El monociclo o el ciclo del mono
De las ciudades peatonales
Es espectacular ver en las ciudades algún hombre funámbulo encaramado a una sola rueda, propelente, le lleva inclinándose hacia adelante o hacia atrás, es como que ingieres la pila, solo que entre las piernas. De París, a Lisboa, de Barcelona a Gijón salvando las distancias, cada ser humano agudiza el ingenio con tal de evitar la semoviente condición.
Hemos desechado la tracción animal, toda una contradicción ahora que otras especies vuelven a darnos calor compartido, aquellas casas-cuadras donde les vaques acompañaron, tanto en el sentimiento como en la economía.
En pandemia comprobamos que hay vida más allá del coche para las ciudades, no es un buen ejemplo, pero los pájaros volvieron para cantar.
Ni en tiempos mulares, ni en días de bueyes con las caballerizas, podías acordonar la ciudad. Sin embargo, desmontando el mapa urbano en planta, o sea, despojar de edificios volviendo al solar liso y laso, alucinaríamos con la fila de autos aparcados que alfombran el suelo urbano, en garajes otro tanto.
No es que se plantee retorne la sencillez de los amish volviendo al carruaje, es mencionar la frase: "no siente las piernas". ¿Cómo las vamos a sentir con el culo sentado?
La última estadística del Instituto de Salud Alimentaria AESAN y el Instituto Carlos III avisan que rebasamos el cincuenta por ciento de la población adulta, española, con obesidad.
Por mucho que argumentemos que "esta barriga no ye mía" las estadísticas no engañan. No hay más que ver cómo vamos recuperando el dedo meñique del pie, que lo creíamos perdido de tanto dar suela. Nos vuelve a crecer por sedentarios.
Cuando se habla del "Mono desnudo", de Desmond Morris, es volver a pisar el suelo librándonos de esa carcasa que nos cambia el estado de ánimo, la conducta en definitiva.
Queramos o no, el ciclo del mono es la parte que aún nos queda por andar, completar la humanización que plantean Eudald Carbonell y Rosa Tristán.
La ciudad es el santuario de Nietzsche, la destrucción creativa del capitalismo, o más sencillo aún: quitar y poner pintadas de carril bici que nos confunde en la ciudad. Pongamos que hablo de Gijón.
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