El PP después de Diego Canga

La trayectoria de los populares en Asturias es un caso único en la España autonómica

Óscar R. Buznego

Óscar R. Buznego

El PP asturiano ha celebrado un congreso extraordinario con el único fin de elegir a su primer dirigente. La asamblea de los populares se había reunido por última vez hace más de seis años. El retraso en la convocatoria incumplió de modo flagrante las normas internas del partido y carecía de justificación. Es buena ocasión para recordar, una vez más, que el artículo 6 de la Constitución prescribe que tanto la estructura como el funcionamiento de los partidos, por lo demás generosamente financiados con dinero público, deben ser democráticos. El PP es un partido presidencialista y, sin embargo, en Asturias no ha tenido un Presidente elegido por los afiliados desde la dimisión de Mercedes Fernández en septiembre de 2019.

En octubre de aquel año, la Junta Directiva designó a Teresa Mallada, que había sido nominada previamente por Pablo Casado para encabezar la candidatura en las elecciones autonómicas. La situación se volvió excepcional cuando en el otoño de 2022 la interina Teresa Mallada supo que la dirección nacional tenía decidido promover a otro aspirante a la presidencia del Principado y anunció su renuncia, dejando al partido sin Presidente, ni elegido ni interino, pocos meses antes del inicio de la campaña electoral. Finalmente, el candidato fue Diego Canga y Álvaro Queipo, entonces secretario general, se encargó de gestionar la organización. Esta secuencia resume la historia más reciente del partido, que da continuidad a una trayectoria de décadas de crisis internas y escisiones, marcada por el fracaso de la experiencia de gobierno de la cuarta legislatura autonómica, inaugurada en 1995, y la frustración política que la siguió, hasta hoy, a pesar de que en la primera década de este siglo logró igualar los resultados electorales del PSOE.

El momento más crítico del PP asturiano se registró en 2011. Las expectativas para las autonómicas eran favorables al partido. Fue el año en que Rajoy conseguiría una mayoría absoluta en las generales. Pero apareció Foro y el PP quedó reducido a la mitad. De este retroceso enorme no se ha recuperado hasta las elecciones del pasado 28 de mayo. El resultado es meritorio, ya que tuvo que competir con las listas de Vox, Foro y Ciudadanos por los votos del centro y la derecha, y pone al PP en condiciones de disputar al PSOE la primacía electoral en Asturias. El éxito, parcial, no corresponde en exclusiva al candidato. Diego Canga aportó novedad, solvencia y rigor, pero cayó en la política asturiana como un paracaidista extranjero. Su estilo chocó con la cultura política de su partido y de los asturianos El 30% de los votantes del PP, y un porcentaje similar de asturianos, admitieron que para ellos era un desconocido. Para él, la campaña resultó corta.

Después del impulso electoral y político dado por Canga al PP asturiano, el objetivo del nuevo Presidente, ahora sí elegido por los afiliados, no puede ser otro que ganar las próximas elecciones, se supone que será el candidato, y gobernar, si la aritmética parlamentaria lo hace posible. Feijóo le puso el listón en una victoria en las urnas y él aceptó el reto. Tiene el respaldo de la dirección nacional y de todo el PP asturiano, al margen de las tensiones internas. Tendrá que procurar la cohesión del partido y elaborar una oferta electoral atractiva para los asturianos. Ciertamente, el discurso del PP en Asturias no ha sido muy seductor.

Durante la campaña, Diego Canga condensó su mensaje en la expresión "dejar de andar a la pata coja", que repitió una y otra vez con el propósito de despertar a la región de la lentitud, ineficiencia y falta de diseño estratégico con que funcionan las instituciones autonómicas en comparación con otras regiones de Europa. El diagnóstico daría pie a un buen debate público, que es necesario y está pendiente. La expresión sirve para describir también al PP asturiano hasta la fecha, un caso único en la España autonómica. Para que Asturias ande con las dos patas y despliegue todas sus capacidades es imprescindible que los partidos, particularmente los dos mayores, hagan lo mismo. Ese es el verdadero desafío de Álvaro Queipo con el PP.

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