Adiós pandemia, vuelve la ilusión

Luis Rivaya

Luis Rivaya

2019 se estaba acabando cuando empezaron las primeras voces a hablar de algo extraño que ocurría a muchísimos kilómetros de Villaviciosa. La historia partía de la ciudad de Wuhan en la República Popular China donde se había detectado una infección muy contagiosa provocada al parecer, por un animal llamado “pangolín” aunque también se especuló con un murciélago algo más grande que los que tenemos por aquí. Cuando nos quisimos dar cuenta en España (como en el resto del mundo), todos hablábamos de algo nuevo y desconocido llamado “Coronavirus”.

Siendo guaje aprendí alguna que otra palabra más o menos rara para nombrar a las enfermedades que nos acosaban entonces tales como anginas, sarampión, tosferina e incluso, una extraña y misteriosa que se llamaba escarlatina. Ah! y por supuesto, por culpa de estornudos, catarros y fiebre… ¡la gripe!, que tenía de bueno meterte en la cama sin tener que ir al colegio. A dicha enfermedad, posiblemente la más común de todas, se le añadía apellido en caso de ser más fuerte y persistente que la gripe a secas a la que se considerada como “normal”. La del apellido se denominaba gripe “asiática” porque también venía de muy lejos e imponía cierto respeto y preocupación en las casas. Vamos… ¡que te metía el miedo en el cuerpo!

Hoy, muchos años después, quienes nacimos en aquella hornada de mediados del siglo XX no tuvimos más remedio que ir aprendiendo todos esos vocablos que enriquecían nuestra cultura. A ellos hemos añadido desde 2020, otras palabras por esa nueva epidemia mundial conocida como “Pandemia” derivada de ese coronavirus que debe algo así como ‘el rey de los microbios’ por eso de la “corona” + “virus” con el agravante añadido de condenarnos a la reclusión en nuestros hogares por orden gubernamental. Pero hubo más. Ese nuevo status de obligado cumplimiento para los ciudadanos aportaría asimismo la palabra “Covid” que definiría a la nueva enfermedad sin saber todavía hoy si es palabra o palabro, es decir, masculina, femenina o vaya usted a saber. Por culpa del Covid o la Covid nuestra vida y costumbres cambiaron radicalmente en tan solo un par de años. (Dudo con la tilde de “solo” sea ambiguo o no).

“El mundo” gira que nos cantaba el italiano Jimmy Fontana y esto no hay quien lo pare. Todo va cambiando a pesar de que durante años terminamos asumiendo que ‘la vida sigue igual’ por culpa de un gallego universal. Da lo mismo que hablemos de artes, ciencias o letras. Puede haber descubrimientos, inventos, viajes espaciales o cambio climático… Tecnología, moda, música, penas y glorias, guerra y paz… La vida sigue igual…

No quiero enfrentarme a Julio Iglesias porque los dos jugamos al futbol de porteros y en el mismo equipo pero a raíz de la pandemia, creo que algo cambió porque pese a todos los desengaños y sinsabores que vivíamos a diario, a los españoles se nos caracterizaba por el humor y la alegría de las fiestas y las juergas flamencas trasnochando y bailando sin parar aquello de ‘los pajaritos’ de María Jesús, el ‘porompompero, de Manolo Escobar o la ‘macarena’ de Los del Río.

Cuando llegó el turismo los extranjeros supieron valorar muy bien nuestras costumbres adaptándose con rapidez a los horarios y casi hasta nuestra forma de ser. Les gustaba ‘la conga’ aunque no estuviese Jalisco en la fiesta; adoraban la paella y el ‘viva España’… Y como no, también el vermú y muy especialmente, eso de acostarse muy tarde que era algo que no podían hacer en sus respectivos lugares de origen.

Insisto: la pandemia lo cambió todo. Sin darnos cuenta la reclusión, el encierro en nuestros hogares había cambiado nuestra forma de ser, nuestra vida anterior. Habíamos dejado de ser los mismos cuando comenzábamos a tararear ese himno de Rosendo Mercado cuya letra arranca con un “no pienses que estoy muy triste si no me ves sonreír (es simplemente despiste)… maneras de vivir”.

Esa crisis mundial trastocó muchos de nuestros planes y nos enseñó a vivir de otra manera al tiempo que nos hizo un poco más buenos y sensibles a todos consiguiendo momentáneamente, que todo estuviese más tranquilo y fuésemos algo más solidarios.

Salir cada día a los balcones, ventanas y terrazas se convirtió en un ritual frente a la pandemia al ritmo del ‘resistiré’ del Dúo Dinámico. Queríamos transmitir la fuerza y unión que atesorábamos y mostrar nuestro apoyo, admiración y agradecimiento a los colectivos que estaban jugándose literalmente la vida. Hablo de médicos, sanitarios, transportistas y varios más.

Pero queramos o no la tristeza se había apoderado de muchos y el cambio en nuestra forma de ser y costumbres empezaba a ser toda una realidad. Sin publicarse en ningún boletín oficial pero como si fuese por decreto ley, dejamos de alternar, de salir a tomar algo, de comer fuera y hasta de reunirnos con la familia o amigos. La crisis provocada por el coronavirus obligó al cierre de muchos negocios y por si esto hubiera sido poco, el convertirnos en cineastas como José Luis Garci y ‘volver a empezar’ se presentaba más que duro para la hostelería, la hotelería y el comercio en general que veían como habían caído sus ventas e ingresos.

La pandemia estaba causando estragos al tiempo que la resignación se convertía en algo cotidiano que parecíamos asumir aunque no nos gustase y creo que la obligatoriedad en el uso de las mascarillas durante tanto tiempo también contribuyó a nuestra frialdad y distanciamiento. Sin notarlo y sin verlo el tejido de la tristeza nos iba cubriendo incluso, tiempo después de levantarse las restricciones.

Han pasado tres largos años y fue en los albores de este 2023 cuando oficiando como locutor en la Cabalgata de Reyes tuve la sensación de que algo estaba pasando. Grandes y chicos daban calor, color y bullicio a una noche mágica como ya dije en su momento. Era como si Villaviciosa terminase su letargo invernal a pesar de que estuviésemos a principios de enero.

Un mes más tarde llegó el Antroxu. Las calles, plazas y jardines volvieron a recuperar su ambiente y colorido con un carnaval que aquí en la Villa concluyó el pasado sábado 4 de marzo con un desfile espectacular en el que participaron más de mil doscientas personas de todas las edades aplaudidas a rabiar por un inmenso gentío que disfrutó de lo lindo. Un público que llenó las aceras desde la calle Víctor García de la Concha hasta la Plaza del Ayuntamiento donde pasada la media noche se celebraría una espectacular y animadísima entrega de premios donde la gente fue absolutamente feliz.

Por deformación profesional acudí con mi cámara de video al cierre del Antroxu maliayés y les aseguró que fue animadísimo. Tras un desfile grandioso que me hizo recordar otro parecido en las Fiestas del Portal de hace veinte años, llegarían las deliberaciones del ‘jurado de calle’ que otorgaría los premios finales a los mejores. Un tiempo precioso para pinchar algo y hablar con amigos y vecinos que reflejaban en sus rostros la ilusión por lo que habían vivido hasta entonces.

El fin de fiesta fue de los que hacen época. Increíble el ambientazo de toda Villaviciosa en una Plaza del Ayuntamiento repleta de un público de todas las edades bailando con la música de un disc jockey a quien acompañaba un buen maestro de ceremonias disfrazado al que obedecían todos los asistentes superando a aquél legendario Ballet Zoom, de Giorgio Aresu, que se consagró en televisión con el inolvidable Valerio Lazarov.

Definitivamente, ¡Adiós pandemia! Vuelve la ilusión para quedarse y lo ratifico plenamente porque, al día siguiente, nos dio una nueva ración de ella el piloto asturiano de Fórmula 1, Fernando Alonso, con su pódium en Bahréin. Algo que pude vivir y comprobar personalmente siguiendo la retransmisión en una céntrica cafetería de la Villa, también repleta de gente de todas las edades, que jaleaba y aplaudía al ovetense cada vez que superaba a un rival. Vuelve la ilusión a la Villa.