Los puestos de castañas de Gijón comienzan a servir sus cucuruchos: "Es una tradición que no se debería perder"

Las vendedoras ven el calor del "veroño" como una traba aunque mantendrán los precios: "Preferimos que el cliente esté contento"

El inconfundible olor a castaña asada ya se deja oler por la ciudad. Ni las altas temperaturas de los últimos días, inusuales para este periodo del año, frenan el ímpetu de las castañeras, que vuelven al tajo con la esperanza de que el calor del "veroño" no merme sus ventas. Los cucuruchos ya se dejaban ver ayer en la caseta que regenta Déborah Álvarez junto al paseo de Begoña, en el cruce de las calles San Bernardo y Covadonga. La cosecha ha atravesado dificultades. "Ha llovido poco y hay mucha sequía. Pero, aunque estén caras, los precios serán los mismos", señaló Álvarez, que justificaba la decisión. "Preferimos tener al cliente contento y no perderlo. A ver si salimos para adelante como todos los años", comentó la vendedora, que también realiza amagüestus para colegios y asociaciones.

Déborah Álvarez subió la persiana durante el puente del Pilar, si bien fue "flojo" debido al calor, una traba para las castañeras. "Abrimos lo antes posible porque la castaña cayó primero y hay que cuidarla", sostuvo. Para ella, que heredó la tradición de su abuela, los meses de castañas no pasan de moda. "Muchos jóvenes en pandilla me compran, sobre todos los fines de semana. Y hay padres que se las dan a sus hijos para que merienden", remató.

La veterana Conchita Antuña afrontó ayer su segunda jornada en su puesto de la calle Uría. "No tengo queja de cómo fue el primer día, sobre todo por el calor", apuntó Antuña, que reconoció que las elevadas temperaturas complicaron las remesas. La vendedora quiere seguir al pie del cañón. "No valgo para estar en casa, me aburro encerrada", declaró. "Los clientes se ponen contentos de que ya estemos abiertos otra vez", subrayó Conchita Antuña, que invitó a quienes se pasen por la zona a probar sus "castañas calentinas". "Cuanto más frío haga, mejor", bromeó.

La clásica caseta de la calle Palacio Valdés abrió ayer sus puertas. A las riendas, Zaira Hinojosa, que toma el testigo de su abuela Azucena Vega. Esta temporada le toca disfrutarla al otro lado del mostrador. El calor, el enemigo. "Hay algo de miedo en ese aspecto", confesó Cristina Sánchez, que no duda en echar una mano. Sobre la remesa de castañas, una de cal y otra de arena. "Quien nos las trae nos dice que viene mucha cantidad, aunque la calidad, aunque buena, sea más baja", contó Hinojosa. Eso sí, los precios se mantienen en una horquilla de 3 a 4,5 euros, similares a los impuestos por sus compañeras. "La gente mayor es la que más suele comprar", manifestó Hinojosa, para la que la época de castañas es imperdible. "Es una tradición que no se debería perder", remarcó. Por norma general, las castañeras abrirán de cinco de la tarde a diez de la noche.

En la plaza Seis de Agosto, en el puesto regentado por Berta González, Cristina González, Cristina de Paz y las pequeñas Paula Prada y Nerea Menéndez se chupaban los dedos con su primera castaña de la temporada. "En Navidades siempre las compramos, pero nos hemos adelantado. Nos queda cerca de casa", afirmó de Paz. "Cuando pasas por el centro, parar a por castañas es algo tradicional", agregó Cristina González, que animó a la gente a pasarse por las casetas para apoyar a las comerciantes. "Está bien probar la castaña por estas fechas", sentenció González. Las castañeras, egoístamente, esperan que las temperaturas bajen para que los gijoneses y turistas gocen del producto en todo su esplendor.

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