y devolverán un poco de sentido a nuestras vidas.

¿Qué sería Oviedo sin esta noche en la que todo es posible? ¿Qué sería Oviedo sin esta naciente y fresca Semana Santa? Habría que preguntárselo a tantos hermanos y cofrades que caminan en silencio tras engalanados pasos, a los de capa y escudo bordado que rememoran su pasión en cada esquina, o a los costaleros que ponen el corazón en cada levantá.

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