La segunda jubilación de Saúl Torga

El médico naveto de 91 años, homenajeado por sus compañeros de «La Zuela», en Morcín, al dejar la escuela de talla de madera

Saúl Torga, con sus compañeros de «La Zuela», con su última talla de madera.

Saúl Torga, con sus compañeros de «La Zuela», con su última talla de madera. / Fernando Delgado

Fernando Delgado

Fernando Delgado

Saúl Torga Llamedo llegó, como cada jueves, a Argame, en Morcín, para rematar la talla de madera de un tejón, «melandru» en asturiano, que había comenzado hace tiempo. En su última clase, tras 13 años, no pudo finalizar su trabajo porque sus compañeros del taller «La Zuela», que dirige el artesano David González Prieto, se adelantaron y ya le habían terminado la obra, sin avisarle, para que la llevase a casa como recuerdo de su etapa como alumno de este taller de madera.

Este médico jubilado nació en Vegadali, en Nava, en 1931, y el próximo 20 de agosto cumplirá 92 años. Tras su prolija etapa profesional como galeno, cambió la bata blanca por la azul para inscribirse como alumno en la escuela de talla de madera. «Cuando dejé la medicina, quise volver a mis orígenes de trabajar la madera. Estoy muy orgulloso de todos mis compañeros y de David, de quien aprendí mucho y a quien tengo gran afecto», afirma Saúl.

Como médico atendió su primer parto en Gamonéu, en Onís, en los años cincuenta del siglo pasado, antes de hacer la mili en Palma de Mallorca. Luego ejerció en Villamayor, en Piloña y, tras casarse, con 33 años, se marchó al Hospital de Montjuic, en Barcelona, para realizar la especialidad de rehabilitación y parálisis cerebral.

Finalmente, regresó a Oviedo para ejercer en la Residencia Sanitaria «Nuestra Señora de Covadonga» y en el Centro de Paralíticos Cerebrales de Latores.

Este activo nonagenario también dedicó un tiempo a la política. Ejerció primero como concejal en su concejo natal de Nava y luego como diputado regional durante dos legislaturas en la Junta General del Principado. En 2001, con 70 años cumplidos, se jubiló de la medicina.

Casado con una cubana descendiente de padres españoles, naturales de Borines, reside actualmente en Oviedo y tiene 4 hijas y 3 nietos.

Su afición por la madera comenzó después de jubilarse. Acudió durante dos años a un taller de Ribadesella con un amigo y los últimos once años se desplazaba semanalmente a Morcín para recibir clases del artesano David González Prieto en su taller de «La Zuela».

Aparte de trabajar, con mucho mimo y paciencia, la madera de castaño, nogal y cerezo para construir auténticas obras de arte en forma de cabeceros, mesas, arcones, figuras escultóricas, cuadros y muebles además de una Cruz de la Victoria y del Gallu la Quintana, Saúl también cultivó una gran afición por la heráldica.

En esa faceta realizó varias investigaciones sobre familias de Infiesto y Oviedo con ancestros en Venezuela y Argentina. También publicó diversos libros sobre la historia de Nava y de Piloña, sobre la parroquia de Borines y sobre las canciones asturianas en romerías y llagares. En la actualidad, está trabajando en unas ediciones sobre la heráldica y la fala asturiana de Nava: «La que hablen los vecinos, no la que nos quieren imponer», precisa.

A Saúl le costó trabajo dejar la escuela de talla «por el maestro David, que es una extraordinaria persona y un gran profesional, y por los excelentes compañeros que tuve». Ahora se dedicará a cultivar su huerta en Borines. «Llegué a Argame pensando en finalizar el trabajo del melandru y resulta que lo habían acabado mis compañeros», afirma Saúl mientras comparte un vino y una merienda en el taller junto a sus compañeros en la despedida que le tenían preparada como sorpresa.

De joven quiso ser piloto de aviación y ebanista. «Siempre me gustó el trato con la madera, rehabilitar mesas, tapizar sillas, hacer cuencos de madera. El tiempo que he trabajado con David me sentí gratamente realizado, capaz de hacer cosas, siempre con el remate suyo que da valor a la talla porque es un gran profesional del arte de la madera que dibuja muy bien, corrige, enseña sin imposición y es muy amable con todos», afirmó Saúl ante un emocionado David al que le caían las lágrimas.

Sobre sus compañeros, los calificó de «atentos, serviciales, pendientes del trabajo del grupo, serios y responsables, y me siento muy honrado de compartir amistad y trabajo con todos ellos».

«Siento mucho dejar este trabajo pero hay que ser responsable y saber dejar las cosas cuando las circunstancias biológicas lo imponen», sentenció este activo nonagenario que dedicará ahora su tiempo a trabajar en su impoluta huerta de Borines.

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