El pasado Jueves Santo, varias amigas autonominadas "Las Inocencias" se reunieron a cenar en torno a una mesa repleta de platos veganos, vegetarianos y también carnívoros a base de pierna y paletilla de cordero lechal, horneadas y servidas con papas arrugás, al estilo de Tenerife. Hablaron de literatura y de modo unánime todas aseveraron que "No mi General", el libro de Irene Lozano y de la protagonista, la entonces capitana Zadia Cantera, ascendida a comandante en pleno fragor del destape a la luz pública de su tortura y malos tratos sufridos en el ejército, era pesado, farragoso y no tenía nada en común con el del teniente Luis Gonzalo Segura, "Un paso al frente", una novela en la que cada palabra, cada línea, cada párrafo, cada capítulo rezuma luz y verdad y revela que su autor es un escritor capaz de fabular y relatar a un tiempo la horrible realidad; y charlaron sobre las procesiones con división airada de opiniones y pareceres entre quienes optaban por suprimirlas arguyendo que eran una fuente macabra de idolatría y superstición y una resurrección del tenebroso pasado cuando, en las tierras de España en las que había juderías, los católicos tomaban las calles con su imaginería religiosa salida de las iglesias para llegar a la puerta de las aljamas de los deicidas, insultarlos y terminar la fiesta con un pogrom crepitante y sonoro, prendiéndoles fuego a sus casas. Pero el asunto que suscitó más quema de calorías a las comensales, ya a la hora del postre de la casa, consistente en un arroz con leche de soja, espolvoreado de cúrcuma y pimienta negra, acompañado de un frixuelo relleno de compota de pera cocida en sidra o un helado de castañas y chocolate negro, fue el que puso sobre el tablero la lánguida, melancólica y desgarbada Urra, Urraca Munuces, una reciente viuda, alegre, según dictamen de la viperina Mayola Fontaniella, pese a su aparente alicaimiento y tristura, y que era, de momento, la última en unirse a la "Cofradía de Las Inocencias".

Con voz gangosa e intencionadamente chillona e infantil, a la vez que se estirajaba el lóbulo de la oreja izquierda, dijo que estaba organizando grupos de sabotaje para ir a reventar los mítines de los partidos de todos los colores en su pelea por los votos de las ya cercanas elecciones de mayo, mediante bombas fétidas, canciones de letra adversa y aviesa contra cada formación, suelta de periquitos adiestrados para ser agresivos, y lanzamiento de billetes falsos de quinientos euros y todo lo que se les ocurra espontáneamente, sobre la marcha, a las participantes.

Ya había conseguido más de docena y media de adeptas, que habían empezado a pelearse por quién abriría la jaula, y quién se encargaría del bombardeo o quién cantaría la primera. Pero esperaba conseguir que, tras esas primeras reacciones entusiastas y pueriles que habían llevado a la discordia, con un poco de comprensión y paciencia, volvieran a la sensatez y se comportaran como adultas. Si algunas de las que la estaban escuchando estaban interesadas en colaborar en esos actos cívicos, que tenían por finalidad que las ciudadanas con sentido del humor manifestaran su descontento con las ofertas y los silencios de los políticos respecto de lo que de verdad inquietaba a las mujeres de todas las edades, tras haber alcanzado la de razón, como era el extraodinario hecho de verse obligadas a pedir permiso a su madre, padre, tutriz o tutor para abortar, lo mismo que para hacerse un tatuaje o colgarse un aro en las narices o en un labio de la vulva, mientras que a los catorce años la iglesia les permite casarse; o ganar menos dinero que el compañero de tajo. Se trataba, por tanto, de ventilar a todos los vientos falacias, injusticias, mentiras machistas, abominaciones cometidas por sinrazones de sexo que continuaban vivas y activas machacando la existencia de las mujeres. Ella, personalmente, iría a un mitin de Podemos a preguntarle al personal si le parecía gracioso, lamentable o ridículo el microrrelato, que se negaría a firmar Corín Tellado -una buena escritora, que sin duda fue alumna de una excelente maestra republicana que respetaba su trabajo con veneración de sacerdote en el momento de la consagración, aunque los asuntos de sus novelas románticas estuvieran muy por debajo de su sintaxis- redactado por dos chatrias de la casta política, T. Sánchez y P. Iglesias, para comunicar el R.I.P o muerte de su relación sentimental o carnal o de ambas modalidades, si bien con manifestación expresa por ambas partes de algo así como que, para ella, él es un hombre carismático, lleno de gracias que a su paso va derramando; y que, para él, ella es la mujer más amabilis y admirabilis. A sus ojos y a su manera de ver las cosas, prosiguió Urra, Urraca Munuces con expresión de actriz trágica, demasiado chillona, representando "Mancha que limpia" de Echegaray, esa pareja de tortolitos o de pájaros bobos merecía un correctivo por ser tan infraliteraria y tan vulgar, como si anduvieran buscando ir a deponer intimidades en un programa televisivo. Entonces estalló la trifulca, porque había mayoría de simpatizantes y votantes de Podemos, aunque fuera solo para que no pasaran los fachas, para detener a la derechucia y meterles también una ostia al PSOE y a IU por estar siempre papando moscas y no atreverse a ir sin rodeos a hacer un cambio de abajo arriba, no retoques ni reformas.

Se hizo un silencio espeso y gélido, roto por Urraca Munuces que sentenció: Vale más lo desconocido, cuando lo requeteconocido es tan malo que ya no puede ser peor. Pero yo ya no quiero conocer nada más, así que me abstendré.

Alguien le dijo que la abstención era antidemocrática y mala para la democracia y ella comenzó a cantar: Hijo del pueblo, te oprimen cadenas y esa injusticia no puede seguir. Si tu existencia es un mundo de penas, antes que esclavo prefiere morir?