Opinión | Paraíso capital

Música para pioneras

Jorge Gil Zulueta volvió al Campoamor dos años después abrazando de nuevo el estilo musical clásico del cine mudo

El último cine concierto de la décima edición de SACO, la semana dedicada al audiovisual contemporáneo que programa la Fundación Municipal de la Cultura de Oviedo, supuso el regreso de Jorge Gil Zulueta a las tablas del Campoamor.

Música para pioneras

Música para pioneras / Gonzalo García-Conde

El "pianista del cine" volvía tras dos años de ausencia. La última vez había sido con una partitura de ragtime y hot jazz para el súper clásico "El hombre mosca" de Harold Lloyd. En esta ocasión lo ha hecho abrazando de nuevo el estilo musical clásico del cine mudo, pero con un programa más arriesgado y experimental: tres metrajes con más de cien años de antigüedad filmados por Alice Guy y por Lois Webber. Dos pioneras cineastas desconocidas por el gran público que tuvieron la osadía de introducirse en un mundo de hombres y dejar para la historia una perspectiva femenina de esos primeros años del cine.

Gil Zulueta salió al escenario una vez comenzada la proyección de "El piano irresistible" (1907), de Alice Guy simultaneando el gesto de sentase al piano con el del actor que interpretaba al pianista del hilarante corto. La pieza presentaba a unos personajes sobreactuados y grotescos que no podían resistirse a la música y se iban sumándose en cadena a un baile irresistible y enloquecido. A decir del propio Gil Zulueta, se trataban, de alguna manera, de los primeros zombis de la historia del cine, seres carentes de voluntad sometidos por un instinto irresistible. Este principio tan amable resultó ser sólo un aperitivo independiente del tono real que habría de tomar la velada. En ese momento, el pianista invitó al escenario a la violinista Diana Valencia, que aportaría la nota más emocional y más dramática que requerían los siguientes metrajes.

La segunda pieza de Alice Guy, "Leaves" (1912) resultó ser una película mucho más madura e intimista. Una historia doméstica de sufrimientos y emociones, llena de ternura, que utiliza la tuberculosis como elemento de conflicto. Un microuniverso de mujeres y niños en las que los personajes masculinos parecen llegar a interpretar en mundo, pero no así los sentimientos. Lo que podría parecer solo una leyenda con final feliz aportaba ya ingredientes de una velada donde el punto de vista femenino tenía elementos diferenciadores que aportarle al público.

Cerraba el programa el mediometraje "Shoes" (1916), de Lois Webber. Una obra cruda, valiente, abiertamente feminista, sobre el papel de la mujer en la sociedad, su realidad laboral, la injusticia y su lucha por la supervivencia. Pero eso no era lo único que aportaba el metraje. Webber despliega también una cantidad sorprendente de recursos cinematográficos de altísimo nivel. Un montaje ágil, una combinación de planos claustrofóbicos con otros encuadres profundos y mágicos en interiores y exteriores, una dirección artística magistral con hasta una treintena de actores en escena, dobles planos donde espejos aportan un punto de vista distinto, un primer plano de unos zapatos por detrás lleno de simbolismo, una escena de un sutil erotismo que llena de tristeza al espectador. Incluso deja la duda de si, en algún momento, llega a alterar la calidad de la cinta para crear nieblas en el ánimo del público.

Con el último aplauso volví a la realidad de que Gil Zulueta y Valencia seguían sobre el escenario y que se habían logrado sumergir en la película. Ese es el mérito de su trabajo. La pena es que tengamos que volver a esperar un año para que regresen los cine-conciertos, los grandes y fascinantes protagonistas de nuestro SACO.

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