El camino no se acaba en Valladolid. Por más que el castigo haya sido severo, por lo exagerado, el marcador no refleja la diferencia que se vio sobre el césped. Ganó el Valladolid por su enorme pegada en las áreas, pero jugó el Sporting que fue mejor en el inicio y durante todo el segundo tiempo. No hay nada que reprochar a la derrota. Ya se sabía que el Valladolid es un señor equipo, con un gran entrenador al frente. Tampoco espere nadie en estas páginas la más mínima censura a los guajes. Sencillamente hay días que salen torcidos, pero el Sporting, diga lo que diga el marcador, tuteó al Valladolid y mereció meterse en el partido logrando algún gol en el segundo tiempo. La noche fue tan aciaga, que la rodilla de Nacho Cases crujió. Una lesión fea, que pinta mal, y que ha castigado a la moral del grupo. El Sporting sabrá levantarse. De eso se va a encargar Abelardo.

Este equipo, que había vivido un cuento de hadas durante la temporada, está descubriendo el lado áspero del fútbol. Las lesiones machacan a los rojiblancos, con especial virulencia en el centro del campo. La primera derrota lejos de El Molinón no tiene más recorrido. Algún día había que perder. Es un baño de realidad que quizá no le venga mal al sportinguismo para valorar lo que ha hecho el equipo hasta ahora. La Segunda División es una categoría durísima en la que el Sporting se ha movido con descaro y eficacia, rindiendo muy por encima de lo esperado y alegrando al fútbol español.

Era un partido de entrenadores. Abelardo y Rubi son de los mejores técnicos de la categoría, aunque ayer compitieron en desigualdad. El catalán dispone de un equipo hecho a capricho y mejorado en invierno. Abelardo exprime a una plantilla sin refuerzos a la que ha conseguido sacar un rendimiento asombroso. Ambos técnicos tenían bien estudiado a su rival, pero el Pitu disponía sólo del armamento de siempre. Rubi sorprendió. Se esperaba a Omar y Jeffrén, pero el catalán dio campo a Hernán al que tiró a la derecha para castigar, junto con Chica, la banda fuerte del Sporting. Para la batalla del centro del campo usó un trivote con Leo, Timor y Álvaro Rubio, jugadores con mucho físico y enorme calidad. Otro punto clave fue la vigilancia a Bernardo en las estrategias ofensivas. Tres perros de presa evitaban incluso que saltase.

Aún así, el Sporting le entró bien al partido. Los rojiblancos tenían el balón y el dominio, con Sergio y Nacho Cases a los mandos, mientras que en los locales el protagonismo era para los centrales Rueda y Valiente. Hasta que Hernán Pérez tiró una diagonal a la espalda de Bernardo. Leao lo vio desde lejos y mando un balón profundo, un pase de centrocampista bueno. El balón sobrevoló al colombiano. Hernán controló con la cabeza, se giró y remató con calidad agradeciendo las facilidades encontradas. Esa jugada fue la clave que marcó el encuentro. El Sporting quedó aturdido y el Valladolid tiró otro golpe al mentón, de nuevo en una gran acción de Hernán Pérez, sin duda, el hombre del partido. Parecía todo resuelto, pero el sportinguismo aún creía.