Pola de Siero,

Franco TORRE

Ni La Pola, ni Pola Siero, ni La Pola Siero. Los vecinos de la capital sierense prefieren quedarse como están y continuar usando el topónimo por el que se ha conocido a la localidad hasta la fecha, Pola de Siero, en vez del propuesto en la nueva toponimia oficial recientemente publicada, La Pola Siero.

El peso de la tradición y las posibles confusiones con núcleos de otros concejos son las razones esgrimidas por los polesos consultados por LA NUEVA ESPAÑA en la mañana de ayer, día de mercado en la localidad, para rechazar el cambio de denominación propuesto en el documento elaborado por la Consejería de Cultura, y aprobado por la Junta General del Principado, y mantener «la de toda la vida».

En este sentido, un recién emigrado a la Pola, Marino Areces, señala que «el tema éste de la toponimia me parece regular». A Areces no le faltan razones para desconfiar de las nuevas denominaciones, ya que se mudó a la localidad hace apenas tres meses desde Carbayín Alto, una de las localidades en las que más revuelo ha levantado la nueva toponimia, y que en adelante se llamará Carbayín, a secas.

No obstante, Areces declina entrar a debatir la polémica que se ha creado en las parroquias de Santa Marta de Carbayín y Santiago de Arenas, señalando que «lo que pasó, pasó». En el caso concreto de la capital del concejo, Areces señala que «dentro del concejo, siempre se la conoció como La Pola», aunque reconoce que «designarla solo así podría dar lugar a equivocaciones y problemas con otros concejos».

Precisamente, las posibles confusiones con otros núcleos, como Pola de Laviana, es la razón esgrimida por José Luis Fernández para apoyar el mantenimiento del anterior topónimo. «Aquí decimos Pola de Siero, y siempre ha sido así desde que yo recuerde: Pola por la localidad, y de Siero, por el concejo» señala Fernández. «Es cierto que se suele simplificar el nombre diciendo Pola o La Pola», continúa, «pero es sólo un término de uso interno del concejo, y en otros municipios donde hay "polas" también se hace así».

En cambio, Trini Crespo se muestra más tajante en su rechazo, señalando: «A mí no me gustan los cambios». Natural de Vega de Sariego, aunque residente en Pola desde hace varios años, Crespo señala que «no creo que allí permitiesen que cambiasen el nombre a La Vega, y yo sin duda me opondría». A juicio de Trini Crespo, «estos cambios de denominación, ya sea en nombres de pueblos o de calles, no son apropiados, sólo sirven para confundir a la gente».

En opinión de la sierense, «estos cambios continuos no sirven nada más que para que olvidemos lo que había antes, pero hay que respetarlo todo y recordarlo todo». Crespo considera que el mantenimiento de la toponimia o de los nombres de la calles «es en el fondo una cuestión de respeto», y entiende que en este sentido los cambios del callejero que introduce la ley de Memoria Histórica «tampoco son apropiados, ya que yo creo que hay que respetarlo todo».

Algo similar, en lo referente a las cuestiones toponímicas, opina Ángel Escribano, que lleva 42 años viviendo en la localidad. Para Escribano, «siempre hemos conocido el pueblo como Pola de Siero, y no entiendo por qué tienen que cambiarlo». «Para mí, está bien como está», continúa Escribano, quien añade que «yo no quiero meterme en líos ni ofender a nadie, pero lo cierto es que no creo que este cambio vaya a crear empleo ni nada por el estilo».

Otra vecina que teme que los cambios produzcan confusión es Mayerlin Pérez, quien afirma que «siempre he conocido la localidad como Pola de Siero, y así seguiré llamándola». A juicio de la joven, «estos cambios pueden traer algunas confusiones, sobre todo en los más radicales, para la entrega del correo y cosas similares».

No obstante, Pérez no alcanza a entender «que siempre estén cambiándole el nombre a las cosas y a los lugares: primero las calles, luego los nombres de los sitios...». A su entender, «los cambios no hacen que la gente deje de llamar a tal lugar de una manera, sino que al final siempre volvemos a lo anterior, a lo que conocemos».

Por su parte, un visitante en la localidad, José Antonio Díaz, de El Berrón, aporta un poco de perspectiva al problema y señala que «el de la Pola es un problema menor, sobre todo en comparación con lo de Carbayín». Pese a que Díaz ve positiva la defensa del asturiano, entiende que «no se puede imponer el idioma», y afirma que «lo más adecuado hubiera sido presentar el documento y someterlo a un referéndum entre los vecinos, a ver si están de acuerdo con los cambios».

Díaz considera que una medida de esta índole hubiese evitado la polémica actual, e insiste en que «no podemos obligar a la gente a cambiar el nombre de sus localidades porque sí». Por ello, considera que «está bien que se haya hecho la propuesta, pero ahora debería ser la gente la que decidiera cómo llamar a sus pueblos». Una solución salomónica para una polémica que, poco a poco, va adquiriendo tintes bíblicos.

«Deberían convocar un referéndum antes de aplicar los cambios propuestos»

<José Antonio Díaz >

Vecino de El Berrón

«Aquí decimos Pola de Siero, y siempre ha sido así, desde que yo recuerdo»

<José Luis Fernández >

Vecino de Pola

«Para mí está bien como está, y no creo que el cambio vaya a crear empleo»

<Ángel Escribano >

Vecino de Pola

«En el concejo se suele decir La Pola, pero puede traer confusiones»

<Marino Areces >

Vecino de Pola

«No me gustan los cambios de nombres, ni en los pueblos ni en las calles»

<Trini Crespo >

Vecina de Pola

«No entiendo por qué están siempre cambiando de nombre los lugares»

<Mayerlin Pérez >

Vecina de Pola