David ORIHUELA

La historia militar está llena de detalles que parecen simples trámites pero que ayudaron a salvar muchas vidas. Ayer fue el octogésimo aniversario de una de esas decisiones trascendentales para la vida de muchos militares. El 3 de noviembre de 1930 una Real Orden impone el uso del casco de acero como cubrecabeza para la tropa en la batalla.

Y aquellos primeros cascos salieron de la Fábrica de Armas de Trubia y estaban fabricados con el acero que llevaba el nombre de la localidad ovetense.

Los cascos de acero sustituyeron al viejo Ros, un casquete de hule que se había utilizado en la guerra de África y que no tenía ninguna resistencia a las balas. De ahí, apuntan algunos, la castiza expresión de «me cago en ros». En África era lógico, por la climatología, la utilización de una prenda de tela ligera, pero el Ejército español llevaba años con la idea de utilizar los cascos de acero como se hacía en Alemania o Inglaterra.

Así que en 1926, fijándose en la tendencia internacional marcada por la I Guerra Mundial, el Estado Mayor del Ejército convocó un concurso al que se presentaron dos empresas nacionales. La compañía catalana Hijos de B. Castells y la Fábrica Nacional de Artillería de Trubia, que presentó su «Casco de Combate Modelo 1926», proyectado bajo la dirección del comandante de Artillería Antonio Ramírez de Arellano.

Trubia fabricó una primera remesa de 150 cascos pero al final el Ejército abandonó el proyecto y no hizo el encargo. Aun así en la fábrica ovetense se siguió trabajando en dos modelos, uno con ala y otro sin ella. En los archivos de Trubia se guardan las primeras órdenes diarias de fabricación de aquellos cascos.

Pocos años después, en 1930, la Junta Facultativa del Cuerpo de Artillería apuesta por el modelo sin ala y Trubia incluye en sus planes de producción para ese año un total de 12.000 unidades. Tal día como ayer de hace 80 años la Real Orden Circular N. 363 marca el nuevo equipamiento militar y declara reglamentario «al modelo propuesto por la Fábrica de Artillería de Trubia». En 1931 el pedido ya es de 20.000 cascos.

Si el primer casco que utilizó el Ejército español se fabricó en Asturias, su primera prueba de combate también tuvo lugar en la región. El M26, como se catalogó la pieza, fue utilizado durante la revolución del 34.

Evaristo Martínez Radío, historiador militar ovetense, explica que «el viejo Ros se comenzó a utilizar en la guerra de África y finalmente se optó por el modelo que presentó la fábrica de Trubia, que tenía gran experiencia en el trabajo con acero».

El M26, que en un principio se pintó en color cemento, es el casco que se hizo mundialmente conocido por las imágenes que se difundieron de la Guerra Civil. Cuando comenzó la contienda el Ejército solicitó a Trubia toda la producción pero el Norte había quedado aislado y no se pudo cubrir la demanda. Al acabar la guerra, el M26 se fabricó hasta el año 1950.