Entrevista | Gonzalo Díez Campa Veterinario, presenta hoy el libro «La danza de las yugulares»

Gonzalo Díez Campa: "Ser veterinario y aficionado a los toros nunca lo he visto incompatible"

"La idea del libro es que una persona que no sepa nada de la carrera de veterinaria pueda orientarse; para mí estudiarla fue una pesadilla"

Gonzalo Díez Campa

Gonzalo Díez Campa / Juan Plaza

I. Peláez

I. Peláez

Desde niño sintió pasión por los animales y es por ello que Gonzalo Díez Campa (Bilbao, 1976) quiso convertirse en veterinario. Un proceso que no resultó fácil, pero que ha servido para relatar todas esas vivencias en el libro "La danza de las yugulares" que hoy presenta en el salón de actos de la Caja Rural de Gijón (20.00 horas).

–¿El libro es autobiográfico?

–En parte. Me costó mucho terminar la carrera de veterinaria y hubo un momento especial que me llevó a hacer este libro. En un examen práctico me hicieron una pregunta sobre pulso venoso positivo, negativo y danza de las yugulares. No sabía la respuesta. A continuación, había como cuatro o cinco vacas en la cuadra de facultad de veterinaria, y la siguiente cuestión era que limitase el hígado en aquella vaca. Total, que fui con mi tiza a delimitar el hígado en la vaca de y la tiza se rompió. Al agacharme a por ella, la vaca me pegó una patada y me caí. Obviamente suspendí. Ese día pensé que nunca terminaría la carrera y ese día empecé a escribir el libro. Por eso se titula "La danza de las yugulares".

–¿Qué etapas recuerda?

–Desde los inicios, cuando uno descubre la vocación. La idea del libro es que una persona que no sepa nada de la carrera de veterinaria pueda orientarse leyéndolo y decidir si quiere estudiar realmente esto o no. Mi ilusión sería que le sirviera a alguien para decidir si. Por qué para mí estudiar la carrera se convirtió en casi en una pesadilla.

–¿Por qué?

–Es realmente difícil. Hay asignaturas muy complicadas, se hace muy cuesta arriba y hay momentos en los que piensas que no eres capaz de superarlo. El libro lo empecé como una manera de poder vencer todas esas dificultades que se me iban presentando.

–Pero, una vez que logró ser veterinario, ¿el balance es positivo?

–Me siento muy feliz de haber conseguido terminar la carrera de veterinaria. No me imagino poder dedicarme a otra cosa en la vida. No sé hacer otra cosa.

–Pero antes de veterinario, usted quiso ser torero.

–Lo cuento un poquito. Cuento la vida de un personaje que se llama Gustavo Hamar, que sería como muy parecido a mí no, pero obviamente no soy yo. La historia tiene un poquito de ficción, entonces sí que es verdad que yo quería ser torero porque de niño tenía muchísima afición a los toros. Nací en Bilbao, con muchísimos festejos populares en mi barrio y en los de alrededor. Eso fue lo que me querer ser veterinario. Entonces, cuando me sentí tan impotente porque veía que me costaba mucho terminar, pues pensaba en por qué había querido ser veterinario, y por qué estaba sufriendo tanto para poder terminar.

–¿Como casa el ser veterinario con ser aficionado a la tauromaquia?

–Lo veo muy sencillo. Cuando naces, no eliges lo que te gusta. Desde niño soy aficionado a los toros, antes incluso de que quisiera ser veterinario. Pero nunca lo he visto incompatible. De hecho, hay dos toreros, Javier Jiménez y Borja Jiménez, que son hijos de un veterinario, por ejemplo. O el ganadero Victorio Martín, que es veterinario también. Al final, el estar en contacto con los animales es lo que te hace querer dedicar tu vida a los animales, de una u otra manera.

–Ahora forma parte del equipo veterinario de El Bibio durante la feria de Begoña.

–Siempre fue mi sueño. La ventana de mi casa da a los corrales de la plaza de toros de El Bibio. Sabiendo que no tenía valor para ser torero, sí quería entrar como veterinario. Eso me costó muchísimos años. Más de diez. Pero lo he cumplido.

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