Muchos años han pasado desde aquel día en que a finales del siglo XIX la familia Anziola puso en pie, en San Pedro de Paredes, en el concejo de Valdés, la casa y el bar tienda Casa El Obispo. Desde entonces hasta hoy un buen número de familias se han hecho cargo de este local; sin embargo, los que más tiempo llevan actualmente al frente, 23 años, son el matrimonio formado por Ángeles López Rubio y José María Álvarez García, un tándem perfecto, porque mientras la una aporta su buena mano para la cocina tradicional asturiana, el otro se esmera en atender, como el mejor guía turístico de la zona, a los que entran a su local, bien atraídos por los buenos olores que de allí salen procedentes de la cocina de leña, bien porque necesitan orientación sobre tal o cual ruta.

Todo en su interior es singular y único, desde los azulejos que adornan el mostrador de la tienda bar hasta la cabina de teléfono antigua; desde las gruesas mesas de madera, una de las cuales cuenta José María que perteneció en su día al médico del pueblo, hasta los cestos y las madreñas, hechas por artesanos locales. No faltan unas panoyas colgando del techo ni tampoco ese rincón, donde, apilados, se venden varas y bastones de madera para caleyar con mejor tiento por los caminos de Asturias y, en este caso, por los que recorren el hermoso Valle de Paredes.

Bolsas de patatas fritas, aceitunas, frutas y verduras, embutidos y quesos comparten espacio en este lugar ya casi único en su genero, con postales de Asturias y torres de CDS con música de Francisco o de Melendi, por ejemplo, un escenario absolutamente necesario para que Casa El Obispo mantenga su esencia y una personalidad en la que hoy tienen mucho que ver sus dueños: Ángeles, como una artesana de los fogones, y José María, un auténtico enamorado de su tierra y que ejerce con placer como asesor y guía de cuantos detienen su paso y entran en su establecimiento.

Allí el plato rey, sin duda alguna, es el pote, elogiado con creces por quienes lo han probado y que llega a concitar a grupos de excursionistas y también a grupos de cazadores o pescadores habituales de la zona. Sin embargo, no se puede dejar de probar su fabada, que en nada desmerece respecto al pote, o inclusive, si apetece más, un arroz caldoso o una menestra de pueblo de toda la vida. Eso, para ir entrando en materia. Luego, por citar algunos segundos platos, excelentes son sus costillas de cerdo guisadas acompañadas de pimientos y patatas; el chosco, la ternera estofada, el cordero y diversos tipos de caza (en este último caso se prepara por encargo). Semejante comida merece acabarse con unos buenos frixuelos o el arroz con leche. También hay requesón, acompañado de dulce de manzana casero y, de vez en cuando, hasta borrachinos.

El local tiene espacio para 30 comensales, llegando a 60 en las terrazas. Sin embargo, y curiosamente, muchos quieren comer dentro, algo que se entiende cuando se conoce este bar tienda. También hay menú diario, tapas y hasta bocadillos de todo tipo. La verdad, no se puede pedir más, excepto la cuenta, claro.