E. CAMPO

E. C.

Una plaza de notario está vacante en Avilés, de forma inédita en Asturias, ya que es la primera vez que no hay aspirantes para ocupar una plaza de notario de primera (las destinadas a las ciudades de más de 50.000 habitantes). La razón de esta falta de interés es la crisis inmobiliaria, que ha venido a mermar considerablemente los ingresos de estos funcionarios, y que deja a Avilés con seis notarios en activo. «Es un hecho histórico al menos desde que alcanza mi memoria», afirmó ayer el decano del Colegio de Notarios de Asturias, José Luis Fernández Lozano. Detrás de esta situación están los números: de 2007 (antes de la crisis) a 2010 los ingresos registrados descendieron en un 50 por ciento, según el Colegio, ya que son las transacciones inmobiliarias las que sustentan el grueso monetario de la actividad notarial.

La región se suma así a la tendencia ya iniciada hace meses en otras regiones españolas, que el año pasado acumulaban 36 notarías de primera desiertas, según indicó Fernández Lozano. Las vacantes se ocupan mediante concursos en los que la antigüedad es el criterio que se sigue para otorgar la plaza, lo que quiere decir que estas sedes no interesan ni a los profesionales más jóvenes, que están en inferioridad de condiciones a la hora de competir con sus compañeros más veteranos. De las 78 plazas demarcadas de notarios que hay en Asturias -3.000 en España - era habitual que quedaran desiertas las de poblaciones como Boal o Belmonte de Miranda, de tercera categoría, pero hasta ahora nunca una de primera.

Según Fernández Lozano, los seis notarios que están en activo en Avilés son más que suficientes para desarrollar el volumen de actividad actual. «En Avilés ha sido especialmente significativa la disminución del trabajo. He hablado con algunos de ellos y me han dicho que lo han pasado muy mal, e incluso registran pérdidas algún mes, algo inaudito», reconoce el decano de los notarios. Esta vacante podría cubrirse en las próximas convocatorias -los concursos se realizan aproximadamente cada cuatro meses- pero Fernández Lozano no es optimista, ya que los augurios para 2011 son malos y es muy difícil hacerse hueco en el mercado avilesino con otros seis notarios ya establecidos y con clientela. La vacante se produjo por el desplazamiento de una de las funcionarias, que optó por trasladarse a Lugones, una plaza de segunda pero mucho más apetecible. Sólo Oviedo, Gijón y Avilés tienen en Asturias notarías de primera, mientras que otras como las de Mieres, Siero, Cangas de Narcea, Valdés y Tineo son de segunda, y de tercera las de poblaciones más pequeñas. Además de Avilés están vacantes plazas en Boal, Proaza, Belmonte de Miranda y Trevías.

Los notarios vuelven al pueblo. Esta es una de las consecuencias del parón inmobiliario, que ha hecho de las ciudades lugares de riesgo, cuando antes eran las plazas anheladas por ser las que más ingresos permitían. El decano del Colegio de Notarios de Asturias, José Luis Fernández Lozano, pone de ejemplo Panes, una localidad sin notario desde hace años, ya que estaba considerada como una de las «malas» y que sin embargo ahora va a ser cubierta. «El funcionario que viene estaba en una población con plaza de segunda, donde había otros dos notarios, y lo pasó muy mal económicamente, por eso decidió volver a Asturias y buscar la seguridad del pueblo», cuenta Fernández Lozano. La menor competencia (o nula) de los núcleos rurales permite compensar que la actividad sea muy inferior a la de la ciudad.

Hasta ahora, la carrera notarial habitual comenzaba en una notaría pequeña como la de Colunga. Un año después el funcionario estaba en disposición de optar a otra plaza más apetecible, como la de Villaviciosa, y de ahí a Mieres o Langreo, y Avilés, Oviedo y Gijón. «Pero eso ya no es así. Se prefieren los pueblos a las ciudades porque la crisis afecta más a estas últimas», indica el decano. De hecho en el último concurso se dio la paradoja de que los notarios que podían aspirar a plazas de primera como Barcelona o Cádiz prefirieron pedir notarías de tercera en pueblos remotos que sí les garantizan la posibilidad de cubrir gastos.

Otro cambio de tendencia es el que se refiere al tipo de documento que se realiza en las notarías. Frente a las ventas y préstamos hipotecarios, que son los documentos de mayor coste, ahora el mayor volumen de trabajo se refiere a trámites como los testamentos, cuya tarifa es la misma que en 1989, unos 30 euros. Eso supone que sea necesario reestructurar y redimensionar las notarías, ya que en los años de bonanza económica, según explica Fernández Lozano, buena parte de los notarios aumentaron las plantillas e invirtieron para mejorar locales e instalaciones. «El mantenimiento de esa estructura hace que los gastos prácticamente consuman los actuales ingresos, por eso hay que reducir gastos», afirma el decano.

La tendencia, pues, es de cautela por parte de los notarios, conscientes de que la crisis que afecta a toda España perjudica especialmente a las zonas costeras y en las ciudades. Las más rurales, donde no hubo un desarrollo extraordinario de la construcción, se mantienen.