El Sporting pierde un tren: derrota (2-3) en un partido muy emocionante ante un gran Racing

Al equipo rojiblanco se le escapa un encuentro donde fue hasta por dos veces por delante y parte de las aspiraciones de play-off ante un conjunto verdiblanco que se llevó un merecido premio por su ambición

Andrés Menéndez

Andrés Menéndez

Fue un partido de rock and roll. Precioso para el que no sienta el escudo. Angustioso y emocionante por fases para los hinchas de ambos clubes. Pero sobre todo muy doloroso para el Sporting, que por un momento se sintió recuperado, candidato a todo. Como aquel equipo que volaba en invierno. Pero no le alcanzó, demasiado vulnerable, víctima de sus errores, vencido por un Racing superior. El final fue un sueño horrible, una pesadilla para El Molinón que ve como una temporada que parecía ilusionante comienza a escaparse. 

El Racing, un señor equipo, enorme mérito el del binomio asturiano José Alberto López y Pablo Álvarez, ganó (2-3) de forma heroica un encuentro que premió a su ambición, desmedida. Fue de justicia para el conjunto más valiente, de largo. Pero el golpe es muy duro para el Sporting, y el sportinguismo.De repente, una tormenta sacudió a la ciudad. Y el verde de El Molinón comenzó a recibir una cantidad tan ingente de agua que obligó a varios operarios a intervenir deprisa para achicar el líquido que se acumulaba en las porterías, especialmente en la Sur. Un derbi norteño, sin medias tintas. El ambiente era romántico, como el fútbol ochentero, precioso. 

La numerosísima afición del Racing no solo abarrotaba la esquina noreste del estadio; también se mezclaba con la rojiblanca en cada rincón del estadio con una cordialidad que ilumina en tiempos donde el oscurantismo y la violencia que manchan al fútbol. Afectado por el pobre espectáculo de Lezama, Ramírez renovó todas las líneas. Buscaba con el carrusel levantar a un grupo anestesiado y recuperar las señas de antaño frente al equipo más reconocible de largo de todo el campeonato, como es este admirable Racing de José Alberto, osado hasta límites insospechados. Saltó al campo incisivo el conjunto cántabro. Con las ideas meridianas. No necesitaban manosear demasiado la pelota para dar esa sensación de dañar. Cada acción iba rápidamente dirigida hacia el cuarteto de arriba, tan acompasados en sus individualidades que resultan temibles: Mboula, pero sobre todo Peque, Iñigo Vicente y Arana no se matan en esfuerzos defensivos pero cada vez que agarraban el esférico hacen temblar a cualquiera. Era el partido una batalla preciosa. Un toma y daca repleto de duelos a cara o cruz. Nadie acertaba a pausar el juego, que huía del centro del campo y se iba de área a área con prisas. Quien mordió primero fue el Sporting. Una colisión entre Keita y Hernando terminó con los dos por los suelos y con la pelota muerta en el área. Le cayó a Djuka, que remató a placer. Luego una pérdida de los visitantes en la salida de balón les cogió con todos fuera de sitio. La contra acabó con el larguero estropeando el 2-0 con la testa de Gaspar, que maldecía su suerte. 

Con una doble sustitución del Racing comenzó la segunda parte. Todavía iban con más fe si cabe los visitantes. El ritmo era tan atrevido que El Molinón se contagió. Aunque buscaban con ahínco el empate los verdiblancos fue de nuevo el Sporting quien pudo aumentar la ventaja. José Ángel regaló a Djuka una inmejorable ante Ezkieta. El “23” se sintió angustiado por la oportunidad y terminó la jugada de cualquier manera. Dejó el partido vivo. Y el Racing encontró el camino. Paradójicamente en la suerte donde todo se iguala: a balón parado. Arana se elevó por los aires y desvío lo justo para sortear a Yáñez. 

La locura se instaló en el último tramo, porque no pudieron pasar más cosas en menos tiempo. Yáñez se complicó la vida a la hora de despejar un balón ante la presión de Arana. La pelota golpeó en el delantero y volvió hacia atrás. El guardameta tuvo que girarse sobre sí mismo para ganar el espacio. Arana reclamó penalti en esa pugna. La acción acabó con el 2-1. En cuestión de segundos. Yáñez sacó rápido. Y los rojiblancos clavaron una contra. Otero vio como José Ángel le doblaba. El de Roces levantó la cabeza y se la mandó a Queipo, que remató de primeras. Morante la sacó en la línea. Pero Gaspar olió sangre. Todavía quedaba tiempo para otro giro. En una jugada de escuadra y cartabón. Arana se coló dentro del área y definió con destreza. Los cuatro mil hinchas del Racing, afónicos.  

No le bastaría a este atrevido conjunto santanderino el empate en El Molinón. Los cambios levantaron al Racing y hundieron a los rojiblancos, que ya no salían. Izquierdoz acabó en la calle por una entrada a destiempo. Cuando el partido languidecía, un disparo de Grenier encontró a Varane con la mano suelta. Ekain enganchó el despeje e hizo el 2-3. Pero estaba adelantado. Todo el conjunto verdiblanco se lanzó sobre Arcediano Monescillo para reivindicar la acción de Varane, que en directo pasó de puntillas. El VAR advirtió de la jugada. La revisión duró apenas un minuto pero pareció casi una vida. El final acabo con las cuatro mil gargantas racinguistas desplazadas soñando con el ascenso. Peque convirtió con maestría el penalti. Y con el Sporting, roto ante la certeza de que además de tres puntos, también ha dejado escapar un tren.

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