Cuentos

Sobre el derbi asturiano y las consecuencias para el Oviedo

Julio Llanos

Julio Llanos

La semana del derbi terminó. Esa en la que todo el mundo exhibe sus colores, su amor profundo por los mismos y los proclama a los cuatro vientos. Da igual que el resto del año el único estadio que pise lo haga si hay un concierto de Alejandro Sanz. El fútbol es popular o así debería serlo, pero de tu equipo se es todo el año, sacar el abono incluso aun sabiendo que no podrás asistir a varios partidos, apoyar sin condiciones, al margen de modas, rachas positivas o negativas es la mejor manera de demostrarlo.

No es un partido más, eso está claro. La visita del Oviedo llenó El Molinón. Y la celebración de la victoria de quien llevaba años sin hacerlo fue como la de quien gana un título. Lógico y normal, por más que años atrás hubiese quien no lo viera así.

El equipo local arrancó pleno de intensidad, ganando duelos individuales y sometiendo a un Oviedo al que le costaba encontrarse a sí mismo. Fruto de esto llegó el gol que resultaría definitivo.

El resto del partido el Oviedo fue mejor, llevó el peso del partido y lo intentó todo para darle la vuelta al marcador, pero no lo consiguió por su falta de acierto en los metros finales, de la defensa local y de un arbitraje decisivo.

En el fútbol anterior al VAR, cuando un colegiado tenía un mal partido se aludía a un día desafortunado. Correcto calificativo por la tremenda dificultad que tenía tomar decisiones instantáneas a acciones rápidas y complicadas de juzgar. Lo que resulta inexplicable es poder ver repeticiones y aun así equivocarse. Dos penales, dos. Reconocidos por los medios nacionales ajenos a forofismos locales. Orgulloso de la elegancia con la que el Oviedo afrontó la derrota, en el campo y en el post-partido. Eso también es defender los colores.

Mal haría el equipo en focalizar la derrota únicamente en el arbitraje, puesto que, aunque resultó decisivo en la derrota en el municipal gijonés, en alguna ocasión las decisiones arbitrales le favorecerán. Toca volver a remar para acercarse al objetivo. Toca analizar el pasado, pero principalmente trabajar bien el presente y centrarse en el sábado, Burgos, no hay más. Dieciséis partidos por delante. Conviene tener equilibrio emocional tras victorias y derrotas por difícil que muchas veces esto resulte.

En el colegio público La Gesta, donde la Reina Letizia y yo, coetáneos, aunque separados por un muro, cosas de los ochenta, hicimos la EGB, nos explicaron que los cuentos se distinguían en tres partes: planteamiento, nudo y desenlace. Toca insistir, persistir, resistir y nunca desistir. Mientras tanto, menos lobos, Caperucita.

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