Luanco,

Illán GARCÍA

Manuel Antonio Gutiérrez «Chispa» (Luanco, 1927) es un viejo lobo de mar y ha orientado buena parte de su vida a mantener viva la tradición marinera de su pueblo. De hecho, se dedicó al mundo de la pesca durante 42 años, de los cuales unos treinta fue patrón de costa. «Trabajé tanto en pesca de bajura como en pesca de altura», afirma «Chispa», que desde hace 31 años ejerce como recepcionista del Museo Marítimo de Asturias, en Luanco. Con esta entrevista realizada en el centro museístico de la calle Gijón, LA NUEVA ESPAÑA continúa con la serie «Luanquinos» que intenta repasar los entresijos de esta villa marinera a través de la vida de los vecinos de la capital del concejo. «A los doce años y medio ya estaba en la mar», relata orgulloso «Chispa».

-Ha pasado toda la vida vinculado al mar. Primero como pescador y ahora, en el Museo Marítimo. ¿Qué recuerdos tiene de sus inicios?

-Cuando era un chiquillo había más de treinta barcos en Luanco y todo el mundo vivía, directa o indirectamente, de la mar. Con el paso de los años llegaron los visitantes de Oviedo, que alquilaban casas cada verano y eran como de la familia. Recuerdo también los primeros barcos con luz eléctrica que llegaron a Luanco, el «República» y el «España». Fue en 1932, tenía cinco años y no se me olvida, me acuerdo de aquel acontecimiento como si fuera hoy.

-¿Cómo era Luanco?

-Era como una gran familia. Vivíamos unas 3.500 personas (actualmente, la población de Luanco ronda los 5.500) y, para demostrar nuestra camaradería, las puertas de casa no se cerraban. La pesca era el principal motor económico. Como decían las mujeres de antes: «Si no entra por la cabecera, hambre», en referencia a la llegada de los barcos por la entrada a la bahía de Luanco. Había cuatro fábricas de conserva, seis o siete carpinterías de ribera, trescientos marineros... Ahora debe haber muy pocos pescadores profesionales. Yo empecé en la mar en 1940 y el ambiente era fenomenal.

-Recuerda con nostalgia aquella época...

-Claro que sí. Había inviernos que venían los barcos de lado de la cantidad de palometa que traían. Los vecinos y pescadores esperaban a los barcos en el muelle, había mucha gente. Había ambiente marinero.

-Pero eso ya es pasado. Luanco ha cambiado y el sector pesquero no pasa por sus mejores momentos

-El cambio que pegó Luanco no me gusta, prefería más lo casero. Ya no se ven barcos en el muelle y esos corrillos de gente hablando de la mar, del fútbol, de lo que sea. Ahora vas por la calle y no ves esas reuniones improvisadas, no ves un alma. Es curioso, además, que antes, con actividad pesquera, no teníamos casi puerto y ahora, sin apenas actividad, hay dos. El del Gayo es un puerto turístico.

-Después de tantos años en la mar, ahora trabaja en el Museo Marítimo.

-Llevo aquí desde hace 31 años. Y que quede claro que este es de los mejores de España. Hay de todo: biología, carpintería de ribera, historia de la pesca, navegación y una exposición del Titanic.

-¿Cuáles son las dificultades del Marítimo?

-La falta dinero. Hay que reflotarlo. Ojalá llegue un día un multimillonario y ponga 200 o 300 millones de pesetas. Yo sigo hablando en pesetas. Que pase como con el Real Oviedo. El Marítimo es lo mejor, el que guarda la esencia marinera de Luanco y así lleva desde 1948.

-Cambiando de tercio, ¿Qué futuro le ve a Luanco?

-Espero que vuelva el auge de la pesca, como no haya otra solución habrá que volver a la mar.

-¿Y el turismo?

-Antes, ya digo, éramos una familia, ahora no se conoce a los turistas.

-Si tuviera que elegir con qué se quedaría de su Luanco natal...

-Esto como no cambie es un barco a la deriva. Me gusta Luanco, es un pueblo muy bonito, de los más bonitos de la costa y lo digo, no porque sea de aquí, sino porque conozco el litoral desde Bayona a Bayona. Como dice la canción: «Hay un pueblo en Asturias que es un encanto, no hay pueblo más bonito que el de Luanco». El ambiente marinero lo echo de menos.