Opinión | En territorio comanche

La opinión sobre el Mundial y el Sporting: Los futboleros y los gilis

La muerte anunciada del proyecto mundialista en Gijón

Alejandro Irarragorri durante la presentación del proyecto de El Molinón para el Mundial 2030

Alejandro Irarragorri durante la presentación del proyecto de El Molinón para el Mundial 2030 / Ángel González

Desde hace un tiempo, el proyecto "Asturias 2030" olía a muerto y solo se estaba esperando a ver quién iba a ser el primero que cogiera el martillo y comenzara a colocar los clavos de la tapa del ataúd. La negativa del Ayuntamiento de Gijón, con el Principado a otras cosas, a proseguir el viaje hacia ninguna parte de la mano de Orlegi ha abierto la primera brecha, al menos de manera pública, entre los que mandan en la ciudad y en el club. Ahí están los comunicados y contracomunicados. Que si nada de cheques en blanco, que si desde que llegamos no hemos dejado de invertir y tal y tal. Algo insólito, ya que no se recuerda algo parecido en décadas y menos en una ciudad que pagó un pastizal por Mareo y las marcas para salvar al Sporting de Fernández.

Veremos cómo de profunda es la herida ahora que el debate sobre Mundial sí o Mundial no ha abierto otro melón: el de que El Molinón necesita una reforma. ¿Sería esto lo que en el fondo buscaba Orlegi? ¿Hincará la rodilla el Ayuntamiento tras tumbar la operación 40-100-300-330-150 y aceptará financiar una obra más apañada de precio? ¿Sabremos algún día quiénes eran esas empresas/empresarios dispuestos a poner dinero para el proyecto o simplemente eran primos de Casper, simpáticos fantasmas salidos de la mente de un guionista de Hollywood? ¿El final habría sido otro si se hubiera ido a llamar a la puerta de las instituciones de la mano del vecino azul? Veremos.

Lo que se ha acabado son los días de andar mareando al personal con reuniones, fotos con caras avinagradas y discursos vacíos de escuela de negocios de la Universidad de Los Ángeles para no pillarse las manos. Y el que piense que esto tendrá consecuencias electorales que se siente a esperar. Nunca el fútbol dio ni quitó un voto. De ser así, Lendoiro hubiera sido alcalde de La Coruña, Eugenio Prieto habría ganado las primarias para ser candidato en Oviedo, Vega-Arango sería senador vitalicio y Gabino de Lorenzo no habría logrado otra mayoría absoluta tras la que lio con el ACF. A veces ser futbolero no es sinónimo de gili, aunque lo parezca, ¿oyisti, güey?

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