Diálogos mateínos

El método Bisbal

Gonzalo García-Conde

Gonzalo García-Conde

Fiestas de San Mateo. La Ería, Día 3.

–Y aquí estamos otra vez– farfullo disconforme cuando por fin accedemos a la carpa tras una larguísima pero ágil cola alrededor del Tartiere. Y añado, en tono de reproche: –Por lo visto, este año no pisamos los chiringuitos.

–¡Que chiringuitos, mandril!- me responde el compadre fulminándome con la mirada. –Los chiringuitos han muerto. Te ruego que, por respeto a la memoria del Topu Fartón, que busques otro nombre para referirte a esas casetas de feria del libro.

Mi amigo parece decidido a situarse en primera fila del concierto. Se ha comprado una cerveza con la sola idea de que le sirva para abrirse paso entre la multitud. Va con ella en alto y, cada vez que se estanca, se las arregla para que se le derrame un poquito encima del que le cierra el paso.

–Y tú, ¿desde cuando tienes pasión por los triunfitos?– le pregunto, avanzando tras él.

–No te confundas con Bisbal, carbayón. Trasciende a su pasado por Operación Triunfo. Es más bien un filósofo. Un profeta. Y, además, el guardián del método.

–Pero– le miro con preocupación, un poco desconcertado –Qué filósofo, qué método. Ya se te está yendo la pinza, lo sabía, ayer con "Pimpinela" tuve que darme cuenta.

–Que no, burro. Lo que vas a ver hoy es un método en doce sencillos pasos con el que esti paisano de Almería ha conquistado la industria de la música.

–Creo que me voy a arrepentir de esto pero adelante, desarrolla tu teoría.

El compadre, ya situado donde quería, me mira con cara de "no está hecha la miel para el paladar de los cerdos", respira profundamente y, con falso cansancio, arranca su explicación.

–A ver, Los cuatro primeros son los básicos. Hay que tener los mejores músicos, los mejores técnicos, los mejores iluminadores y un buen diseño del show.

–No has descubierto nada. Pero aceptado. Aparte de perres, ¿qué más hace falta?

–Lo que hace él; veinte años de carrera basados en: un paso de baile que parece media verónica; otro que parece un crucificado; una parada al aire; un movimiento de cadera a lo perrito enamorado; poner el micro mirando al público y ese latigazo de voz ayayayay a lo Bisbal. Eso y ponerle el mismo ritmo a un "Ave María" que a "Lloraré mis penas", y hablar como Carmen Sevilla en plan "ay, mi gente de Oviedooo como les quierooo" y ya lo tienes todo hecho. Doce pasos, un método. Y a triunfar.

–De golpe, se apagan las luces. Suena la música, el público aúlla. Se prende el escenario de nuevo. Un huracán de sensaciones que afectan a los cinco sentidos. David Bisbal salta de la nada, de un brinco se planta en el centro del escenario.

–Mira ho...– se escapa de la boca del compadre. –Parez el mismísimo Michael Jackson. Arranca la música y con ella, el cuerpo de mi amigo se llena de electricidad. Se abre hueco a caderazos. Dos giros sobre sí mismo. Parada Bisbal al cielo de Vetusta. Un ruido extraño.

–Mecagüenbustamante…

–Qué pasó, compadre.

–Creo que rompí los ligamentos, manín.

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