María Laura di Fiore pinta mucho y bien. Le gusta y le atrae la naturaleza, la figura humana, el mundo en sí, todos los paisajes que a diario le rodean, las palabras que recoge y luego cose, pinta o borda en la tela de la ropa que diseña. Nacida en Argentina, sorprendida ante todo por cada cosa, con la precisa nostalgia por una tierra natal de poderosa raíz y al tiempo echando sus propias raíces en Asturias, no duda en afirmar que «está aprendido cada día y que, cuanto más sabe, más consciente es de cuánto ignora». Esa filosofía que cuenta y ejerce, así como su creativa personalidad, se refleja sin duda en su trabajo actual: el diseño de ropa pintada a mano donde también utiliza las técnicas de «patchwork» y collage para elaborar una ropa colorista, original, poética en el fondo y la forma, cálida y muy viva que, surgida de las manos y la imaginación de Laura di Fiore, firma con el nombre genérico de Árbol de la vida.

Olas, peces con ojos de botón, pájaros, palabras, gatos, soles, planetas, árboles asomados al mar y también personas protagonizan su ropa: camisas, faldas, pantalones, chaquetas, camisetas y hasta ropa interior destinada tanto a los adultos como a los niños. Para conocer un poco más a fondo su trabajo cuenta con el blog en internet collagedeflores.blogspot.com, además de acudir a su cita mensual al mercado ecológico artesano de Gijón que, este mes de mayo, se celebra el próximo fin de semana, es decir, los días 14 y 15.

Ella, que afirma con notable humildad que muchas de las frases que ilustran su ropa pertenecen a algunos de sus autores literarios favoritos, también hace sus pinitos con la escritura y así afirma, en uno de sus jerseys, que «el pez es un espíritu vivo, nadando en un tiempo eterno, que es el amor».

Esta mujer, que encuentra una sabia inspiración en los paseos que da junto a su hijo y su marido Carlos Julián Rocca, también artesano, por distintos rincones del paisaje riosellano, le lleva a recomendar a los amantes del caminar tranquilo y sin prisas hacer la ruta de Los Caleros, que recientemente ha sido señalizada y que lleva al viajero por otros lugares distintos y no por ello menos hermosos y entrañables, que los más conocidos de Ribadesella.

La ruta, de unos siete kilómetros y que puede realizarse tanto en coche (salvo la pista que une Samiguel con la carretera de Sardalla) como a pie, está trazada sobre el macizo de Ardines y en ella se encuentran tres caleros, alguno prácticamente derruido. El calero era una construcción esencial para la obtención de cal. Eran instalaciones en una torre de planta cuadrangular o circular construida en manpostería, ladrillo o ambos. En su hueco interno se realizaba la calcinación de la caliza mediante el fuego.

Las localidades que se pueden visitar en esta ruta, de unas dos horas y media de duración, son Sebreño, Samiguel y Ardines. Además, si el tiempo es claro y la luz acompaña, podrán descubrir desde el calero de Cerro Milán,- entre Samiguel y Ardines-, una magnífica vista del pico Mofrechu. Cabe recordar que bajo Ardines, situado en el extremo del macizo calcáreo del mismo nombre, se encuentra la cueva de Tito Bustillo, por cuyo interior discurre el río San Miguel.