Opinión

8 de marzo

Reflexiones sobre el feminismo

Mañana, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, estaré en Madrid. No saliendo tras una pancarta en alguna de las manifestaciones ni asistiendo a actos oficiales, sino trabajando en una feria durante la semana internacional del arte.

He ejercitado el feminismo de facto, trabajando por él desde muy joven y es claro y notorio la apuesta que desde mi profesión he realizado en torno a la visibilidad del trabajo de las mujeres artistas. Y no solo a artistas, sino de todo un colectivo de agentes relacionadas con el mundo del arte que apostando por una política de genero hemos conseguido grandes logros en los últimos años.

Por mi parte, defiendo un feminismo de concordia, de integración o de diálogo. Claro es que existe una discriminación de la mujer en demasiados ámbitos de esta sociedad y que es necesario reivindicar los derechos que nos corresponden que quedan muchos… pero no se debe de hacer a golpe de imposiciones, sino fomentando la educación el respeto y la cooperación entre la mujer y el hombre. Los derechos no son patrimonio de una identidad sexual, son patrimonio del ser humano.

Cuando leo una reciente encuesta del CIS, no dejo de sorprenderme y preocuparme. La revelación de que los más jóvenes creen cada vez menos en el feminismo en respuesta a la pregunta “Respecto a la situación de las mujeres en España ¿Cómo calificaría usted las desigualdades que existen entre el hombre y la mujer en nuestro país: muy grandes, bastante grandes, pequeñas o inexistentes?” En el grupo de edad entre los 16 y 24 años el 49% contestó que son pequeñas o inexistentes, argumentando este segmento de población que el feminismo se ha convertido en un recurso político con el fin de captar votos con unos mensajes de populismo ideológico.

Y esta es mi reflexión, tomando como referencia a las mujeres de mi generación, hijas de aquellas madres pioneras que nos inculcaron la formación, el trabajo, el esfuerzo y la independencia económica entre otros muchos valores. No resulta raro que esas hijas hoy eduquemos a nuestros hijos en la más profunda igualdad, independientemente de su género y que por ello contemplamos atónitas la lectura de estas encuestas, pues indudablemente algo se está haciendo mal.

Está claro que la base es la educación y que no se puede demonizar al hombre, que no es nuestro enemigo a batir. Es nuestro padre, hermano, compañero y amigo y en muchos casos nuestro hijo, y esas políticas a menudo dictatoriales están produciendo el efecto adverso.

Por desgracia, la violencia de genero que nos rodea llevada a cabo por indeseables machistas y asesinos sigue presente. Ante esta incuestionable y triste realidad debemos caminar unidos hacia una sociedad igualitaria cuya base sea la educación y la libertad. Espero que no estemos muy lejos de una igualdad plena y que algún día se deje de celebrar el 8 de marzo, pues eso significaría que ya no tendríamos nada que reivindicar. Y mientras tanto, les deseo un feliz 8 de marzo y seguimos haciendo camino al andar.

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