"No estás sola, vas a salir de esta": supervivientes y profesionales explican el proceso para recuperarse tras la violencia de género

El "acompañamiento respetuoso", la clave para ayudar a las mujeres | Los procesos por violencia de género aumentan un 25% en los juzgados de las Cuencas, de 500 a 627

Una mujer se tapa la cara con las manos.

Una mujer se tapa la cara con las manos. / PIM

Lo de aquella noche había sido demasiado. Incluso para ella, que se había acostumbrado a respirar con el cinturón de la violencia bien apretado. Él había llegado a casa, borracho como casi siempre. Había sacado un cuchillo y se lo había puesto a dos centímetros de la cara. Luego, como el que deja una tarea a medias porque le da pereza, se fue a la cama. Ella supo que tenía que escapar. Levantó el teléfono.

La narración que acompaña este reportaje es el caso real de una mujer de Lena que sufrió, durante décadas, violencia de género. Tras esa noche, en la que vio su vida hacer malabares en un hilo, denunció. "No fue fácil, pero hay que hacerlo. Es eso o te mata", afirma. Cada vez son más las que dan el paso: en 2022, los procesos judiciales en las Cuencas relacionados con maltrato machista fueron 627 (un 25% más que en el ejercicio anterior, cuando fueron 500).

Pero, ¿qué pasa tras la denuncia? En la mayoría de los casos, las mujeres pasan por un proceso largo para recuperar del todo su vida. Profesionales de distintas áreas explicarán, a continuación, el itinerario hacia la libertad. No es fácil, pero todas lanzan el mismo mensaje: "No estarás sola".

El teléfono de la Unidad de Atención a la Mujer y Familia (UFAM) de la Policía Nacional suena demasiado. Lo sabe por experiencia Eva Fernández, responsable de la unidad en la Comisaría de Langreo. "Es importante nuestra actitud porque para las mujeres que denuncian representamos una ruptura con su vida anterior. Y es, además, una ruptura trágica". Entre otras cuestiones, considera que es importante la "escucha activa" a las mujeres. "No debemos decidir por ellas en ningún caso", apunta.

Sabe que queda mucho por hacer, pero inevitablemente aplaude el avance conseguido hasta ahora: "En los noventa era muy difícil, ni siquiera había recursos. Las mujeres eran trasladadas, en muchos casos, a albergues de personas sin hogar. Esto hacía la situación más traumática, si cabe". Afirma que la labor de las casas de acogida es inmensa: "Es ahí donde las mujeres, en muchos casos, empiezan una nueva vida".

"Una nueva vida". En eso pensaba ella en el taxi que la llevó a la casa de acogida, después de presentar la denuncia en la comisaría. Pero esa idea, la de tener una nueva vida, no le producía ninguna ilusión. Al contrario, tenía un nudo apretado muy fuerte en el estómago. Se aflojó un poco cuando una cara amable la recibió en la puerta principal.

Noelia Bada es la psicóloga de la Red de Casas de Acogida del Principado de Asturias. La Casa Malva de Gijón es la más conocida de una red que se completa con instalaciones en Oviedo y Avilés, además de veintidós pisos tutelados. Ofrecen a las mujeres un "acompañamiento respetuoso", como le gustaba decir a Purificación Rodríguez -psicóloga de la Casa Malva fallecida hace unos meses-. El 85 por ciento de los ingresos, como en el caso que se relata en este reportaje, son de emergencia -es decir, de casos considerados de riesgo alto para las mujeres-.

En la mayoría de los casos, según Bada, las usuarias son derivadas por las fuerzas de seguridad. "Pero cualquier profesional puede hacerlo", matiza. Las casas de acogida son espacios seguros en los que las usuarias reciben atención en los ámbitos social y psicológico. Para otros aspectos del proceso son derivadas a los recursos oportunos. Como a los Centros Asesores de la Mujer (CAM), para el asesoramiento jurídico.

Recuerda que aquella sala de espera del juzgado se le hizo como si fuera de hielo. Ni siquiera habían pasado dos días desde que había levantado el teléfono, con la mano temblorosa, para llamar a la Policía. Dos días para el calendario, media vida para ella. Escuchó un "hola", levantó la vista.

Sara Fernández Sordo, responsable del turno de oficio especializado en violencia de género del Colegio de Abogados de Gijón, apuesta por la "formación" y el "reciclaje" de todos los profesionales relacionados con la atención a las víctimas. Especialmente, en el ámbito legal. "La justicia es un medio hostil y no es horizontal. Las mujeres que denuncian tienen que enfrentarse, en muchos casos, a juicios rápidos en cuestión de horas. Es algo que tenemos que solucionar", afirma. También llama a ofrecer siempre una información legal "reposada". "Las mujeres necesitan un tiempo que, a menos que haya una situación de urgencia por riesgo para su seguridad, tiene que ser respetado". "En ocasiones, nos encontramos con mujeres dañadas que esperan una validación en una sentencia; una validación que a veces no llega".

La terapia fue, sin duda, lo que más la ayudó. Al principio, le había resultado difícil hablar de todo lo que había pasado. "Contaba los días esperando a que llegara la próxima cita", afirma ahora, sonriendo. Fue en esa consulta en la que aprendió a poner nombre a todo lo que había sufrido. Donde lloró por deconstruir el amor que ella había soñado. Tras un año de terapia, solo llamando a aquella puerta roja ya se sentía mejor.

La puerta de la atención psicológica en el Centro Asesor de Langreo siempre está abierta para las mujeres que lo necesitan. Y Roxana Fernández Galán siempre las recibe con ese rostro calmado. La atención psicológica -disponible en 12 CAM de Asturias- empezó en el año 2006. Desde entonces, solo en Langreo, han recibido más de medio millar de derivaciones. Los procesos de atención a víctimas de violencia de género son muy largos: "En los casos de divorcios o con hijos en común, hablamos de un proceso que puede llevar años", apunta la experta. Una media de ocho, según el balance del Centro Asesor de Langreo.

Ella tardó mucho en volver a sentirse como era antes. "Antes de él", matiza. No sabe decir en qué momento concreto volvió a reírse sin miedo. Se acuerda, eso sí, que gastó su primer sueldo en unos zapatos nuevos. Cuando se los puso, recordó aquello que le habían dicho cuando rompió a llorar en comisaría: "No estás sola, saldrás de esta".

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