Financiación autonómica, la batalla que viene

En su bilingüe discurso navideño, con el anfiteatro de Cudillero a su espalda como telón de fondo (no se sabe si escenario de una comedia bufa o de un corifeo trágico), el presidente del Principado dijo que el gobierno regional “tiene una máxima grabada a fuego: Asturias, lo primero”.

Nadie duda de la bondad de esa aseveración, que Barbón deberá llevar a sus últimas consecuencias cuando se ponga por escrito el nuevo modelo de financiación autonómica y se santifique la quita de deuda a Cataluña, nada menos que 15.000 millones de euros, para contentar las apetencias de los nacionalistas que sujetan los palos del sombrajo de Pedro Sánchez. Esa, y no otra, es la gran batalla que se avecina: la garantía de la solidaridad interterritorial y del mantenimiento del coste de prestaciones esenciales, como la sanidad, la educación o los servicios sociales.

Ese, y no otro, es el “barro de la realidad” al que aludió Barbón en su discurso de santas pascuas, y al que no dedicó más alusión que un escueto “no caben la insolidaridad ni la desigualdad”. ¿Cómo se arbitra desde Asturias la defensa de ese ataque a la insolidaridad, a ese empeño en agrandar las desigualdades entre comunidades autónomas ricas y pobres, prósperas y venidas a menos?

¿Puede salir Asturias beneficiada de ese pasteleo interesado pactado de antemano para garantizar que el PSOE mantenga la poltrona estatal? Barbón cree que sí. Pero esa creencia resulta dudosa, pues el granizo que se avecina amenaza con agujerear el paraguas del actual modelo de financiación. El estado de bienestar pende de un hilo si se va aún más allá y los nacionalistas consiguen una ley de financiación singular que transfiera a la Generalitat la gestión y recaudación de todos los impuestos.

Esa batalla, aunque soterrada, ya se ha iniciado y conviene pertrecharse. ¿Se está preparando para guerrear el ufano presidente asturiano?

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