El poeta Ricardo Labra sufre el brutal ataque de un perro en Sama: "Luché por mi vida"

El escritor, con secuelas físicas y mentales, corría por la pista finlandesa de Los Llerones en Sama cuando un pastor alemán se abalanzó sobre él por la espalda

Ricardo Labra, ayer, en el lugar del ataque. En el recuadro, las lesiones en el ojo y una pierna.

Ricardo Labra, ayer, en el lugar del ataque. En el recuadro, las lesiones en el ojo y una pierna. / D. O.

David Orihuela

David Orihuela

Ricardo Labra no sabe si se atreverá a volver a salir a correr. La última vez que lo hizo, justo hace una semana –el pasado jueves a las ocho y media de la mañana–, se llevó el susto de su vida cuando trotaba por la pista finlandesa del paseo de los Llerones, en la margen derecha del Nalón, a su pasó por Sama.

El relato es estremecedor. "Iba corriendo y a lo lejos vi a dos chavales con un perro. El animal estaba suelto, por lo que aminoré la marcha. Uno de ellos cogió al perro y lo ató con la correa, así que me despreocupé y seguí corriendo. Nada más pasar junto a ellos, cuando los dejé atrás, sentí que el animal se abalanzaba sobre mí y me derribaba; era increíble la fuerza que tenía". Ahí empezó el calvario. El perro, un pastor alemán, "intentaba una y otra vez morderme el cuello", narra Labra. "Yo luché por mi vida, lo golpeaba como podía para quitármelo de encima, pero me mordió en la espalda, en la pierna, en la mano...", detalla.

Labra, que ayer regresó con LA NUEVA ESPAÑA al lugar en el que fue atacado, no sabe "si pasaron segundos o minutos, el tiempo se detuvo". Solo quería zafarse de aquel animal que "seguía intentando morderme en el cuello".

Han transcurrido siete días y los signos del ataque aún son visibles. Lo más evidente, un derrame bajo el ojo izquierdo. Labra tiene 65 años y se mantiene en forma porque hace deporte asiduamente, pero el perro le derribó y se dio un fuerte golpe contra el suelo arenoso de la pista. Ese golpe le dejó marcas en el ojo y un intenso dolor en las costillas. "Si llega a ser un niño, lo mata, y si llega a ser una persona mayor, que no tenga mucha forma física, se habría roto una cadera o un hombro", afirma Labra.

Pero lo peor no es ese dolor físico, "es la impunidad y la humillación". El ataque se produjo en una zona donde esta prohibida la presencia de perros. Hay señales en los accesos que advierten de la prohibición. De ahí la impunidad a la que alude el poeta, que considera, además, que "al propietario del perro no le va a pasar nada". Y la humillación. Cuando Labra sintió el golpe del animal sobre su espalda, en ningún momento escuchó al dueño llamar al perro o intentar advertir al corredor del inminente ataque, todo lo contrario: "silencio". Ni siquiera mientras forcejeaba con el can el dueño y su acompañante hicieron nada por evitarlo. Después de un tiempo, sí que el propietario se acercó y le dio una orden al animal, que de inmediato cesó en el ataque y se sentó al lado de su dueño mientras Labra quedaba herido en el suelo. El poeta, en estado de shock, pidió explicaciones y lo único que obtuvo por respuesta fue "una peineta".

Los chavales se fueron con el animal mientras una mujer que había visto lo ocurrido paró a una patrulla de la Policía Local que pasaba por la zona. Labra se fue al centro de salud donde le curaron las heridas y después a poner la denuncia. "Ahora no sé lo que voy a hacer, haré ejercicio en casa". Las heridas y los moratones desaparecerán en unos días. Ese miedo tal vez tarde más.

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