La amistad trae de regreso a Juan Falcón

El artista ovetense, fallecido hace dos años después de vivir y crear en una radical bohemia, tiene desde esta semana obra depositada en el museo de Bellas Artes de Asturias

Juan Falcón en su estudio de La Texuca (Bimenes)

Juan Falcón en su estudio de La Texuca (Bimenes) / Archivo familiar / Goyo Llames

Lucía Falcón García | Historiadora del arte y galerista. Sobrina de Juan Falcón.

Juan Manuel Falcón Fernández nace en Oviedo el 26 de marzo de 1959 y pasa sus primeros años en la localidad de Bárzana (Quirós). El fallecimiento de su padre a edad muy temprana, junto a diversas vicisitudes, provoca su internamiento en el Orfanato Minero de Oviedo, decisivo en su formación artística. Profesores y mentores académicos, dentro de tal institución, detectan hábilmente sus capacidades artísticas, así emplazan al inquieto alumno a la vecina Escuela de Artes y Oficios.

Tras su paso (de 1974 a 1977) por el centro formativo dedicado a las artes plásticas, logra conseguir una beca para prolongar sus estudios en Barcelona. Pasado un curso en la Escuela de Bellas Artes de San Jorge gana un premio otorgado por la empresa Corberó, galardón que sustenta su primer viaje a París.

Desde entonces toma contacto con artistas de gran relieve trabajando como asistente en los estudios de Eduardo Arroyo y del italiano Valerio Adami. Al mismo tiempo conoce a la hija de Joan Miró, Dolores Miró, con quien establece una intensa amistad.

La amistad trae de regreso a Juan Falcón

Exposición en la galería Marta Llames. / Lucía Falcón García

La vocación del creador no conoció merma ni bajada, pese a multitud de sinsabores al haber renunciado a los canales ortodoxos de venta de obra plástica, unido a una incendiaria y lírica personalidad que encontraba en la bohemia y libertad su ambiente primigenio, donde el instinto gobernaba sin asideros.

Previo al fallecimiento, la pintura adquiere cualquier soporte (paspartú, cartón, papel) al mismo tiempo que el trazo se libera más suelto y espontáneo (jamás perdió el pulso) siempre dentro de una técnica libre a la que la precariedad no hizo suficiente mella. En pocos artistas la pintura fue un modo tan radical de vida, manutención y autonomía propios.

Heterodoxia, vida al límite y toxicidades/polaridades juveniles, llevan al pintor a conjugar periodos de euforia artística con otros de rotunda sequía, alternando ambos con estancias en el Sur de España y su amado Oviedo para siempre. Los años 80 y 90 están marcados por viajes, idas y venidas, cargado de lienzos y esperanzas en barbecho: Barcelona, París, Granada, Almería y Europa donde realiza efímeros trabajos de ilustración o escenografía operística y teatral ("Il mundo de la luna", 1985).

La amistad trae de regreso a Juan Falcón

La osa y su cría (1992) escultura en bronce situada en Santo Adriano de Tuñón. / Lucía Falcón García

Durante este periodo cifró las bases de su metodología comercial: tan pronto hacía tratos con galeristas y marchantes persuasivos como abordaba, al raso, encargos institucionales, o vendía las obras recién salidas del taller a amigos y conocidos (red de supervivencia primera).

La datación de obras comienza en 1985: realiza en 1988 su primera exposición (Sala Borrón) gestionada por el Principado de Asturias (Dirección Regional de Juventud).

En dicha muestra exhibe la presencia escultórica dentro de su extensa producción, cuyos afanes en muchos casos superaba a la pictórica o gráfica, por tiempo y dedicación empleados. Aquí nos encontramos la serie de Coup - Tête (golpe de cabeza) en material cerámico, reminiscencia de un primitivismo ancestral experimentado en los primeros años del siglo XX por los maestros del cubismo y la abstracción (Picasso y Braque).

Del encargo institucional queda como obra icónica La osa y su cria (1992) situada en el inicio de la popular Senda del Oso (Santo Adriano de Tuñón). El boceto inicial, con las extremidades delanteras alzadas, acaba en uno segundo donde las patas reposan en un tronco protegiendo al pequeño osezno.

La amistad trae de regreso a Juan Falcón

Estudio de la obra «El jardín» (1998) en depósito en el Museo de Bellas Artes de Asturias. / Lucía Falcón García

No fue este el único trabajo público: destacan intervenciones directas a base de plantillas y esprays en campañas de Salud Pública. La maquina traga pilule (maquina traga píldoras) es una festiva reelaboración del maquinismo irónico de Francis Picabia o Duchamp donde humaniza las maquinas creando una especie de parodia literaria con atisbos incluso del incipiente cómic entonces realmente ochentero.

A su vuelta definitiva a Oviedo (tras estancias en Almería y Granada) vendrá la mejor etapa de su trayectoria, el joven formado de manera casi autodidacta en los pequeños estudios parisinos, retorna a su ciudad donde le espera la década de mayor esplendor: una producción muy prolífica en soportes, número y técnicas sorprendentes.

Alcanzada la década de los 90, años de madurez, el inesperado azar le hace coincidir con un grupo de promotores culturales y artistas, estimulando su trabajo al nivel más alto. Favorecieron muy positivamente las condiciones de su entorno, contemporáneos con un mismo interés y los espacios novísimos de trabajo (taller y sala de exposiciones).

A partir de la apertura de la galería Marta Llames, regentada por los dos hermanos Marta y Goyo Llames, jóvenes movidos por el impulso artístico, comienza una nueva vida para el creador: espacios diáfanos, blancos, lucernario en la sala principal y un local de ensueño en el centro urbano, calle san Bernabé 11, junto al bar Montoto.

La primera exposición celebrada allí fue en 1995, los protagonistas: Carmen Muñíz (Carmenchín) y Juan Falcón. La primera (la inefable Carminchín, ya un personaje en la ciudad) contacta a Falcón con los hermanos Llames, quienes se quedaron muy sorprendidos por la gran personalidad del pintor, recién llegado de Europa, envuelto en feroces aires cosmopolitas, un lenguaje vanguardista de principios de siglo y el descaro propio de quien no ahorró carisma en ninguno de sus manifestaciones públicas.

La amistad trae de regreso a Juan Falcón

Estudio de la obra «El jardín» (1998) en depósito en el Museo de Bellas Artes de Asturias. 6. Cartel para la Consejería de Sanidad del Principado de Asturias. «La máquina traga pilule» (1991) / Lucía Falcón García

"Las dos miradas" estrena la galería: dialogan el costumbrismo clásico de Muñíz con el estilo único y subjetivo (también cubista en el límite preciso del surrealismo) de Falcón.

José Agustín Goytisolo, traído por Tribuna Ciudadana, firma entonces una crítica en la prensa asturiana debido a su paso por Oviedo y la emoción recién despertada por dicha muestra: el texto lanza la fama y venta del conjunto. Goytisolo no ahorra elogios hacia Falcón, por lo insólito de la propuesta, manifestando su deseo de seguir sus pasos para poder entenderle a él y a sí mismo. Un espaldarazo, entonces, en toda regla.

A partir de entonces Goyo Llames le ofrece el taller durante un tiempo, a través de una producción en exclusiva comercializada en el propio establecimiento, vendida en su totalidad con el paso del tiempo y express.

Disponen, para tal fin, de un espacio amplio en el mismo edificio, contando con materiales de gran calidad, herramientas y utensilios, como un tórculo para producir obra gráfica donde sacarían numerosas series de precios modestos, cuya distribución masiva encuentra eco.

1. Juan Falcón en su estudio de La Texuca (Bimenes). 2. Exposición en la galería Marta Llames. 3. La osa y su cría (1992) escultura en bronce situada en Santo Adriano de Tuñón. 4. Cartel de la exposición Coupe- tête en la Sala Borrón (1988). 5 . Estudio de la obra «El jardín» (1998) en depósito en el Museo de Bellas Artes de Asturias. 6. Cartel para la Consejería de Sanidad del Principado de Asturias. «La máquina traga pilule» (1991)|   | ARCHIVO FAMILIAR / GOYO LLAMES

Cartel de la exposición Coupe- tête en la Sala Borrón (1988) / Lucía Falcón García

En ese contexto crea El jardín. Este jueves se depositó en Museo de Bellas Artes de Asturias esta obra pictórica por gentileza de Goyo Llames, el amigo y socio que siempre estuvo ahí para lo que hiciera falta, a quien debemos el gesto. Pronto llegará también una muestra de su escultura.

El Jardín es una de las pinturas de mayor formato (195 x 280 cm) y concentra su estilo más característico: un universo pictórico marcado por colores vivos, simplificación de la línea, figuras cargadas de carácter simbólico, esa narración en collage o coral tan característica del creador donde el fresco adquiere incluso connotaciones épicas y mitológicas de carácter local sin caer en ningún costumbrismo vacío.

Juan Falcón fue un artista a tiempo completo, incluso en completa errancia, quien no desdeñó a sus contemporáneos, y en sus tratos con Carlos Sierra, Legazpi, Paredes o Jaime Herrero, supo idear un mundo propio que solo gracias a Goyo Llames y Javier de la Roza, óleo y escultura, ven hoy la luz en nuestro Museo de Bellas Artes de Asturias, en calidad de depósito, sueño completo y cumplido para todos nosotros. Los artistas desaparecen, pero su obra sigue.

Muchas gracias a todos por este complot inesperado de tantos amigos (Enrique Santullano, Martín Castro Masaveu y Ana Fernández, especialmente, inasequibles al desaliento) entre Oviedo y Quirós donde Juan Falcón fue tan feliz e hizo una obra que, gracias a la presente, deja de ser secreta. Ojalá pueda ver la luz el catálogo completo y razonado, unido a una retrospectiva antológica significativa, como broche de oro a su justa memoria.

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