La pertinaz sequía

Viejos problemas que son asignaturas pendientes de ser superadas

La pertinaz sequía

La pertinaz sequía

Manuel Campa

Manuel Campa

Estamos en España bajo el síndrome de "la pertinaz sequía" –como hace tres cuartos de siglo–, pero no del "bloqueo internacional". La "pertinaz sequía" y el "bloqueo internacional" eran, entonces, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, las causas oficiales de todos nuestros males. El aislamiento del mundo nos venía (Resolución de la ONU, 1946) de tener un régimen político enemigo de la democracia, la que ahora nos integra plenamente en nuestro entorno europeo y occidental. La calidad de nuestra democracia alcanza, al menos, mientras se cuenta con la mayoría de los votos. El Consejo del Poder Judicial no ofreció ninguna dificultad a la derecha, mientras contaron con más representantes en la institución que las izquierdas. Al perder la mayoría la derecha empezaron los problemas. Ese es el techo de nuestra democracia.

La "pertinaz sequía" tiene ahora el mismo sentido que hace setenta años. Agravada por el cambio climático. Pero hay otros capítulos de la vida colectiva que cambiaron de significado. En una lengua hay aspectos muy resistentes, como las estructuras lingüísticas y los fonemas, y otros rasgos más cambiantes, como los significados de las formas lingüísticas. Aún entre los significados, los filólogos nos recuerdan que la toponimia es muy resistente. (Por eso, por los nombres occidentales de numerosas montañas del centro de Asturias –como Gamoniteiro o Runeiro– sabemos hasta dónde llegaron los pastores de occidente, probablemente los vaqueiros de alzada). Pero la mayoría de los significados de las formas lingüísticas están en perpetuo proceso de cambio. Así, el sentido de términos como libertad o liberal es, hoy, completamente diferente al que tenían hace un siglo. La conquista de la libertad ha pasado de ser una dura lucha frenlte al antiguo régimen, o frente a gobiernos autoritarios, a ser el objetivo máximo de las empresas multinacionales para no pagar impuestos en ninguna parte y para alzar el cesto y cambiar, por las buenas, hacia otro emplazamiento de mayores ganancias. Por eso, a los jóvenes de hoy les cuesta tanto entender la famosa frase de Indalecio Prieto, "soy socialista a fuer de liberal". Del mismo modo, les produce perplejidad el relato de algún biógrafo de Beethoven, que sostiene que el músico quiso cambiar el título al famoso "Himno a la Alegría" de la Novena Sinfonía, con texto del poeta Schiller, por "Himno a la Libertad", pero que el rey Federico Guillermo III de Prusia se lo había impedido.

Hemos pasado recientemente, a la vez, en Asturias, por los incendios de los montes y por el festival del día de la poesía. Para encontrar una situación semejante, de unión del fuego y la creación poética, tenemos que remontarnos a los años cincuenta, cuando todo el mundo fue a ver "Quo Vadis", la película donde Peter Ustinov encarna a un Nerón en los últimos años de su vida (64-68 d.C.), que se complace en recitar poemas infames mientras arde Roma. La poesía de Nerón –forrado de dinero y medios– no es, seguramente, "el arma cargada de futuro", de que hablaba Gabriel Celaya, sino, más bien, ripios horteras al son de la lira, aporta panem et circenses para distraer al personal de los asuntos serios. Petronio, el árbitro de la elegancia, se mostraba más próximo a perdonar la crueldad de Nerón que su mal gusto artístico. Por eso, surge la pregunta, ¿es compatible ser un buen político con tener un gusto hortera? En cambio, el incendio de Roma es vivido por los ciudadanos como una tragedia, igual que los asturianos sufrimos la quema de los montes. Asturias es un bosque hermosísimo –decía Pérez de Ayala hace un siglo–, y los claros del bosque son los pueblos. Hoy ya no podemos decir lo mismo. Se ha hecho una labor importante en la puesta en explotación de las sierras, con parcelaciones para pastizales que mantienen la mayor parte del ganado de los agricultores asturianos. Pero la Administración pública tiene que ocuparse en desenguedeyar el régimen legal de los diversos tipos de propiedad de los montes, pero no para apoderarse de las tierras para venderlas a las empresas de aerogeneradores, sino para ayudar a las parroquias a recuperar un uso actualizado de los terrenos, que ayuden a mantener un mínimo de población en los pueblos. Se han hecho centenares de concentraciones parcelarias, sin incluir los montes. El régimen legal de numerosos montes está enguedeyado, sumamente confuso. Cada concentración que se hace sin incluir los montes aumenta la confusión, porque nunca falta algún vecino espabilado que mete al reparto tierras en su origen comunales, con lo que el enguedeyo se hace cada vez mayor. Es muy pertinente la preocupación del gobierno por la prevención de incendios en la próxima legislatura. Es preciso, a la vez, ordenar el complejo sistema legal de nuestros montes, recuperando la propiedad tradicional de las parroquias y los pueblos sobre los mismos.

Algunas consecuencias de la globalización, el despoblamiento de los pueblos, el cambio climático, la pandemia, las crisis económicas sucesivas y la guerra de Ucrania, en la que estamos de alguna manera, contribuyen a traernos situaciones penosas que nos remiten, como la "pertinaz sequía", a viejos problemas que son nuestras asignaturas pendientes de ser superadas.

Suscríbete para seguir leyendo