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La rucha

Aquella dicha

Ahora reconozco aquella dicha. La dicha es muy sencilla, necesita muy poco, no exige ni abundancia ni exquisitez alguna ni tampoco boato. Un domingo cualquiera, una tarde cualquiera de aquellos ingenuos años. Padres, volved por un momento, seamos un instante los que fuimos, aunque al abrir los ojos ya no seamos. Venid desde esa extensa lejanía, preparemos la cesta y volvamos de nuevo a merendar al campo. Llevaremos visera, fiambrera y tortilla y vino con casera y filetes de carne empanados. Y una baraja nueva y una colcha muy grande donde poner las cosas y sentarnos. Venid, al menos una vez, y luego, si ha de ser, ya nunca más, como hasta ahora mismo. Pero volved, nos espera el verano.

Aseadme y peinadme, ponedme las sandalias y el niqui de botones. Llevadme con vosotros de la mano. Vayamos a una fiesta con luces y altavoces y tiovivo y tómbola y barracas y coches y tiro al blanco. Que apunte bien papá, que sea el mejor de todos los que tiran y gane dos culebras de goma y una araña y un trabuco con corcho y un llavero de colmillo afilado. Que compre unos boletos a ver si mamá gana una muñeca grande o un porrón de cristal o una manta de pelo o un juego de seis vasos. Y bailad, bailad como si fuerais felices de verdad, mientras yo me entretengo con los otros chiquillos y corro por el prado y juego y salto.

Venid a vuestra casa. Un instante tan solo que se me antoje eterno. Quisiera madrugar y que la luz oliera a salitre y sanjuanes y que no falte nadie, como antaño. Y asomarme a La Riba y ver la mar en calma, con estelas de lanchas y veleros muy blancos. Y escuchar la alegría de todos los jilgueros y tordos y raitanes de mi infancia. Y llamar a Moisés desde la carretera, para que baje pronto, y vayamos contentos, sin desconsuelo alguno, a bañarnos. Regresad, por favor, sobre el fragor de agosto, con la salud de entonces. Preparadme el amparo inigualable de vuestros brazos. Voy a soñar, pues dicen que la existencia es sueño. Imagino que es cierto, que se hace posible lo imposible, que ya estáis aquí y tengo pocos años: cierro los ojos. Es un día cualquiera, viven los que vivieron, anuncia el pescadero parrochas y bonito. La muerte está muy lejos. Una avioneta anuncia rebajas en los muebles. Hay gaviotas volando.

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