Ribera y Nogueras

El deterioro del Estado de derecho

Carmen Martínez Fortún

Carmen Martínez Fortún

Los hechos cantan y por sus hechos y dichos los conoceréis. Así, todos los ignorantes que ignoramos la letra pequeña de las conversaciones ocultas entre el PSOE y el partido dirigido por el delincuente que le sostiene y somete a humillación diaria, estamos legitimados para pensar lo que se nos ocurra a tenor de lo visto y oído desde que Puigdemont se erigió en sostenedor del perdedor del 23 J. Por eso una no teme errar cuando imagina las arengas de Sánchez a sus acólitos sobre el prófugo: –¡Ni una palabra que le pueda molestar, ni a él, ni a su walkiria! ¿No veis cómo me inclino yo ante ella? ¿No veis como acaricia su brazo y le envuelve a él en mirada arcangélica Yolanda? Hagan lo que hagan, digan lo que digan, sí a todo, que lo importante es la investidura. Y luego ya se verá.

Luego ya se ha visto que la pesadilla continúa y pese a que la mirada europea aconseja templar, la verdad es la realidad, como muy bien sabe y adoctrina el presidente. Así que un día sí y otro también con manifiesta fiereza y mala educación, Junts sigue maltratando a su cónyuge, con tal de maltratar a España y para que ERC quede de mansito, que antes de referéndum e independencia, que todo llegará, son las elecciones catalanas.

Por eso, cuando Nogueras llama indecentes a los jueces Llarena y Marchena y a periodistas y guardias civiles y se carga desde su posición institucional la separación de poderes y, abusando del suyo, pone en riesgo la credibilidad de toda la estructura del Estado de derecho que aparece inerme ante los ataques recibidos, solo hay una tímida defensa con boca pequeña del ministro Bolaños, sin eficiencia alguna, como las críticas de Page. Y por eso, para ser más sanchista que Sánchez y reafirmarse en su carrera que ya la ha aupado al puesto de vicepresidenta tercera, la ministra Ribera se incorpora con voz propia al concierto, que no va a ser Nogueras la solista, estaría feo, para insinuar que García Castellón, es un prevaricador y quedarse tan campante.

Otro capítulo más en este deterioro constante. Y no el último, por desgracia.

Suscríbete para seguir leyendo