Luces, sombras y el "Cuento de Navidad"

Juan Carlos Herrero

Juan Carlos Herrero

De estar Charles Dickens, ya lo hubiera resuelto. Aquellas vueltas nocturnas que se daba a los alrededores de Londres sirvieron para inspiración de su cuento de Navidad.

Hoy, Charles vería arremolinadas cientos, miles de personas como polillas que se acercan aventadas a la luz de una lámpara: Vigo, Madrid, Barcelona u Oviedo petados por atracción lumínica.

Y es que hace dos afeitados nos mandaban apagar la luz de los escaparates para reducir el efecto invernadero, la disminución del CO2 y la subida del nivel del mar.

Esa convocatoria urbana, esa llamada para salir de las sombras hacia la luz es en definitiva una redención.

Nadie habla de la vacuna del covid, aquel visado sin el cual te podían detener.

Nadie alude a la inconstitucionalidad del estado de alarma que alarmó al Estado.

Ni tan siquiera del "avaro Scrooge" cuya redentora acción política se fragua en una amnistía parlamentaria.

Es tiempo de Navidad.

Las luces desperezan nuestra intención de voto, ahora que la suerte está echada.

De nada sirve que aventaje la oposición, que la avaricia rompa el saco nacionalista.

Que nos den un banco de inversiones, con un percentil ciento cincuenta en deuda pública, si el banquillo aguarda a los malhechores que ni se arrepienten ni precisan ir a la sombra o cárcel de la que se libran sin más redención que la Navidad.

Se traviste lo penal y lo político, la luz y taquígrafos por sombras y oídos. Nada consta.

Y es que Dickens añade a su relato demasiados fantasmas, exceso de retroactividad o memoria histórica selectiva que nos hace a todos dar vueltas y vueltas por las luces, cuando apenas los "Charles", los que escriben nuestra historia, deambulan por las sombras y alrededores de la ciudad en donde el escritor pudo comprobar tanta injusticia que quiso denunciar.

–¡Feliz Navidad, feliz Navidad..!

Gritaban nuestros gestores, irredentos, ante tanto fantasma, luces y sombras de Navidad.

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