Llanes, Javier CUERVO

Julio Gavito Omaña (Caborana, 1947) fue consejero de Industria del Principado de 1984 a 1987, director general de Astilleros Españoles y tiene 35 años de experiencia en la industria del gas y del petróleo. Aunque dice que quería «tener un estanco y llevar una vida tranquila» el currículum de este ingeniero de Minas por Madrid recorre un montón de ciudades españolas, y otro de países, varios de Oriente Medio, que le hizo pasar incluso por una celda de Bolivia. Ahora recala en Escal UGS en un yacimiento de almacenamiento de gas en Vinaroz (Castellón).

Gavito es un tipo resistente que se cuenta con sentido del humor, que conserva amigos en todas partes y comparte con su mujer el orgullo de dos hijos que se defienden ya solos, el mayor en una bodega de Vitoria, el pequeño en la City de Londres. Tiene un nieto.

-Murió Franco en 1975 y al mes usted volvió a España.

-Presenté la dimisión, una carta que copié de un libro inglés de modelos epistolares y que he usado varias veces en mi vida, entre ellas con Pedro de Silva. Me metí en Hispanoil (luego Repsol) como ingeniero de organización de Chevron en el campo de petróleo Casablanca, frente a Tarragona, e hice todo el desarrollo.

-¿Ya estaba casado?

-Técnicamente me casé cuando mi hijo mayor tenía 7 años e Inés estaba embarazada del segundo. Fue en Oviedo. Nos casó la hermana juez de Juan Luis Rodríguez-Vigil y asistieron Pedro de Silva y Mariano Antolín Rato, amigo mío y de mi hermana Popi, de Madrid y de Londres. Su mujer y él son culpables de que leyera mucha ciencia-ficción en los 70 y 80, a Philip K. Dick y mucha literatura inglesa.

-¿Cuándo conoció a Inés?

-Cuando estaba en Oriente Medio, fui de vacaciones a Londres, a casa de mi hermana Popi. Inés era de su pandilla. La muerte de Franco nos cogió allí. Tenemos foto de la celebración con Eduardo Chamorro, Laura García Lorca, José Martín-Artajo y otros. Al volver a España quedé con ella y con ella seguí el resto de mi vida.

-Después de las plataformas de Tarragona y de Bermeo fue consejero de Industria de 1984 a 1987.

-Arturo Gutiérrez de Terán habló de mí a Pedro de Silva cuando tenía que sustituir a Jesús Fernández Valdés. Nos reunimos en el hotel Meliá Princesa de Madrid. Le conocía por los artículos de «Asturias Semanal», una revista que recibía por correo en Arabia Saudita.

-¿Qué le pareció Silva?

-Él negaba haber sido príncipe del Colegio de los Jesuitas de Gijón. Si no lo fue, tendría que haberlo sido. Mi opinión -que él va a leer- es que no tenía defecto: era inteligente, trabajador, de izquierdas... le faltaba debilidad para ser humano. La adquirió con la edad.

-Valore su labor de consejero.

-Apenas tenía competencias y me tocaron los conflictos de Cantábrico y Riera, Talleres Moreda y Confecciones Gijón. Creo que UGT, CC OO y CSI estaban contentos conmigo y conservo amigos. La acción de gobierno que recuerdo con satisfacción fue que Pérez Simón invirtiera en la planta de transformación de ocle. El diputado socialista José Manuel González, entonces su cuñado, contó que quería invertir en Asturias, pensamos en transformar el ocle y viajamos a EE UU para entrevistarnos con tecnólogos. Era una época muy buena para los que teníamos inquietud política y queríamos un país homologable. Yo era independiente pero al año de ser consejero me afilié al PSOE y en él sigo.

-Dio una carta de dimisión a Silva pero usted acabó mandato.

-La guardó y la aceptó al acabar el mandato. No recuerdo los detalles. La presenté por algo de Cantábrico y Riera cuando era director general de Industria Eduardo Santos. Debí de tomar una decisión sin comunicárselo a Pedro y me lo hizo notar. Somos amigos y hablamos cada poco. También soy amigo de Terán, de Vigil -al que más veo- y de Bernardo Fernández, a quien quisiera ver más.

-Al salir del Principado se fue a Drillmar, subsidiaria de Repsol que hacía plataformas flotantes de explotación petrolífera, lo que le relacionó con Astano, donde trabajó 10 años. En ese tiempo sufrió un gravísimo accidente.

-Vine a Oviedo por un asunto de mi hermano Rafa. Al marchar, reposté en la primera gasolinera de la carretera de Mieres, llovía mucho y amanecí seis semanas más tarde en el hospital. Por el medio estuve muriendo. Era la guerra del Golfo y en mis delirios le decía a Inés que llamara a Julián García Vargas, ministro de Defensa, para recomendarle que llevara sal a los soldados para que aguantaran en el desierto. Tuve sueños muy reales con las enfermeras y los celadores que me cuidaron y al despedirme les conté el papel que tenían en mis delirios. Todos lo querían saber. Fue a verme «Triqui», de CC OO. No aparecieron los de UGT que eran más amigos y que, siendo consejero, me sacaron del paritorio donde nació mi segundo hijo por algún lío sindical.

-¿Aprendió algo del accidente?

-Es corriente que el cerebro olvide el golpe para no meterse en líos. No recuerdo nada pero mi accidente lo grabó una unidad de TVE en Asturias. El decorador Chus Quirós me pasó una grabación y se ve que cuando me quiere sacar del coche el primer samaritano pido que no me toquen hasta que venga el médico. Aprendí que hay que cambiar los neumáticos y mirar que tengan dibujo.

-Regresó a Repsol y vivió en Boston y Bolivia.

-En Boston defendí los intereses de Repsol en una empresa de la que adquirió la mitad en la compra de YPF, que se dedicaba a comprar productos petrolíferos en el mundo entero para venderlos a mayoristas en Massachussetts. Allí viví tres años con mi mujer y mi hijo pequeño, que hizo la high-school y la carrera. El mayor quedó en Madrid estudiando Derecho. La empresa iba bastante bien, pero se vendió y me mandaron ir a Bolivia.

-De presidente de Repsol-YPF en el país. Le denunciaron por hacer contrabando de petróleo.

-No podía ser contrabando porque no metía nada en el país y los papeles que no se tuvieron en un momento dado, los dio al día siguiente el Ministerio de Industria. Pero acababa de llegar al Gobierno Evo Morales y los fiscales querían quedar bien con el nuevo poder persiguiendo a una multinacional.

-Su director general y usted tuvieron que escapar del país.

-Me porté muy bien con Repsol y Repsol muy mal conmigo. Salí del país, contra mi criterio. Yo quería quedarme en Santa Cruz de la Sierra, en la residencia de monjas donde trabajaba Inés a través de una ONG de Nicolás Castellanos que tiene el premio «Príncipe de Asturias» de la Concordia. La empresa organizó una inmensa chapuza y nos sacó en tres coches, atravesando media Bolivia, para salir por la frontera sur. También decidieron que Inés volara a Buenos Aires y cuando aterrizó y preguntó dónde estaba yo le dijeron que no sabían nada. Nos reencontramos en Río Cuarto (Córdoba, Argentina) mientras Repsol seguía diciendo que ignoraba dónde estábamos.

-¿Por qué?

-El aparato mediático de Repsol, manejado por el gurú Jaume Giró -que ya no está- enviaba notas de prensa a favor de su interpretación de cómo proteger el valor de la acción. Decían que el problema era de los directivos -no de la empresa- pero que confiaban en nuestra honorabilidad. El problema era de Repsol y si yo estaba en aquel lío era por ser su representante legal. Mientras tanto, la empresa hablaba con el Ministerio de Exteriores español que estaba en conversaciones con Morales y sus ministros.

-Ustedes volvieron a Bolivia.

-También contra mi criterio y por seguir las instrucciones de la empresa. Allí hubo algo de ingenuidad del ministro Moratinos, de Bernardino León y del embajador Montalbán, que dieron todo por resuelto y olvidaron que en el país hay separación de poderes, en teoría. Regresamos, nos presentamos voluntariamente en la fiscalía y, según avanzaba la tarde, me di cuenta de que íbamos a acabar en prisión porque querían hacer un circo a nuestra costa. Estuvimos en una celda de la Comisaría de Santa Cruz de la Sierra con un preso que había puesto una bomba a una fiscal, que se portó de forma encantadora y nos ofreció tabaco. Cuando el asunto fue sobreseído y el fiscal reconoció que era imposible el delito, Repsol no lo quiso contar así y tuve que mandar yo las notas de prensa a LA NUEVA ESPAÑA para que mi inocencia quedara clara, al menos en Asturias. Gracias a eso y a que lo tomó la agencia «Efe» en España y en Bolivia quedó clara la historia y el propio fiscal confirmó que así era.