Luján PALACIOS

En la tertulia cultural «El Garrapiellu» pueden presumir de, como pregonaba el poeta, hacer camino al andar. La cita les viene como anillo al dedo, porque este grupo de amigos con inquietudes culturales que se han erigido en un referente en la ciudad cuenta entre sus logros el haber dado auge al camino primitivo a Covadonga. Una senda por la que transitan miles de personas cada año y que, gracias a este colectivo, está debidamente señalizada y acondicionada para que nadie se pierda. Se trata, a buen seguro, de uno de los méritos que más han pesado a la hora de que la Corporación municipal haya concedido a «El Garrapiellu» una de las medallas de plata de la ciudad.

Cuenta Tino Lozano, uno de los fundadores de la tertulia y su actual presidente, que a punto estuvieron de ser un club gastronómico, porque siempre se reunían en un restaurante. Al final, la preocupación por la protección del patrimonio cultural pudo más que lo culinario, y el colectivo quedó bautizado sobre la marcha por iniciativa espontánea de uno de sus miembros. Según narra Lozano, la frase que pronunció el tertuliano fue algo así como «bueno, ya tenemos un garrapiellu de personas, podemos comenzar la reunión». Y hasta ahora y durante veinte años han sido «El Garrapiellu».

Sus andanzas les han llevado a ser merecedores de una distinción que «nos llena de satisfacción, porque también es un reconocimiento a todas las asociaciones de Gijón, con las que colaboramos», apunta Tino Lozano. Y más, en un momento en que, como asegura, «estamos pasando por horas bajas para el asociacionismo y, sobre todo, el cultural». ¿Por qué? «Porque en medio de toda esta crisis casi me atrevería a decir que la gente, especialmente los más jóvenes, tienen otras cosas en qué pensar».

De hecho, parte de la directiva de «El Garrapiellu» «está en el exilio», trabajando fuera de la región. Lo que no supone ningún obstáculo para que «los que quedamos nos organicemos rápidamente para lo que haga falta», indica el presidente de la tertulia.

«El Garrapiellu» acaba de cumplir dos décadas de historia y de trabajo, con pasión y con corazón, en defensa de lo asturiano en diversos ámbitos. Fue en enero del año 1990 cuando los habituales de las reuniones se decidieron a formalizar su situación creando una asociación con sus correspondientes estatutos, registrada en la Consejería de Cultura. Tal y como relata Tino Lozano, «para nosotros fue una sorpresa ver cómo la gente comenzaba a unírsenos». Porque al principio «sólo nos movíamos en el barrio del Polígono, en Pumarín, y de repente nos conocía todo el mundo, incluso gente de fuera».

Apenas un año después de su fundación, la ruta a Covadonga dio una gran notoriedad al grupo. Fue en 1991, por una iniciativa de los jóvenes de confirmación de las parroquias de Gijón, que pidieron a Tino Lozano que los llevara al real sitio siguiendo los caminos olvidados. Como Tino conocía cada recodo del camino, la iniciativa, con 400 chavales, fue un éxito que ha tenido su continuidad en el tiempo. Y eso que «llegamos a perder a un grupo de diez críos en el cordal de Peón».

El proyecto resultó un éxito, y fueron los tiempos de señalizar la ruta con pintura amarilla y trisqueles, los «garrapiellos», como se hicieron famosos entonces estos indicadores entre los caminantes.

Hoy en día, la ruta anual a Covadonga sigue siendo todo un acontecimiento, con gente de todas partes que «se queda encantada con la experiencia y que, por lo general, suele repetir», asegura el presidente. A ello se suman las «estayas culturales», con un guía que va explicando a los caminantes los más de 240 elementos patrimoniales que jalonan la senda.

Otro de los pilares en que se sustenta el colectivo son los deportes rurales. Aunque Tino Lozano es poco amigo de colgarse medallas, bien es cierto que la Federación Asturiana de Deportes Tradicionales bebió en las fuentes que ellos perfilaron. Las olimpiadas que organizaba «El Garrapiellu» llegaron a juntar a 400 deportistas tradicionales en más de veinte modalidades diferentes. Hoy en día las dificultades presupuestarias han obligado a prescindir de ellas, aunque la tertulia sigue embarcada en otros muchos proyectos culturales, como el concurso de «Relatos curtíos» o los cursos de monitores de deportes rurales, «que se lo han tomado con un entusiasmo sorprendente», subraya Lozano.

La tertulia está compuesta en la actualidad por un centenar de socios y goza de buena salud. Para celebrar la concesión de la medalla de plata de la ciudad, piensan organizar una espicha por todo lo alto, seguramente amenizada con un concurso de deportes tradicionales. Pero será para junio, cuando se haga entrega de estos honores municipales.

Mientras tanto, «El Garrapiellu» sigue dándole vueltas a un proyecto que se ha ido quedando en el tintero por diversas dificultades: organizar una gran exposición con motivo de los 20 años del colectivo. Inicialmente, iba a ser en el Antiguo Instituto, pero las obras en las que se metió el centro este año lo impidieron. Y como el material es mucho y diverso, aún no han dado con el lugar adecuado. Quizá sea el momento de recibir el empuje necesario y poder hacer, así, realidad un homenaje a uno de los colectivos más trabajadores de la ciudad. Sus esfuerzos ya son de medalla.