Cuando la "no población" es mayoría

Gentrificación, viviendas para uso vacacional y futuro de las ciudades

Maribel Lugilde

Maribel Lugilde

La escritora Elvira Lindo contaba en una reciente visita a Asturias que, tras diez años viviendo en Nueva York, ella y su marido, el también escritor Antonio Muñoz Molina, decidieron irse tras asistir a la paulatina expulsión de las personas menos pudientes y clases medias a la periferia mientras la urbe se volvía bien exclusivo de los superricos. Estos la siguen encareciendo, en una espiral mercantilista que les jerarquiza haciendo criba interna: los ricos pobres, valga el oxímoron, acaban sufriendo su particular exilio después de provocarlo.

Lo que Lindo y Muñoz observaron tiene nombre y un estudiado comportamiento epidémico: sucede en todas partes a diferente escala y velocidad variable. Es la "gentrificación", que viene del término inglés “gentry” o alta burguesía y describe cómo por fases –generalmente asociadas a crisis económicas– el corazón de las ciudades, y luego las urbes completas, se vuelven prohibitivas para comprar o alquilar vivienda, para abrir una oficina o un pequeño negocio. En lo comercial, sólo caben las grandes marcas internacionales, que despojan los centros urbanos de personalidad para convertirlos en réplicas de una galería única.

El fenómeno inmobiliario es clave en ese proceso y el alquiler de viviendas privadas para uso vacacional, uno de sus motores. Así, barrios antes habitados por gentes con arraigo todo el año, son gradualmente ocupados por lo que los estudiosos denominan la "no población", en su mayoría turistas, dispuestos a pagar más por poco tiempo. Todos somos, a ratos, "no población", esa es la realidad. Alimentamos, sin ser conscientes, esa especulación y conversión de los espacios en parques temáticos de su propio pasado y lugares hostiles para sus pobladores de siempre.

Toda y todos nos hemos percatado en algún momento de esa transformación en nuestros entornos de referencia. En Gijón, la ciudad en la que vivimos, pero también en aquellos territorios donde beben nuestras raíces, y los que visitamos "no poblando". Los lugares de los que he disfrutado este verano, los anteriores, en mis escapadas a lo largo del año, responden en mayor o menor medida a esa dinámica.

Hace unos días se desplegaba en San Lorenzo una pancarta contra la gentrificación vinculada a los alojamientos privados convertidos eventualmente en turísticos. El Ayuntamiento encargó el año pasado a la Universidad de Oviedo un estudio sobre su impacto en Gijón: unas dos mil viviendas, entre las que tienen licencia y las que van de tapadillo, fundamentalmente en el centro, Cimavilla y la Arena. No es una ocurrencia, esta sucediendo.

Se trata, por tanto, no de culpabilizarnos como turistas o receptores de visitantes –bienvenido sea el millón de turistas del primer semestre del año en Asturias– pero sí de ser conscientes de un proceso en el que, en nuestro caso –suerte de España vaciada–, tal vez estemos a tiempo de intervenir.

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