Amanecer primaveral en Bullas con un silencio sepulcral. Se escucha algún que otro grillo y, a lo lejos, los motores de la autovía. Lo único extraño en la pintoresca calle de chalets adosados de color amarillo es la anormal cantidad de coches policiales llenos de agentes que a las cinco de la mañana irrumpieron en la vivienda de Pedro Sánchez Guirao.