Culmina la investigación del crimen de la mujer de Santa Marina (Mieres): hallan ADN del presunto autor en las ligaduras con las que ató a la víctima

Se dan por terminadas las diligencias policiales de un caso sórdido que conmocionó a los vecinos

D. H. R., a su llegada a la Comisaría de la Policía Nacional de Mieres.

D. H. R., a su llegada a la Comisaría de la Policía Nacional de Mieres.

Septiembre, 2023. La Comisaría de la Policía Nacional de Mieres recibe las pruebas de ADN de las mordazas y ligaduras con las que fue inmovilizada María del Carmen García, en su piso del barrio de Santa Marina (Mieres), antes de que la mataran a golpes. Los resultados son rotundos: se han hallado restos genéticos del presunto autor de los hechos. Se trata del joven langreano D. H. R., en prisión provisional desde el 3 de abril (fue detenido el 31 de marzo, solo un día después del hallazgo del cuerpo de la mujer).

Con este último dato, que han confirmado fuentes cercanas a la víctima a este diario, se da por concluida la investigación policial de uno de los casos más sórdidos que se recuerdan en Asturias. Un crimen brutal, al que siguieron unas diligentes indagaciones lideradas por la Comisaría de la Policía Nacional de Mieres (y en las que colaboró el grupo de Homicidios de Oviedo). En menos de veinticuatro horas, el presunto autor de los hechos ya estaba detenido. A pesar de la complejidad del caso. Un entramado difícil de entender que, a continuación, se detallará en una línea cronólógica inversa. Así fue el crimen de Santa Marina: desde el final hasta el principio.

3 de abril. D. H. R. sale del Juzgado de Mieres. Se ha negado a declarar ante el magistrado. Está muy delgado, parece "extremadamente violento", así lo habían definido ya los responsables de la investigación. Viste una sudadera negra, la capucha puesta. Protagoniza una escena pocas veces vista: dirige la mirada a los periodistas, el gesto desafiante. Insulta, lanza besos. "Que os den por el culo", grita antes de que los policías le introduzcan en el coche. Esa noche ya dormirá en la cárcel de Asturias. El juez ha decretado para él prisión preventiva sin fianza.

2 de abril. El detenido permanece en el calabozo de Mieres, apenas faltan veinticuatro horas para que pase a disposición judicial. Se ha mostrado "agresivo" desde su llegada a la Comisaría de Mieres, posiblemente -según fuentes cercanas al caso- por la privación de sustancias. La investigación está ya muy encaminada, faltan solo unos flecos para cerrar estas primeras diligencias.

A escasos doscientos metros de la Comisaría, la puerta del piso de Santa Marina en el que sucedieron los hechos está precintada por la Policía. Una vecina del portal anexo se asoma a la ventana: "Esto que pasó aquí se veía venir. La casa es de María del Carmen, que la heredó. Vivía con el hijo pequeño (María del Carmen era madre de dos jóvenes) y con el chaval ese que ahora está detenido (en referencia a D. H. R.). Los que viven en el portal dicen que nunca pagaron la comunidad, que entraba y salía gente rara... Había muchas peleas a voces, se escuchaban desde la calle, algo iba a pasar...".

1 de abril. La Policía Nacional repasa las diligencias. Ese piso de Santa Marina llevaba un tiempo "en el punto de mira". Los vecinos habían denunciado presuntos "trapicheos", posiblemente menudeo de drogas. También había la sospecha de realquileres por habitaciones, todo operado por D. H. R.

La principal hipótesis apunta a que el langreano se había hecho, al menos por un tiempo, con el "mando" de la vivienda. La mujer fallecida tenía un diagnóstico de salud mental. En cuanto a su hijo menor, que vivía en el piso, ha quedado descartado por los investigadores. Tiene una coartada más que sólida, inquebrantable (no puede ser desvelada por motivos de privacidad).

31 de marzo. Un "zeta" permanece a la puerta del piso de Santa Marina. Los policías ya tienen un principal sospechoso: D. H. R., langreano de unos treinta años. Era muy cercano a la víctima, la llamaba "tía Carmen". En realidad, no eran familiares. Habían vivido juntos, también con el hijo menor de la víctima, durante casi un año. Hasta que la convivencia voló por los aires. La emisora del "zeta" recibe: el sospechoso ha sido localizado en Ciaño (Langreo).

En torno a las 13 horas, en el barrio de San Antonio (Ciaño) los vecinos escuchan revuelo. A la plaza central, llegan dos coches policiales. Se dirigen a un piso "okupa", en uno de los bajos. En esa vivienda ha permanecido oculto D. H. R. las últimas horas. Intenta huir, sin éxito. Es detenido unos minutos después, en un establecimiento hostelero muy próximo a la barriada. Patalea. Lo trasladan, en coche policial, a la Comisaría de Mieres. Sale del vehículo gritando: "Que no me saquen fotos, que no me graben".

30 de marzo. Las luces azules de la Policía Nacional iluminan el barrio de Santa Marina. Los vecinos se paran delante del portal del que entran y salen agentes. En el interior de la vivienda, los policías han hallado el cadáver de María del Carmen García. La casa está revuelta. "¿Sabéis qué pasó?", pregunta una mujer que pasea a un cachorro.

29-30 de marzo. D. H. R., según apunta la investigación, accedió a la vivienda de María del Carmen por una ventana (es un primero). Trepó por un canalón, dicen los vecinos que ya lo había hecho antes.

Esta vez, nadie escuchó gritos. Al menos, así ha trascendido. D. H. R. amordazó a la mujer, también le ató las ligaduras a las manos. La mató a golpes, dejó que agonizara. Tuvo oportunidad de socorrerla, de pedir ayuda, pero no lo hizo (así lo recoge el auto judicial al que ha tenido acceso este diario). D. H. R. llamó a un amigo, posiblemente buscando una coartada. Le gritó, alterado: "cayó tía Carmen, cayó tía Carmen". Poco después, huyó de la vivienda.

Mediados de marzo. Sanitarios y policía acuden al barrio de Santa Marina. Han recibido el aviso de un "altercado grande" en una de las viviendas. Era el piso de María del Carmen. Tras acudir al lugar, los hechos no parecen tan graves. O quizás sí.

Ese día, harta de "trapicheos" -según su entorno-, María del Carmen le quitó las llaves a D. H. R. Le dijo que le había acogido de buena fe, pero que ya no aguantaba más. Sin el piso, según las hipótesis de la investigación, D. H. R. perdería su fuente de ingresos.

Ese día, quizás, empezó la cuenta atrás para el crimen.

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