Fusilados para sembrar el terror: buscan a los familiares de dos vecinos de las Cuencas "paseados" en Celanova en 1939

Guillermo de Diego y Belarmino Álvarez estuvieron nueve meses en el "corredor de la muerte" de la cárcel gallega hasta su ejecución, el 22 de septiembre de 1939

Excavación de la entidad Memoria Celanova, en 2022. | Memoria Celanova

Excavación de la entidad Memoria Celanova, en 2022. | Memoria Celanova

22 de septiembre de 1939. Se miró las manos, antes gastadas de la mina y ahora de sufrimiento. Aquel aseo siempre olía a terruño y a sangre. Abrió el grifo. Echó agua en las marcas de los golpes. Echó de menos las curas de su mujer, antes, cuando salía del tajo. Estar allí preso nunca había sido agradable, vive Dios, pero estos días eran un infierno. No quería reconocerlo, pero ya no podía dormir. Le saltó el estómago, como siempre que le llamaban: "Belarmino, que te quieren ver en la capilla".

Belarmino Álvarez García, natural de Sama de Langreo, fue asesinado en Celanova (Pontevedra) el 22 de septiembre de 1939. Llevaba nueve meses en el corredor de la muerte de la localidad gallega. También Guillermo de Diego, natural de Mieres. La Asociación Memoria Histórica de Celanova busca a los familiares de estos dos hombres, cuyos restos fueron exhumados hace siete meses, junto a otras cinco víctimas. Los párrafos de este reportaje que arrancan con una fecha son una recreación de los últimos años de vida de Belarmino, casado y con una niña (de nombre Elena). Se han reconstruido en base a los testimonios recogidos por Memoria Celanova, los informes oficiales de la prisión y el testimonio del periodista asturiano Juan Antonio Cabezas, también prisionero de Celanova.

La Asociación Memoria Celanova trabaja incansable en recopilar la historia de víctimas que estuvieron en la cárcel de la localidad, entonces el Monasterio de Celanova. Explica Erik Dobaño, uno de los portavoces de la entidad, que "el 80 por ciento de los 5.000 presos que aparecen en los archivos eran asturianos". Belarmino Álvarez y Guillermo de Diego fueron asesinados junto a Baldomero Vigil Escalera (natural de Gijón), Mariano Blanco, Alfonso Moreno Gayol, Abelardo Suárez del Busto y Marcelino Fernández García (estos dos últimos eran asturianos y ya han aparecido sus familiares). Sus cuerpos fueron exhumados hace siete meses, tras una larga investigación que empezó con una pregunta: ¿Quiénes eran los siete fusilados de Celanova?

20 de octubre de 1936. Sentía el bamboleo bajo sus pies, como si su centro se moviera. Nunca antes había viajado en barco, y esta vez tenía pasaje a la libertad. La respiración tranquila duró poco; hasta que escuchó el golpe de la escotilla. "Todos al suelo", bramó una voz ronca.

Belarmino y Guillermo fueron apresados en la caída de Gijón, entre el 20 y el 21 de octubre. El primero fue capturado en el interior del vapor "Gaviota", en El Musel. El segundo, en el de "Nuestra Señora del Carmen". Fueron trasladados al campo de prisioneros de Camposancos, en La Guarda (Pontevedra), que pasó a la Historia con el sobrenombre "puerta del infierno". En el campo se registraron un total de 30.000 presos republicanos, que fueron obligados a trabajar hasta la extenuación y sufrieron torturas, según los testimonios de la época.

17 de septiembre de 1938. Tenía heridas en las muñecas, las esposas le apretaban. Apenas podía caminar, los últimos días habían sido muy duros. Entró en la sala, llena de uniformes azules. Alguien leyó su nombre y la acusación: "Durante el dominio rojo en Asturias, formó parte del comité de guerra de Santa Ana (...). Se destacó en la persecución y encarcelamiento de personas adictas a nuestro Movimiento y por el comité del cual fomaba parte éste se ordenó el asesinato de tres personas de esta localidad". La vista se le nubló cuando escuchó la sentencia: "Pena de muerte".

Los cargos contra Belarmino Álvarez eran más rotundos que los que constan contra Guillermo de Diego. El mierense, que había sido chófer, fue juzgado en octubre de 1938. Según la documentación recogida por Memoria Celanova, esta fue la acusación: "De ideas izquierdistas, afiliado al partido socialista, sindicato de la UGT. Hizo propaganda en favor del Frente Popular y se distinguió mucho por un marcado marxismo. Al estallar el Glorioso Movimiento fue chófer del comité de guerra de Gijón, detuvo a personas de derechas (...), actuó en requisas haciendo manifestaciones de que 'había que matar a todos los de derechas'. Se le considera enemigo de la Causa Nacional". También resultó condenado a muerte.

23 de enero de 1939. Ni siquiera sabía a dónde le llevaban. Le habían subido a un furgón con otras treinta personas. Algunos murmuraban que ya los iban a matar. Sabía que, para muchos, aquello era la salvación. Llevaban demasiado tiempo esperando, demasiadas horas contadas a la espera de un final sin fecha. Él esperaba salvarse. No por él, qué más le daba. Por su hija Elena. Cerró los ojos, deseó que aún lo recordara.

Plano de la cárcel de Celanova | Memoria Celanova

Plano de la cárcel de Celanova | Memoria Celanova

Belarmino Álvarez y Guillermo de Diego fueron trasladados casi al mismo tiempo, los dos a principios de 1939, al corredor de la muerte de la cárcel de Celanova. Las investigaciones apuntan a que, para aquel entonces, ni siquiera sus familias sabían ya dónde estaban. Además de a su hija Elena, Belarmino -que entonces tenía treinta años- había dejado en Asturias a su mujer, Ángeles. Sus padres se llamaban Manuel y Florentina, naturales de Sama de Langreo. Estaba en la media de altura para los hombres de la época, 1,70 metros. Tenía el cabello castaño, la piel morena y nariz grande. Cara alargada y lucía barba poblada.

Guillermo de Diego era más joven, 25 años, y estaba soltero. Sus padres, de Mieres, eran Celestina y Rafaela. Era alto para aquellos tiempos, algo más de 1,80 metros. Moreno de pelo, de tez clara. Tenía una cicatriz de unos puntos en el carrillo izquierdo de la cara, un rostro oval y la barba rala.

La cárcel de Celanova. | Memoria Celanova

La cárcel de Celanova. | Memoria Celanova

Junio de 1939. A Belarmino le sorprendía el azul intenso de aquellos uniformes. Curioso pensamiento el suyo para evadirse del miedo. La vida en el "corredor de la muerte" nunca había sido menos vida. Escuchaba tiros por la noche. Había gritos, unos de júbilo y otros de dolor. Andaba escapado de las ventanas, decían que matarían a los que se asomaran.

En el verano de 1939 llegó a la cárcel de Celanova una unidad militar falangista, denominada "Bandera de Falange de Marruecos", formada por unos 700 hombres. El encargo era simple: sembrar el pánico. Había trifulcas, disparos a sangre fría. El 1 de agosto, consta en los registros un muerto que fue disparado a través de una ventana. Incluso el vigilante de la cárcel pidió que se rebajara el nivel de violencia que había traído aquella división militar. Pero la masacre siguió escalando. En septiembre, días antes de su marcha, "Bandera de Falange de Marruecos" preparó un "festín" para su despedida.

22 de septiembre de 1939. A Belarmino ya no le temblaban las piernas. Se preguntaba si el miedo había tocado techo y ahora ya no lo podía sentir. Entró en la capilla, otra vez los uniformes azules. Estaban otros seis; vio a Guillermo entre ellos. Sintió el frío de la pistola en la espalda. "Tú, vienes conmigo", le dijo el soldado sin gritar. Caminaron a la luz del día, de la capilla al cementerio. Allí los arrodillaron, a los pies de la tumba de Antonio López Blanco. Lo último que escuchó Belarmino fue el disparo que le mató.

La ejecución de los siete hombres, apuntan desde Memoria Celanova, fue "una demostración de fuerza y un recurso parar sembrar el terror en el pueblo de Celanova". Había varios testigos de lo ocurrido, incluso el enterrador local situaba a la perfección el lugar de la fosa. Aun así, la investigación de la entidad de memoria histórica fue larga y esforzada.

23 de noviembre de 2022. Pocas veces habían visto, en Celanova, el cementerio tan lleno. Voluntarios de la asociación de memoria histórica, arqueólogos y expertos del Instituto de Medicina Legal de Galicia esperaban a pie de fosa, el corazón en un puño. Excavaron una tierra que llevaba ochenta años plantada. Y allí, bajo el suelo, estaban ellos. Los siete de Celanova.

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