Lo que pintamos en Europa

Sobre la elección de Calviño

Raúl Suevos

Raúl Suevos

Las redes me avisan que mi nombre aparece en varios periódicos europeos, ninguno español, relacionado con otros cientos de signatarios de una carta abierta al presidente Biden, pidiéndole el visto bueno al empleo del armamento USA más allá de las fronteras ucranianas; una medida que podría significar la supervivencia de la propia Ucrania en unos momentos en los que el bloqueo republicano en el congreso de Washington amenaza con cortar la propia ayuda norteamericana. Ye lo que hay.

El caso es que me maravillo de la singularidad de mi nombre en tan amplia lista. Una relación en la que aparecen miembros de todos los estamentos de la sociedad europea, y de casi todos los países. Una lista que, en mi caso, nace de un periodo como director de comunicación del Eurocuerpo, en Estrasburgo. Una ciudad, riquísima, que cuenta con la segunda sede del Parlamento europeo, donde los eurodiputados se reúnen una semana cada mes del periodo de sesiones; un Consejo de Europa, la desconocida, antigua e importantísima institución europea; el Tribunal de derechos humanos europeo; y la Farmacopea europea; todo un ramillete de instituciones que llevan aparejado el que en la ciudad existan más de cuarenta embajadas de todo el mundo. Un negocio redondo.

Viene esto a cuento de la importancia que el Gobierno, y la interesada, le dieron al nombramiento de la señora Calviño para un puesto de dirección en una institución europea, el Banco de inversiones. Un nombramiento que no sirvió para poner en evidencia, al menos yo no lo percibí, en los medios de comunicación, la absoluta indigencia que mantiene España en cuanto a sedes de instituciones europeas, o mundiales, que también las hay. Nuestra principal institución internacional, al menos por el interés mostrado, parece ser el sol mediterráneo, y ese, según va el clima, parece tener también un recorrido efímero.

El Eurocuerpo, la institución a la que pertenecí temporalmente, cuenta con una plantilla de más de 700 personas; todas ellas, exceptuando los franceses, un 30% más o menos, cuentan con sueldos internacionales, es decir, bastante apetecibles, que gastan principalmente en vivir en la ciudad, pagar los colegios de sus hijos, viajar por el entorno, todo ello para contento del tejido económico de la Alsacia. Como hace el resto de miembros de las otras instituciones ya citadas. Un negocio apetecible.

La carta de la que soy signatario, y el nombramiento de la señora Calviño, son, siendo fundamentalmente diferentes, muestras iguales de la falta de visión de nuestra acción exterior a todos los niveles, algo de lo que el actual Gobierno no es más que heredero y continuador de una política ya, desgraciadamente, asentada entre nosotros.

No son los puestos, son las sedes ¡estúpidos!

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