de lo nuestro Historias Heterodoxas

Un apunte sobre la emigración minera de 1913

La región francesa de Nord-Pas-de-Calais atrajo a cientos de obreros asturianos del carbón

La historia de esta semana, vista por Alfonso Zapico.

La historia de esta semana, vista por Alfonso Zapico. / Alfonso Zapico

Ernesto Burgos

Ernesto Burgos

Es sabido que en la segunda mitad del siglo XIX miles de asturianos dejaron esta tierra para "hacer las Américas", también conocemos bien como ese flujo constante disminuyó por culpa de la guerra de Cuba y volvió a recuperarse en la primera década del siglo XX. Este proceso que se dio en toda la región y principalmente a los pequeños concejos rurales ha sido bien estudiado, pero no sucede lo mismo con otra emigración puntual que afectó a nuestras cuencas mineras en 1913, cuando cientos de familias se trasladaron a la zona de Nord-Pas-de-Calais, en el norte de Francia, donde la mayoría permaneció hasta el inicio de la I guerra mundial.

En 2010 el profesor Jorge Muñiz Sánchez publicó en la revista "Historia Social" un artículo titulado "Emigración y estrategias sindicales en los inicios del Sindicato de Obreros de Asturias (SOMA)", tratando de explicar los motivos que impulsaron a estos vecinos a dejar su tierra y concluyendo que, además de buscar otras condiciones de vida y de trabajo o de evitar su incorporación a la guerra de África, quienes se marcharon lo hicieron también animados por el sindicato de Manuel Llaneza, que "posiblemente fomentó de algún modo esta salida de mineros y sin lugar a dudas la utilizó para poner de relieve las malas condiciones de trabajo existentes en Asturias en comparación con el caso francés".

Estoy de acuerdo con que lo que impulsó a estos mineros fue el deseo de mejoras y libertades porque estaban mal pagados y agobiados por el ambiente represivo que se vivía, sobre todo en Mieres, desde la "huelgona" de 1906, pero dudo que Manuel Llaneza hubiese animado a algunos de sus afiliados más combativos resignándose a perderlos para siempre, teniendo además en cuenta que en esos años a la patronal le resultaba muy fácil sustituir a los trabajadores por otros traídos desde otras regiones. Pero les voy a dar algunos datos para que ustedes –como siempre– saquen sus propias conclusiones.

Mayor catástrofe minera de Europa

El sábado 10 de marzo de 1906, en uno de los pozos de la "Compagnie des mines de houille de Courrières" se produjo la mayor catástrofe minera que registra la historia de Europa, cuando una gigantesca explosión mató a 1.099 trabajadores, aunque seguramente fueron más porque algunos no estaban registrados oficialmente. Una de las consecuencias de aquel desastre fue la dificultad para encontrar entre los habitantes de la misma zona a quienes los reemplazasen y por eso la empresa se decidió a buscarlos en otras partes. En 1910 ya habían llegado a Nord-Pas-de -Calais 900 norteafricanos, cuyo número iba a subir a los 1.500 en 1914.

Pero aquellos hombres desconocían el mundo del carbón y por eso también se hizo necesario llevar desde otros países europeos a mineros con más experiencia. Según parece, en este proceso un ingeniero francés que había trabajado en Fábrica de Mieres convenció a la Compañía para que enviase circulares a los cotos de la Montaña Central ofreciendo la posibilidad de trabajar en Francia con unas condiciones excelentes, entre ellas unos salarios que doblaban los que se cobraban aquí, que en aquel momento eran menos de 3,50 pesetas al día para el 60% de los mineros.

Esto animó a tantas familias para emprender el camino de la emigración que el 9 de julio de 1913 se organizó un tren especial que recogió en Mieres a trescientos interesados entre los que abundaban los picadores que ya empezaron a trabajar en Courrières el día 16. No fueron los primeros en marchar, pero sí la expedición más numerosa, lo que alarmó tanto a las autoridades como a los empresarios asturianos.

Reclutando de jóvenes

El gobernador civil de Oviedo, Enrique Naval, formuló una reclamación contra la sorprendente recluta de aquellos jóvenes asturianos, ordenando que cuando llegasen a la frontera se les exigiese la documentación acreditativa de que estaban libres de todo compromiso con la milicia para poder identificar a aquellos que intentaban evitar ser enviados a combatir en Marruecos y se detuviese a quienes no pudiesen justificar el viaje. Al mismo tiempo el Gobierno central envió a Asturias al director general de Comercio, Estanislao D’Angelo, con la doble misión de poner los medios legales que frenasen la emigración y entrevistarse con los obreros para explicarles las ventajas de permanecer en su tierra.

Según los datos oficiales que presentó en Madrid cuando volvió, a finales de julio ya habían salido cuatro expediciones de mineros a Francia, con veinte, sesenta, cien y trescientos mineros cada una, aunque debemos tener en cuenta que no fueron pocos quienes se marcharon acompañados de sus familias.

También a lo largo del mes de agosto se sucedieron las informaciones en "El Pueblo Astur" y "El Carbayón" afirmando que la situación de los mineros asturianos en Francia dejaba mucho que desear y se quejaban del trato que recibían de los patronos y de su penosa situación: "Aunque económicamente no es tan apurada como en España, sin embargo física y moralmente está muy por debajo de ella. La aclimatación es muy difícil y en lo que respecta a las necesidades de la educación familiar no queda, ni con mucho, satisfecha por falta de escuelas españolas. Están para repatriarse catorce familias de mineros, más cuatro de estado soltero". Llegó a publicarse que el ministro de Fomento había recibido varios telegramas de los obreros expresando sus deseos de ser repatriados: "Dicen que los llevaron engañados los agentes franceses. Añaden que los jornales que se les ofrecieron no se les hacen efectivos. Además, luchan con las dificultades del idioma y con las inconveniencias del clima. Se quejan también de que no pueden llevar a sus hijos a las escuelas a consecuencia de su situación económica, que es deplorable".

E incluso la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación de Oviedo presentó al Ministerio de Fomento varias cartas recogidas en la cuenca de Mieres y Turón de personas que escribían a sus familias preguntando por la manera de volver, lo que hizo que el Gobierno facilitase este regreso habilitando una dirección para recibir estas quejas: Plaza de Riego, 4, 1º, Oviedo.

Cartas desde Francia

En el lado opuesto, el 25 de agosto de aquel 1913 en el diario progresista "El Noroeste" también se publicó un amplió artículo firmado por Manuel Llaneza en el que se recogían tres cartas enviadas por grupos de mineros desde Francia desmintiendo estar pasándolo mal. En la primera, encabezada por Antonio Álvarez, del Requexáu, y seguida por 22 nombres –entre ellos el de una mujer– se contaba que estaban cobrando siete pesetas por día tal y como les habían ofrecido; que los artículos de consumo eran más baratos; que cada matrimonio tenía su propia casa y les habían adelantado un crédito para comprar muebles y que incluso aquellas minas eran mucho más seguras que las asturianas.

Las otras dos cartas abundaban en lo mismo y estaban suscritas por otros once y trece hombres respectivamente, aunque la segunda llevaba un folio aparte con las firmas de otros 52 españoles de una misma compañía, aclarando que desde allí solo había retornado uno de ellos llamado Cesar Suárez, de Turón.

Sabemos que el Ministerio costeó inicialmente el viaje de vuelta a diez familias de Mieres y que otros cuarenta volvieron en febrero de 1914. Cinco meses más tarde comenzó la Gran Guerra que lo cambió todo. Entonces el retorno ya fue masivo y los pocos infelices que equivocaron su decisión y siguieron allí acabaron excavando trincheras y muriendo en ellas. Al contrario, en las minas asturianas comenzó una época dorada en la que las buenas ventas de mineral aumentaron las ganancias de los empresarios que así pudieron atender muchas de las peticiones de mejoras que presentó el SOMA. También se abrieron nuevas explotaciones y esta tierra volvió a recuperar su atractivo para muchas familias trabajadoras de otras regiones españolas.

En el otoño de 1913, en Nord-Pas-de-Calais se vivió una huelga en la que los mineros asturianos participaron activamente por lo que la prensa francesa los consideró especialmente reivindicativos. Esto y el contacto que mantenían con Manuel Llaneza me hace suponer que se trataba de hombres muy válidos para el SOMA que hubiese preferido tenerlos aquí en un momento crucial para su crecimiento e implantación.

Fin de una historia

De cualquier forma, al final del siglo XX la historia de esta cuenca minera concluyó como la de la Montaña Central, con el cierre de sus explotaciones, aunque, al contrario que aquí, los franceses supieron adaptarse a la nueva situación: prepararon algunas de sus escombreras para la práctica de diferentes deportes, abriendo en una de ellas una pista de esquí artificial, y en otras habilitaron terrazas donde se cultivan uvas de la variedad Chardonnay, que ahora dan un vino magnífico y atraen un turismo de calidad.

Por estas ideas, en 2012 la UNESCO convirtió a la cuenca minera de Nord-Pas-de-Calais en Patrimonio de la Humanidad, reconociéndola como un paisaje cultural vivo y en evolución que simboliza la historia industrial de Europa. Aquí, nosotros seguimos mirando al cielo.

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