de lo nuestro Historias Heterodoxas

Tiempo de cineclubs

Asociaciones con variopinta ubicación ideológica impulsaron en Mieres la afición al séptimo arte y el acceso a filmes ajenos al circuito comercial

Los cineclubs, vistos por Alfonso Zapico.

Los cineclubs, vistos por Alfonso Zapico. / Alfonso Zapico

Ernesto Burgos

Ernesto Burgos

Los cineclubs nacieron para presentar una contraoferta a la programación habitual de los cines, por una necesidad de los verdaderos aficionados que no tenían otra manera de acceder a las películas de calidad que se estaban presentando fuera de España. Tras la guerra española estuvieron controlados por el SEU, hasta que en 1952 se creó la Federación Española de Cineclubs, y el 11 de marzo de 1957 una ley reguló su funcionamiento y abrió el Registro Oficial de Cineclubs dependiente de la Dirección General de Cinematografía y Teatro.

Para pedir la inscripción, debían estar vinculados a una asociación o ser avalados por la Iglesia como cineclubs parroquiales, pidiendo la autorización respectivamente al Gobierno Civil o al Arzobispado; no tenían ánimo de lucro y se financiaban con las cuotas de los socios con la finalidad de proyectar cintas en sesiones privadas, a ser posible con el comentario previo de un especialista y casi siempre con un coloquio posterior en el que participaban los espectadores. También estaban obligados a presentar el listado de films proyectados, las fechas de las sesiones y el número de asistentes a cada una.

Se ha escrito que en los años 60 el cine suplió en muchos casos a los libros ya que ahorraba la lectura de los mismos; sin embargo, las proyecciones de los cineclubs no cumplían esta función porque, por lo general, se rechazaban las películas más comerciales y se atendía a producciones hechas al otro lado del telón de acero o por directores independientes que muchas veces tenían un marcado carácter político.

Por eso, en el caso de la cuenca del Caudal, parece lógico que la Asociación Amigos de Mieres con muchos socios del Partido Comunista contase con el suyo, pero lo es menos que el Centro Cultural y Deportivo Mierense, más vinculado a la burguesía local, también respondiese a estas mismas características. Vamos a empezar por conocer algunas cosas sobre este segundo cineclub, a partir de la información que proporcionó en un número de "Comarca" publicado en junio de 1968 Pío-Roberto Fernández Celaya, un hombre polifacético que entre otras cosas hacía la crítica cinematográfica del semanario y era además secretario-director del club de cinéfilos.

Según recordó en su artículo, el Centro Cultural y Deportivo se había fundado en 1959 y hubo una época en la que se exhibieron docenas de documentales remitidos por diferentes embajadas extranjeras hasta que en septiembre de 1966 Luis Fernández Cabeza, alma mater de esta asociación, registró y federó la sección de cine con el nombre de Cineclub Mierense y el número 138. Por esta vía llegaron a la villa los mejores films de cine amateur asturiano y películas del neorrealismo italiano que se veían poco en los cines comerciales, y con la generosa colaboración de la Empresa Olavarrieta se presentaron en funciones de estreno especial algunas de las obras que entrañaban más riesgos económicos para los empresarios del ramo.

La primera película se pudo ver el 11 de noviembre de aquel año y fue proporcionada por la Federación Española: se trataba del documental "Skopje 63", dirigido por el yugoslavo Veljco Bulajic, sobre un gran terremoto sufrido en Macedonia, que había recibido el máximo galardón de la Unesco y un León de Oro Especial en Venecia en 1964. La segunda sesión fue "Mi tío", del francés Jacques Tati y se dedicó a los hijos de los socios; luego vinieron "Don Quichotte", del austriaco Georg Wilhelm Pabst, y también "Y el quinto es el miedo", del checoslovaco Zbynek Brynych.

Después se llegó a hacer un Ciclo Internacional de Cine con ánimo de continuidad en el que se proyectó "Los golfos", la primera obra de Carlos Saura, junto a obras del ruso Eisenstein, el hispano-mexicano Luis Alcoriza, el francés Claude Chabrol y el alemán Robert. A. Stemmle. Algunas de estas películas, en unos casos por su antigüedad y en otros por su innovación, solo eran recomendables para aficionados muy expertos y sin embargo fueron bien aceptadas por los socios del cineclub, cuyas actividades se dieron a conocer en la revista nacional "Nuestro Cine".

En la temporada siguiente se proyectaron otras 14 películas, algunas con gran éxito de público, como "La caza", también de Saura, que había ganado el Oso de Plata en el Festival de Berlín y llegó hasta aquí de nuevo gracias a los Olavarrieta, luego siguieron exhibiéndose films de directores tan prestigiosos como Luchino Visconti, Juan Antonio Bardem, Luis Berlanga o el portugués Fernando Lopes.

Ya hemos dicho que el otro gran cineclub mierense fue el de la Asociación Amigos de Mieres. En este caso, para saber como desarrolló sus actividades tenemos que remitirnos al libro "Cultura Popular y Lucha por la Democracia en Asturias" escrito por Paco Faraldo, quien fue testigo de sus actividades desde que se inscribieron sus primeros socios el 16 de agosto de 1968 hasta su final en 1991.

En el seno de Amigos de Mieres funcionaron grupos de montaña, de ajedrez, de teatro, una agrupación coral y equipos de gutbol, e igual que se hacía en el Centro Cultural, también se convocaron concursos de pintura y redacción y se realizaron numerosas excursiones.

Seguramente, las grandes diferencias entre ambas asociaciones estuvieron marcadas por lo ideológico y se notan por tres detalles: el distinto talante político de los conferenciantes que cada una trajo a la villa, los intercambios culturales con estudiantes extranjeros que solo hizo Amigos de Mieres y, en tercer lugar, las actividades relacionadas con la religión católica como los concursos de belenes o los certámenes de poesía navideña del Centro Cultural.

El cineclub de Amigos de Mieres llevó el nombre de "Luis Buñuel" y fue dirigido por Juan José Canedo con el apoyo de Lisardo Menéndez. Logró mantenerse hasta los años 80 y en él se proyectaron muchas películas proporcionadas por la embajada francesa y el Club de Amigos de la Unesco o pedidas a la Filmoteca Nacional. También llegaron a traerse clandestinamente otros films que se pasaban en sesiones internas para los socios.

Durante mucho tiempo se logró hacer dos sesiones semanales de películas o documentales en el local, pero con el objetivo de que las cintas llegasen al público ajeno a la asociación, también se alquilaban –pagando 4.000 pesetas por sesión– el cine Capitol y sobre todo el Novedades, donde en sesiones matinales llegaron a verse hasta cuatro películas al mes. Personalmente, puedo recordar como los films eran de las mismas características, países y directores que ya hemos anotado para el Cineclub del Centro Cultural y que podían encuadrarse en lo que entonces se llamaba Arte y Ensayo

Un capítulo aparte merece la proyección de documentales de la República Democrática Alemana que fueron muy bien acogidas en el local social, especialmente durante el primer trimestre de 1975, cuando, según Paco Faraldo, se produjo "una verdadera inmersión en diferentes aspectos de la vida en la Alemania del Este a través de una larga serie de cintas que fue vista por una nutrida asistencia".

Al escribir sobre los cineclubs mierenses, también es de justicia recordar a Jesús Miguel del Campo, que era entonces un joven vinculado al Centro Cultural y Deportivo, pero había adquirido una amplia formación académica relacionada con el mundo de la cinematografía, lo que le permitió publicar sus criticas en prensa especializada, impartir conferencias o participar como jurado en varios concursos. Él fundó un tercer cineclub en la Casa de la Juventud de Mieres y convirtió La Chenal –un bar de copas emplazado en la mítica "calle del Viciu"– en el lugar de reunión de los cinéfilos locales.

Nel Amaro citó este local en el amplio artículo "Una historia de cine", publicado con motivo del desgraciado derribo del cine Capitol en un álbum dedicado a las actividades de Radio Parpayuela en 1991: "Los mejores aficionados al séptimo arte tendrían refugio y consuelo a sus penas y desdichas, degustando, entre copa y copa, ciclos verdaderamente significativos".

Dicen que los cineclubs empezaron a decaer cuando se pusieron en marcha los teleclubs, que eran espacios donde además de mirar a la pantalla se podía conversar relajadamente con otros vecinos. Por cierto, el primero que se inauguró oficialmente en Asturias fue el de Ujo, en 1971, dotado de un presupuesto generoso para que sirviese de modelo para el resto. Pero yo creo que hubo otros factores como la llegada de la televisión a muchos hogares y, sobre todo tras la muerte de Franco, la posibilidad de poder ver en los cines comerciales aquellas películas que habían estado prohibidas o las que empezaron a producirse para satisfacer la amplia demanda que provocó el relajo de la censura con el llamado "destape".

Un buen ejemplo lo vimos con la evolución del cine Novedades, que se convirtió en una sala especializada en aquellas películas de la transición calificadas con la letra "S" proyectando con aforo completo títulos tan expresivos como "El fontanero, su mujer y otras cosas de meter". Me gustaría poder cerrar de otra manera, pero no puedo cambiar la historia.

Suscríbete para seguir leyendo