Así se conseguía hielo hace tres siglos: el primer congelador asturiano perdura en el Aramo

El etnógrafo Chus García documenta un pozo excavado en 1624 para suministrar hielo a la zona centro de la región

El pozo y el etnógrafo Chus García

El pozo y el etnógrafo Chus García

La primera industria que hubo en el concejo de Morcín solo tuvo una relación lindante con la minería. Fue preciso excavar, pero lo que se sacaba del pozo no tenía color negro, sino blanco, por no decir que era traslúcido. Durante unos tres siglos el Aramo fue la nevera de toda la zona centro de Asturias.

El conocido como pozo La Nieve La Faya L’ Corral fue la primera "fábrica" de hielo de la región y su origen está datado en 1624, cuando comenzó a ser explotado por los vecinos del entorno del monte La Salguerosa. No dejó de servir el gélido producto hasta principios de la década de los treinta del siglo pasado.

El mierense Chus García ha estado años investigando la historia de un pozo que durante muchas generaciones convirtió la nieve del Aramo en hielo, por entonces un bien de enorme valor. Encontró esta nevera subterránea estudiando los pozos que se utilizaban para cazar lobos. En una finca del monte La Salguerosa, a unos 800 metros de altitud, halló una excavación que lo dejó helado. "Hicieron un trabajo extraordinario. Es un pozo hecho con mampostería, de piedra caliza", destaca García.

Quien vislumbre una oquedad rudimentaria para almacenar nieve no se hace una idea real de la dimensión del proyecto que, todo indica, fue financiado por la Iglesia. De hecho, inicialmente el destino del hielo eran principalmente los monasterios y los hospitales. La demanda respondía a necesidades muy diferentes: "En los monasterios se destinaba a refrescar las bebidas, pero en los hospitales se utilizaba para elaborar medicamentos, tratar hinchazones o bajar las fiebres", subraya Chus García.

El mierense Chus García. | D. M.

El mierense Chus García. | D. M. / David Montañés

Cada español consume unos diez kilos de hielo al año. La modernidad ha convertido este gélido producto en un bien casi sin valor de mercado, pero entre los siglos XVII y XIX, incluso a principios del XX, su tacto era casi como tocar una piedra preciosa, sobre todo en verano. Para que en el entorno de Oviedo fuera posible este "milagro anticlimático" fue necesario construir en el Aramo un gran pozo ideado como un frigorífico. La estructura construida hace cuatro siglos ha subsistido hasta nuestros días, aún con las correspondientes reformas y mejoras. El pozo cuenta con seis metros de diámetro y casi 20 metros de profundidad. Su utilidad ha sido bien documentada por Chus García: "Se utilizaba para recoger las nevadas que comenzaban a caer en el mes de octubre o comienzos de noviembre, ya por aquel entonces los inviernos eran mucho más fríos que ahora", explica.

Este elemental pero efectivo congelador se diseñó con meticulosidad. Según se iba amontonando la nieve en su interior, se colocaban tablas de cerezo cada metro. Esta madera servía de separador para luego facilitar el acceso a los bloques de hielo, pero tenía otra ingeniosa atribución: "Hay que tener en cuenta que una parte de la producción era para consumo de monjes y nobles, por lo que se eligió la madera de cerezo debido a que le daba un toque dulzón que luego era muy apreciado", señala Chus García.

A finales de la primavera el pozo La Faya L’ Corral estaba rebosante de hielo. En mayo o junio comenzaba la extracción para la comercialización. Mientras hubiese nieve en la zona alta del Aramo los pedidos se compensaban acarreando nueva nieve desde las cumbres. Así, lo normal era que en agosto aún hubiera reservas. "Extraer las últimas piezas era muy complicado, por lo que habilitaron galerías transversales para acceder al fondo", destaca Chus García

El paso del río Nalón

El complicado trabajo de distribución comenzaba cortando el hielo en trozos de unos 30 kilogramos de peso. Cuando oscurecía era el momento de iniciar el trasporte hacia Oviedo. Para la tarea se preferían las mulas a los caballos, que aun siendo más rápidos cargaban menos. "Un caballo podía transportar alrededor de 120 kilos, mientras que un buen mulo podía andar entre los 180 o 200 kilos". El recorrido comenzaba transitando por La Vara, pasando por La Piñera para llegar al río Nalón a la altura de Puerto, entre Soto de Ribera y Oviedo. Superar el cauce era la parte más problemática del proceso. "Se utilizaba una balsa como las que aparecen en muchas películas del oeste, construida de madera y fijada a un cable que iba de orilla a orilla", apunta Chus García. Vencer al río solía ser la parte más fatigosa de viaje y la que más tiempo demandaba. Superada la corriente, se ponía rumbo a Latores y luego a San Lázaro. Antes de que la construcción de puentes facilitara la maniobra, el trayecto requería no menos de nueve horas: "El hielo llegaba en bastante buenas condiciones, ya que eran trozos de gran tamaño".

Este tipo explotación del hielo se prolongó hasta los años treinta del pasado siglo. A última hora ya se utilizaba el tren para distribuir el hielo, llegando incluso a San Esteban de Pravia. "Los pescadores fueron los últimos en demandar el hielo del Aramo", subraya García tras su minucioso estudio de este histórico pozo de hielo: "Sin duda alguna, tiene un gran valor patrimonial y se mantiene en bastante buen estado", destaca este conocido etnólogo asturianista. "Recuperarlo con fines turístico sería una iniciativa con mucho atractivo y, aunque actualmente la finca que ubica el pozo es privada, no debería ser difícil poder cerrar un acuerdo con los propietarios", concluye.

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